Germinal es probablemente la obra más conocida, tal vez incluso leída, de Émile Zola. Su exposición de las ideas de la necesidad de justicia social, que germinaron en la segunda mitad del XIX, la han convertido en su obra más popular, un libro de lectura obligada para cuantos creen en la construcción de una sociedad nueva y mejor.
De hecho, a quienes ya les va bien con la sociedad que tenemos deberían también leer Germinal. Aunque escrita hace ciento treinta años muchas de sus ideas continúan estando vigentes. Por otro lado, ayuda a poner en contexto la lucha obrera y a comprender que algunas de las ventajas de las que hoy disfrutamos en Occidente —como la prohibición del trabajo infantil o el ganar algo más que lo indispensable para no morir de hambre (¿o esa ventaja ya no la tenemos?)— es consecuencia de los trabajadores que arriesgaron, e incluso perdieron, sus vidas.
Para ejemplarizar la tesis de Germinal, Zola sitúa a Étienne Lantier, de la saga de los Macquart, en el poblado minero de Montsou. Étienne, que recorre los caminos en busca de trabajo después de perder su empleo, logra contratarse como minero. Pronto descubre la miseria que atenaza a los trabajadores que cada madrugada descienden al pozo a arrancar carbón.
El trabajo en el fondo de la mina es duro. Hombres, mujeres y niños trabajan a destajo en condiciones inhumanas. La seguridad es mínima, entre otras cosas porque los mineros deben encargarse del entibado de las galerías. Como entibar significa dejar de picar, y sólo cobran por vagoneta de carbón cargada, los obreros descuidan su propia seguridad en favor de ganar unos céntimos más. No se trata de codicia, esos céntimos significan comprar o no pan para comer.
Las penurias de los mineros la representa la familia Maheu. Los Maheu han picado en el Voreux, uno de los pozos de la región, desde hace un siglo. El abuelo, medio paralítico por el reuma contraído por las humedades sufridas bajo tierra, guía el caballo de una vagoneta en la superficie. Su nieto de once empuja otra vagoneta, esta bajo tierra. A pesar de su trabajo, la familia apenas gana para alimentarse.
Zola describe cómo la resignación secular que mantiene a los obreros como a bestias de carga, va cediendo paso poco a poco a la disconformidad. Son las ideas revolucionarias que socialistas y anarquistas difunden. La promesa de una vida mejor, donde el trabajo asegure una existencia digna. Una vida mejor que parece a punto de llegar, cuyo aliento vital se deja sentir por toda Europa.
Con Germinal, Zola recoge algunas de las principales ideas de su tiempo. De hecho, basó algunos de los acontecimientos de la novela en hechos acaecidos de verdad, como el de los mineros muertos cuando el ejército disparó sobre ellos durante una huelga.
Porque la huelga estalla en el Voreux cuando la compañía, tocada por la crisis industrial, pretende proteger sus beneficios a costa del ya exiguo salario de los mineros. Étienne encabezará el paro, pero pronto comprenderá la dificultad de mantener la unión y resistir los ataques de la compañía.
Aunque protagonista, Étienne Lantier no es uno de los personajes más logrados de Zola. Aunque le mueve una buena intención, la de alcanzar una mejor vida para sus compañeros y que tal vez su experiencia sirva de ejemplo a otros trabajadores, hay también en él una pizca de ambición y de arrogancia. Por una parte ser el cabecilla, sentirse respetado por todos los mineros, colma su orgullo. Por otra, sueña con poder convertir la política en su medio de vida y llega a acariciar la idea de verse como diputado en París.
Su historia de amor con Catherine, la hija de Maheu, lo redime en parte. Ambos se aman, pero las circunstancias los separarán. Precisamente con Catherine Zola retrata la degradación de los pueblos mineros, donde las mujeres trabajan en la estrechez de los túneles con los hombres y paren un par de hijos antes de casarse. Esa promiscuidad que los burgueses condenan forma parte de las terribles condiciones de vida que Zola pinta en su libro.
A Zola, evidentemente, la cuestión femenina no le importa. Pero la actitud de los personajes masculinos de la novela revela un trato de desprecio hacia la mujer. La mujer es un objeto que se toma, se apalea, debe reventarse a trabajar, parir hijos sin tregua e ir a pedir fiado al tendero. Allí donde los hombres son bestias de cargas, las mujeres no tienen ni siquiera esa categoría.
Pero si hay un personaje que destaque en Germinal es precisamente la Meheude, la matriarca de la familia Maheu. A sus cuarenta años es madre de siete hijos. Esposa y madre de mineros, ella misma trabajó en la mina en su juventud. La mina es, en cierta manera, su orgullo. Pero está demasiado cansada de deberle dinero al tendero y de ver cómo sus hijos pasan hambre. Por eso las ideas que Étienne le enseña encuentran en ella terreno abonado.
Su sentido de la justicia le indica que no es pedir demasiado poder llenar el estómago a cambio de las duras horas de trabajo pasadas en el fondo. Que unos tengan tanto y otro tan poco no puede ser correcto. De modo que cree en la tierra nueva que Étienne le promete con fervor.
Incluso al final, cuando prácticamente lo ha perdido todo, sigue creyendo. Puede que la tierra nueva no nazca hoy, tal vez tampoco mañana. Pero nacerá, porque la justicia así lo exige.
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si los obreros estuvieramos tan unidos como lo están los patronos, caciques, burgueses y terratenientes, otra cosa seria esta perra vida.nosotros, los pobres obreros y campesinos, no los necesitamos para nada, ellos a nosotros sí nos necesitan, tocamos a menos de una cabeza que cortar, si lo pensamos bien, no nos durarian un asalto, a todos no nos podran matar, a muchos si, pero no a todos, nosotros a ellos si podemos, y acabarian nuestras penurias, ellos no son nada sin nosotros, nosotros lo somos todo sin ellos, a que esperar tanto ? acaso no dá mas miedo no poder alimentar a nuestros hijos ? que podemos perder, la vida ? nos matan poco a poco cada dia. hay que acabar con ellos como sea, de la forma que sea, quien sobreviva que lo haga con dignidad como persona y humano. ellos son cobardes, de ahí su brutalidad, por eso son asesinos, nosotros justicieros, no es lo mismo. VIVA LA ANARKIA, MUERA EL FASCISMO