Ya hemos hablado, al comentar otros libros, de la enorme transformación que la Restauración Meiji llevó a Japón. También en temas artísticos, ya que la mayoría de los escritores de la época abrazaron con entusiasmo las corrientes literarias que triunfaban (o habían triunfado) en Occidente y las usaron para describir los cambios sociales e individuales que los nuevos tiempos imponían.
Sin embargo, algunos autores (entre ellos Izumi Kyoka del que reseñamos aquí El santo del monte Koya) eligieron plasmar en sus obras los valores, costumbres y modos de vida que perduraban en Japón desde hacía siglos. Tal es también el caso de Kōda Rohan, uno de los autores más destacados de las letras japonesas. Kōda Rohan se mantuvo al margen de las innovaciones y la occidentalización a las que la literatura japonesa se sometió desde las postrimerías del siglo XIX. El resultado fue la adhesión del público que reconocía en él el estilo, los temas y el lenguaje al que estaba acostumbrado.
«La pagoda de cinco pisos» y «El samurái barbudo», los dos relatos que recoge el presente volumen, son una muestra del apego de Kōda Rohan a los valores tradicionales que Japón abandonaba a marchas forzadas. El tesón, la lealtad, el valor, la religiosidad son algunos de los méritos que las tramas de ambas historias ensalzan; y repárese en el contraste con los valores occidentales, fuertemente individualistas, que se difundían por entonces en todas las esferas de la vida japonesa. Y es que, con sus relatos, Kōda Rohan pretendía dar un asidero a sus lectores, demostrando que los viejos preceptos podían aplicarse todavía al mundo que cambiaba rápidamente antes sus ojos.
«La pagoda de cinco pisos» es la historia de una pasión. Jubei es un carpintero que anhela que le otorguen el encargo de construir la nueva pagoda del templo de su localidad. A pesar de que la gente le conoce con el sobrenombre de Nossori, el lerdo, él tiene la absoluta certeza de que su trabajo estará a la altura. Aunque cuenta con el apoyo del monje santo que reside en el templo, sus desmedidas aspiraciones le llevan a enfrentarse a Genta, su maestro de profesión.
Con Jubei, Kōda Rohan crea un personaje tenaz, casi monomaníaco. Seguro de su talento, la mayor preocupación del carpintero es no gozar en la vida de la oportunidad que le permita sacar a la luz el artista que lleva dentro. Morir y que su nombre caiga en la oscuridad, a pesar del talento que él siente latir en su interior, impulsa a Jubei a enfrentarse a cualquier obstáculo. «La pagoda de cinco pisos» puede ser entendida como una historia de superación personal, pero sobre todo refleja el deseo humano de trascendencia, de dejar tras nosotros algo que recuerde nuestro paso por el mundo.
Por su parte, «El samurái barbudo» es una lectura que hará las delicias de cualquier aficionado a la épica. Kōda Rohan basa el relato en una batalla histórica del clan Takeda contra la alianza de los clanes Oda y Tokugawa, de la que describe pormenorizadamente los preparativos y el desarrollo. Pero el autor introduce en la historia varios personajes de ficción con los que crea una trama dramática, donde la muerte, el honor y la lealtad al clan son una tríada casi mística.
Ambos relatos merecen ser leídos, pero especialmente «El samurái barbudo» hace crecer las ganas de saber más de ese Japón del shogunato, que conformó la identidad japonesa durante siglos.