Roma es el segundo volumen de la trilogía Las tres ciudades, a la que precede Lourdes y da colofón París; trilogía que ahora edita Cabaret Voltaire, aunque en orden inverso al de su publicación y cuyo hilo conductor es la crisis de fe del abate Pierre Froment, como símbolo del fin del catolicismo y el alumbramiento de un nuevo mundo (guiado por la ciencia) que se adivinaba en las postrimerías del siglo XIX.
El abate Froment llega a Roma con el propósito de defender «La nueva Roma», un libro por él escrito y que va a ser incluido en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. En su obra, Pierre recoge las ideas fruto de la revolución interior que sufrió tras su estancia en Lourdes, donde contempló la venalidad de la Iglesia Católica y la idolatría de sus creyentes; así como de sus vivencias entre las pobres gentes de París, donde el hambre y la miseria atenazan a familias enteras. En su libro, el abate propone un regreso al cristianismo que Jesús predicó, un cristianismo de igualdad y de justicia que se le aparece como la única manera de conducir a las naciones hacia la democracia que los humildes están pidiendo a gritos y que, de otra manera, tal vez se conquistara de forma violenta.
Pierre cree ingenuamente que podrá arrodillarse a los pies del Papa, a quien imagina cercano a las ideas que defiende, le explicará el verdadero sentido del libro condenado y regresará triunfante a París, para seguir trabajando por la venida de ese mundo de justicia con el que sueña. Sin embargo, las cosas no resultan tan sencillas y el abate Froment irá conociendo las oscuras intrigas que mueven los hilos en el Vaticano.
Zola realiza en Roma una radiografía de varios aspectos fundamentales de la sociedad de su tiempo: de un lado, toma el pulso a ese ansía de libertad y justicia social que recorría las naciones y que podía estallar de un momento a otro en forma de sangrienta revolución, cansados ya los humildes de carecer de ningún derecho; por otro, pone de manifiesto el inmovilismo de una religión que se proclama madre de los desheredados pero se ha alineado siempre con los poderosos, y que se aferra a su poder con uñas y dientes. Para ello, Zola usa como telón de fondo la Roma arrebatada al Papa por Víctor Manuel II, para poner de relieve esa lucha entre el pujante mundo nuevo y el irreductible mundo viejo.
Irreductible, según podrá comprobar Pierre Froment, pero resquebrajándose ya. Convencido de que la Iglesia, demasiado apegada al poder temporal, no puede ser ese farol moral que guíe a los pueblos hacia el futuro, el abate regresará a París seguro de que la educación y la ciencia serán las encargadas de eliminar viejos atavismos y conducir a la humanidad hacia la paz y la justicia.
La lectura de Roma es una oportunidad para disfrutar de las morosas descripciones de los monumentos e historia de la ciudad, desde los césares a la Roma capital de la Italia unificada. Pero, sobre todo, es una inmejorable manera de conocer el origen de la sociedad moderna y las convulsiones sufridas para llegar hasta ella.
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Simplemente, indicar que el traductor de esta obra es Miguel Gadea Vernalte. Sin él, no hubieras podido leerla.