El cortador de cañas resulta una novela de una belleza extraordinaria que, inevitablemente, hace pensar al lector en la delicadeza de obras como el La historia de Genji o El libro de la almohada. Junichirō Tanizaki se muestra así como heredero de una singular tradición literaria y, más aún, como taciturno testigo de la desaparición de un estilo de vida y el fin de una época.
Así pues, El cortador de cañas es el reflejo de una sociedad que se aleja cada vez más de la sofisticación que los libros clásicos recogen. De este modo, el narrador se nos presenta como un erudito obsesionado con la refinada vida de la corte nipona, antes de la llegada del shogunato. Si bien esa obsesión no procede meramente de un gusto por lo antiguo, si no que es consecuencia natural de la inclinación de un alma sensible hacia una existencia dedicada tanto a la serena contemplación de la belleza de la naturaleza, como a la sosegada reflexión que ésta provoca.
Nuestro hombre es rara avis en una sociedad que se occidentaliza sin cesar. Así lo prueba el hecho de que sea él la única persona que decide permanecer en un islote en medio de un río, dedicado a contemplar la luna llena de otoño y recitar versos antiguos, mientras un transbordador no deja de transportar gente entre una y otra orilla.
Para su sorpresa, otro hombre se unirá a él entre las cañas en la noche de luna llena. Y este personaje le contará una historia de amor protagonizada por alguien que también gustaba de creer que en los tiempos antiguos la belleza era el ingrediente que daba sabor a una existencia donde cualquier vivencia parecía conmovedoramente intensa.
Esa historia de amor es en realidad la de un extraño triangulo amoroso, integrado por un hombre que se enamora de una hermosa viuda, pero se casa con la hermana de ésta. Enamorado de Oyū, a la que no puede dejar de imaginar como una refinada dama de la época heian y que, por tanto, encarna su ideal de mujer, llegará a un acuerdo con su esposa para permanecer castos en atención al amor que ambos profesan a la joven.
Oyū encarna así a la gran señora, a una especie de emperatriz o divinidad, a quien veneran todos cuantos la conocen. Su belleza, su encanto, todo en su manera de ser recuerda a las grandes damas de antaño, incluso la despreocupación con que acoge las muestras de devoción de quienes la rodean. El trato que recibe no le es indiferente, simplemente no concibe que pueda ser de otra manera. Mientras, Shinnosuke y su esposa, representan a los leales vasallos dispuestos a cualquier sacrificio por su señora. Rendidos ante su encanto, su vida sólo puede emplearse en complacerla y servirla.
Sin embargo, en una sociedad que se aleja cada vez más de los ideales de culto a la belleza, espiritualidad y lealtad, la realidad acabará por irrumpir groseramente, rompiendo el delicado equilibrio de esa relación a tres bandas.
A pesar de lo inverosímil que pueda parecer la historia que recoge El cortador de cañas, Tanizaki sabe dibujar con maestría el carácter de sus personajes, presentando sus motivaciones de forma que lo que sucede no resulte sorprendente para el lector. De esta manera, construye una historia llena de emoción y tensión contenida, donde se plasma el ocaso de un mundo donde aún podían darse grandes pasiones.
Más de Junichirō Tanizaki:
Libro intimista que desprende una sutileza desbordante. Libro muy cortito que podría resumir todo el encanto de la literatura japonesa. Apto para iniciados tanto de Tanizaki como de la literatura japonesa en general. Todo un placer poder haber leído este libro.
Se les debería caer la cara de vergüenza por no hacer una traducción directa del japonés. La han hecho del inglés.
La editorial Siruela está rescatando la obra de Tanizaki.
Hace algún tiempo leí «El elogio de la sombra» y me pareció extraordinario.