A menudo se establecen similitudes entre Mark Twain y Bret Harte; ambos, desde luego, tienen en común el haber retratado a sus contemporáneos con una mirada exenta de ampulosidad y haciendo del humor su seña de identidad. Sin embargo, ahí termina toda conexión. Y es que Harte está a años luz del autor de Huckleberry Finn, tanto a nivel estilístico como temático.
Cuentos californianos recoge cinco historias originalmente publicadas en el libro The Luck of Roaring Camp, que reportó a Harte una fama enorme en su país natal, e incluso trascendió sus fronteras. Estos textos muestran la forma de vida de los primeros pobladores del oeste norteamericano: mineros, buscadores de oro, ganaderos, jugadores, tramperos…; gentes que colonizaron tierras indómitas y que se enfrentaron a lo desconocido con pasión y coraje. Al menos, esto es lo que se desprende de los relatos de Bret Harte, que retrata personajes casi arquetípicos y de una planitud casi cómica: tipos durísimos que, pese al sentido del humor que tiñe el texto y a lo trágico de su destino, parecen representaciones de un mediocre western.
Estos protagonistas son, además, indistintos; el socio de Tennessee —en el relato del mismo nombre— es similar al borrachín Sandy de «El idilio de Red Gulch»: hombres solitarios, rudos y poco amantes de las buenas costumbres. Harte hace un retrato fidedigno del tipo de persona que campaba por el oeste en ese tiempo, pero es incapaz de personalizarlo y asignar a cada uno de sus protagonistas un carácter único, una idiosincrasia original. Los rasgos generales que afloran muestran una imagen que tiende a la parodia, ya que las características que denotan más humanidad (ternura, honor, respeto) están poco explicitadas o, directamente, expuestas con una falta evidente de pulso literario.
Las historias de los diferentes relatos adolecen de estos mismos defectos. Tramas inocentes, previsibles y muy semejantes entre sí: tanto da que el autor cuente la historia de un recién nacido recogido en un campo de rudos mineros o el éxodo de un grupo de marginados a los que expulsan de un asentamiento; las narraciones siempre buscan conmover al lector con elementos sentimentales muy evidentes, presentados con una ironía no demasiado fina. Los protagonistas aparecen el comienzo de cada historia como representaciones de un modelo social (el jugador tramposo, el minero hosco) para, al poco, tornarse en bondadosos seres que se sacrifican por sus semejantes («Los marginados de Poker Flat») o que adoptan niños abandonados con una caridad inesperada («La suerte de Roaring Camp»). De este modo, la imagen que Harte transmite pierde su carga irónica y las posibles connotaciones sociales: todo queda en historias casi lacrimógenas, anodinas y con algún destello ocasional de calidad.
El estilo de Harte, sencillo y volcado en la frase ingeniosa, no es tan depurado como el de otros escritores estadounidenses (no sólo Twain, que quizá es un referente obvio, sino Hawthorne o incluso Fenimore Cooper): más allá de la metáfora deslumbrante o de algunos párrafos de bella descripción de la naturaleza, la narración basa su fuerza en la representación de un drama que es más propio de un escenario que de un relato en prosa. Así, los cuentos resultan más bien una recopilación de anécdotas y réplicas mordaces, con un narrador que atesora un gran sentido del humor, pero que no convence a la hora de trasladar la emoción de la historia.
Cuentos californianos tiene el aliciente de mostrar a unos personajes curiosos en situaciones insólitas, aunque tienda al estereotipo sentimental. El humor de los narradores de Harte hace que la lectura tenga momentos impagables, si bien los lastres estilísticos son evidentes. Son textos a los que el tiempo, desde luego, no ha perdonado su falta de ambición.
No estoy de acuerdo con la crítica. Acabo de leer el libro, y creo que es muy bueno y recomendable. El socio de Tenesee o los exiliados de Poker Flat me parecen dos joyas. No me importa nada que Harte descubra que los granujas, y los hombres rudos puedan ser buenas personas, ni tampoco un cierto toque sentimental: la ironía, el carácter, las brevísimas pero acertadas descripciones de la naturaleza, y la originalidad, que hoy en día no valoramos tanto por conocer tan bien el género, son bazas suficientes para hacernos disfrutar mucho de éstos cuentos. A mi al menos me han gustado mucho.
Saludos
[…] Reseña en el blog Solo de libros […]
No estoy en absoluto de acuerdo con la crítica de èste autor, si bien es cierto que no manifiesta una gran sutileza sicológica y que su estilo es muy mecánico, (y que con el tiempo se fué adocenando), aquí es donde encontramos los arquetipos de la narrativa norteamericana del far- west. Todo el teatro, cine, cómic y televisión han bebido de la fuente de éste hombre, tras décadas de «genero», los personajes y acciones son previsibles, pero el fijó el modelo, es una referencia indiscutible. Es literatura simple, directa, con personajes paradójicos que retan el determinismo puritano de sus contemporáneos. Si podeis leerlo en su lengua original o en una buena traducción (las traducciones comerciales de textos populares, suelen darnos pobreza en vez de sobriedad), lo respetareis como hicieron M.Twain, Ch.Dickens, Chesterton o J.L.Borges.
Hola, los felicito como siempre, sus reseñas son muy instructivas e informativas, me encanta su página de libros, es una excelente labor la suya, lo hacen de forma a la mano de los lectores pero con cierta clase y aunque uno puede discutir ciertas ideas es natural porque se percibe diferente las cosas pero no dejan de ser una visión destacable. Son un referente en internet. Me he apuntado el nombre de este autor porque no lo conocía. Se los agradesco y espero que continuen por mucho tiempo. Un abrazo para ambos.
Mario.
Otra fantástica opinión. No conocía a este autor pero tampoco despiertas muchas ganas por conocerlo…