La misma apasionada vehemencia que casi a diario usa Rosa MarÃa Artal (quien fuera hasta hace poco reportera de Informe Semanal), en su blog El periscopio, para analizar la realidad cotidiana, disfrutarán los lectores de este certero «España, ombligo del mundo».
En él, realiza Artal un repaso por los acontecimientos más recientes de la actualidad polÃtica y social española, si bien los analiza desde una perspectiva particular que ya se antojaba necesaria en el presente panorama de verdades a medias o descaradas mentiras.
Artal desgrana un rosario de los males que aquejan a un paÃs que reúne muchas particularidades y, al hacerlo, saca los colores al pueblo español, que parece vivir ajeno a ellos. La corrupción, el desempleo, los sueldos precarios y los salarios millonarios, el difÃcil acceso a la vivienda, la especulación, los problemas medioambientales y, ahora, la crisis, son problemas reales con los que los españoles se enfrentan dÃa a dÃa.
¿Le preocupan esos problemas al ciudadano medio? Probablemente sÃ. Sin embargo, los poderes fácticos le mantienen convenientemente aletargado, entretenido en vaciedades que no incomoden sus intereses espurios: largas jornadas de trabajo a cambio de magros sueldos que le permitan mantenerse dentro de la cadena del consumismo voraz; medios de comunicación de mediocridad rampante, cuyas programaciones y primeras páginas invitan a la abulia mental y abortan cualquier atisbo de reflexión emancipada, forman la retÃcula que sostiene una sociedad cuyo lema parece ser el laissez faire, laissez passer, que en el fondo tanto la perjudica.
No obstante todo lo anterior, y para más escarnio, en ocasiones interesa agitar a los ciudadanos para favorecer el lucro y el rédito de algunos. Sin reflexión personal previa alguna, y las más de las veces hasta sin conocimiento de causa, nos lanzamos entonces los españoles a la calle, como fieras azuzadas. Azuzadas, eso sÃ, por medios de comunicación que a cada paso cambian de tercio, sin permitir madurar ni una sola de sus propuestas.
La exposición pormenorizada de los males que recorren España turba necesariamente al lector de esta obra, porque su realidad está ahÃ, palpable y contrastable. Muchos de esos males afectan por igual a toda la sociedad occidental, aunque eso no los hace menos abrumadores; otros, por el contrario, parecen ser propios, o al menos darse con más virulencia a este lado de los Pirineos.
La causa de éstos parece radicar en el carácter del español medio: la falta de una buena educación, la tendencia a perdonar, o incluso alentar, esa picaresca tan nuestra, la envidia, el deseo de medrar a cualquier coste o cierta facilidad para sucumbir al dinero fácil, son algunos de los defectos patrios que Rosa MarÃa Artal señala como origen de nuestros males.
Sin embargo, ese análisis, que puede ser certero en algunos casos, cae a mi juicio en el error de culpabilizar a las vÃctimas. Es injusto creer que hay en España cuarenta y seis millones de pÃcaros, deseando enriquecerse fraudulentamente, adocenados y botarates. Es cierto que nos falta educación, pero una educación que nos haga mejores ciudadanos y demócratas (¿qué importa que se nos reconozca en el extranjero por hablar alto?), comprometidos con la buena marcha de nuestro paÃs en su pluralidad —que no le resta, le suma—. Pero esa educación, que debió comenzarse hace treinta años, sigue pendiente.
Vivimos en democracia y elegimos democráticamente unos representantes que deben velar por los intereses del conjunto del paÃs y de cada uno de sus ciudadanos. Evidentemente, apenas lo hacen. Pero la culpa no se puede achacar, o no por entero, a quienes son mal gobernados desde hace tres décadas, so pretexto de sus defectos. Más bien culpemos a quienes ostentan el poder, que no saben alentar lo que de mejor hay en cada uno de nosotros. A quienes han pervertido un sistema que era bueno y era justo en su concepción. A quienes han convertido nuestra democracia en un decorado de cartón piedra.
Si Rosa MarÃa Artal realiza una exposición magistral de las consecuencias, falla a mi juicio al exponer las causas. Los malos estudiantes no necesitan otra regañina del profesor, si no que éste se pare y piense si el problema puede estar en él. Ahora bien, este tema se presta a múltiples concepciones, reflexiones y debates. Y una buena manera de ponernos a ello es leer «España, ombligo del mundo».
A mi también me ha parecido interesante tu reseña, sobre todo tu reflexión sobre el profesor. Mientras me leÃa tu reseña no dejaba de pensar en Pio Baroja y como hace 100 años describÃa el caracter español y lo poco que ha cambiado hasta hoy. El problema que veo en este libro es que quizás al español medio no le apetezca tanto que se describan las penurias de nuestra sociedad, que el español medio sufre en sus carnes, sino cuales son las soluciones. Un saludo y enhorabuena por tu opinión.
Gracias Miguel,
corregido el «detentar». Aunque sÃ, creo que desde que los polÃticos se sirven de sus cargos para su beneficio propio, dejando de lado sus obligaciones para con la ciudadanÃa, su poder deja de ser legÃtimo, por lo que bien podrÃa quedarse el detentar.
Saludos.
Hola: me ha resultado muy interesante la reseña, lo suficiente como apra querer leer el libro y darme una vuelta por el blog de la autora.
Eso sÃ, en la reseña, se utiliza el verbo detentar, refiriendose a los que ocupan el poder. Estoy seguro que hay argumentos suficientes para haver válido el verbo, pero creo que no era la intención de la Sra. Castro. Lo comento por si ha sido un lapsus y quiere corrgirlo.
Un saludo