En este «Diario del primer amor» se recogen seis anotaciones que el poeta italiano Giacomo Leopardi tomó entre el 14 y el 23 de diciembre de 1817, cuando contaba diecinueve años, para recoger la inefable experiencia de la primera pasión amorosa.
En la primera de esas anotaciones, y como introducción, el poeta explica que, desde hacía tiempo, era consciente de que se despertaba en él la atracción por hablar y compartir sonrisas con hermosas mujeres, aunque pocas habían sido las ocasiones encontradas para dar rienda suelta a ese capricho. Así pues, por ello y por su juventud, su corazón era terreno abonado para sucumbir ante los encantos de Gertrude Cassi, una prima de su padre que rindió una breve visita a la familia. La visita fue corta y durante ella el rendido enamorado pudo compartir con la encantadora dama poco más que una partida de naipes; sin embargo, tan escaso estímulo fue suficiente para encender la llama de la pasión.
«Diario del primer amor» es entonces una reflexión inteligente, hermosa y alejada de todo sentimentalismo acerca de los turbulentos sentimientos que atenazan a todo enamorado: ese recuerdo que no cesa, esa imagen de la persona amada siempre presente, el deseo absurdo de volver atrás para poder disfrutar de nuevo de cada momento al lado del objeto de nuestro de amor y la sensación extraña de que mientras se pudo, no se saboreó con suficiente fruición su presencia, todo lo trata Leopardi. A la vez que recoge esas conocidas contradicciones que padecen siempre los enamorados: como esa sensación de que, de tanto evocarla, la imagen del amado se vuelve desvaída, lo que causa un tremendo pesar; pero también cierta alegría, porque amar es un trabajo cansado para el alma, y el enamorado desea, en momentos de lucidez, recuperar la serenidad que otrora conoció.
Si el lector ha estado alguna vez enamorado, identificará en estas brillantes anotaciones de Leopardi la gradación de sentimientos que ascienden ligeros hasta la cumbre del amor, para descender pesadamente hasta la fosa del olvido. La pasión se apaga, y el enamorado vuelve a encontrar placer en las rutinas que por un tiempo desdeñó.
Sin embargo, las anotaciones de este «Diario del primer amor» poseen una característica especial que las hace notables: a pesar del apasionamiento, Leopardi es capaz de distanciarse de sí mismo lo suficiente para tomar notas de sus sentimientos con algo semejante al rigor científico. Así, consciente de estar viviendo un momento único en la vida del ser humano, y determinante en la vida de un artista, el poeta toma nota cuidadosamente de la evolución de sus sentimientos; como si, de alguna manera, los viviera desde fuera.
Sin duda, es esa mezcla de pasión y distanciamiento lo que le da su peculiar sabor a estos escritos. Una pequeña delicia a tener en cuenta.