Pocas veces se ha retratado la miseria humana con la maestría con la que lo ha hecho Dostoievski; es un elemento presente en casi todas sus obras y que el ruso abordó desde ópticas muy diferentes, pero siempre con resultados espléndidos. Pobre gente fue su primera novela publicada y en ella ya se aprecia con claridad su interés en esa miseria, tanto moral como social, que rodea a muchos de sus protagonistas.
En el libro, escrito en forma epistolar, se cuenta la historia de dos personas, Makar Devushkin y Varvara Alekséievna, parientes lejanos que sobreviven malviviendo en unos cuartuchos destartalados en San Petersburgo. Se escriben casi diariamente para intercambiar impresiones sobre su día a día, teñido a menudo de contratiempos y reveses de una fortuna que parece darles la espalda. La situación complicada de Varvara, huérfana y antaño supuestamente deshonrada por un caballero que reaparece por sorpresa, hará que la relación entre ellos tome un rumbo diferente y desemboque en un final no catastrófico, pero sí muy amargo.
A lo largo de esta sencilla trama aparecen otros personajes aún más miserables que los dos protagonistas: el funcionario Gorshkov, vecino de Makar, un pobre hombre que ha perdido todo su dinero en un pleito injusto y que lucha por sacar adelante a su familia; Rataziáiev, un escritor de segunda que se aprovecha de los que le rodean y se pavonea sin descanso; o Pokrovski, un antiguo instructor de Varvara cuya inteligencia no le bastará para salir adelante. La miseria que estos personajes revelan no siempre es literal: Dostoievski no se recrea en la pobreza económica o en el desclasamiento social (aunque la novela enfoque esos conceptos como algo inevitable; como dice uno de los personajes, «la desgracia es una enfermedad contagiosa»), sino que profundiza también en los dobleces del alma para mostrarnos la decadencia: el ejemplo más evidente es el de la propia protagonista, cuyo final revela su falta de escrúpulos, aun cuando se ampare en la necesidad de sobrevivir a costa de lo que sea para justificarse.
Esa supervivencia se sublima, en parte, a través de la correspondencia entre los dos protagonistas. La literatura se convierte en una tabla de salvación, una forma de enfrentarse a la realidad y superar la tragedia que representa el subsistir en un entorno miserable. «La literatura es una cosa magnífica.», le confiesa Makar a Varvara, «Sirve para fortalecer el corazón de las personas.» Y así es en este caso, en efecto, ya que parece que ese intercambio epistolar entre ellos actuase como catalizador de su esperanza y de sus sueños; en la escritura de sus cartas encuentran ambos personajes, especialmente Makar, un respiro frente a la crudeza de la realidad que les rodea. Algo que ejemplifica a la perfección el extracto del diario que la propia Varvara envía: los hechos que ahí relata son una suerte de expiación de su sufrimiento, un medio de exorcizar a sus demonios y continuar con su pacífica existencia.
Pobre gente es una novela intensa y entrañable, aun cuando las habilidades de Dostoievski como escritor estén aún lejos de lo que después daría de sí en sus obras de mayor enjundia. A pesar de ello, el libro es conmovedor en extremo y no defraudará a ningún amante de la buena literatura, ya que la profundidad de sus protagonistas alcanza unas cotas magistrales. Una lectura breve, pero de maravillosa factura.
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