El imitador de voces – Thomas Bernhard

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El imitador de voces recoge un centenar de microrrelatos que son una prueba evidente del genio —y esa palabra ya vacía de significado debe sin embargo aplicársele al austriaco con todo su peso— de Thomas Bernhard. Una treintena de líneas bastan para desarrollar una historia completa, contar un instante revelador y construir una narración por completo llena de significado; sin caer en el error común que convierte al microrrelato en un simple esbozo, que deja al lector en ayunas de la historia que se pretendía contar.

En los relatos magistrales que componen El imitador de voces se reconoce todo el talento de Bernhard y su estilo único, de atmósferas cerradas y construcciones reiterativas; sin embargo, ambos rasgos característicos se ven matizados por una narración clara y expositiva, que tiene algo de escritura periodística, probable herencia de su etapa como cronista de tribunales.

Crímenes y muertes violentas abundan como telón de fondo en estos relatos que no pretenden aludir al morbo del lector, sino subrayar la demencia de una sociedad donde lo común es la violencia: el ser humano, acosado, reacciona matando, hiriendo, destruyendo. Como el anciano que prende fuego al asilo donde ha sido recluido a la fuerza, en «Schluemberger»; el hombre que, por caridad, asesina a la anciana que lo acoge en «Caritativo»; o la mujer que agrede al juez para conseguir un aumento de su pena, en «Aumento».

Los relatos parecen recoger, de forma sencilla, esos momentos en que la locura, que en el fondo es lo común, entra en erupción y salta delante de nuestra vista. Bernhard se limita a señalarla con el dedo, transcribiendo esos actos lunáticos de forma reposada, no sólo porque son cotidianos sino, sobre todo, porque lo normal es que ocurran.

La desilusión que atenaza al hombre contemporáneo, cuyas expectativas son siempre jaleadas desde todas las instancias pero, en consecuencia, rara vez satisfechas, también tiene cabida en estos brevísimos relatos. La encontramos en «Folleto», donde un matrimonio se ve decepcionado por las promesas de confort del folleto de un establecimiento turístico; o en «Advertencia» donde un turista defraudado gasta toda su fortuna en anuncios publicitarios destinados a disuadir a quienes deseen visitar las pirámides de Egipto.

La anécdota humorística, el hecho sorprendente o extraordinario son el tema de muchos de estos cuentos, que desvelan no sólo la ironía de la que siempre hace gala el autor, sino directamente un humor inteligente y vivo. Como muestra este «Tesis», ejemplo representativo de los relatos que reúne El imitador de voces: un entretenimiento sublime, de lectura obligada para los incondicionales de Thomas Bernhard, y muy indicado para quienes quieran acercarse a este autor por primera vez.

Tesis

Un hombre de Augsburgo fue internado en el manicomio de Augsburgo sólo porque, durante toda su vida, afirmó en cualquier ocasión que lo último que dijo Goethe fue mehr nitch! (¡más no!) y no mehr Licht (¡más luz!), lo que, con el tiempo y a la larga, acabó por atacar los nervios de tal modo a todas las personas que tenían relación con él, que se pusieron de acuerdo para conseguir el internamiento en el manicomio de aquel augsburgués obsesionado de forma tan desgraciada por su tesis. Seis médicos se negaron a ingresar en el manicomio al desgraciado, pero el séptimo dispuso su ingreso inmediatamente. Este médico, como he sabido por el Frankfurter Allgemeine Zeitung, ha sido galardonado por ello con la medalla de Goethe de la ciudad de Fráncfort.

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