Ya hablamos aquí de Antonio Orejudo y sus «Ventajas de viajar en tren«, y una cosa parecía bastante clara: Orejudo se desenvuelve mucho mejor en las distancias cortas que en narraciones sostenidas. Ocurría en esa novela y ocurre también en ésta su ópera prima, reeditada ahora aprovechando el éxito que ha tenido su autor en los últimos años.
«Fabulosas narraciones por historias» cuenta las desventuras de tres amigos durante los años veinte y treinta del siglo XX, alumnos de la Residencia de Estudiantes en Madrid, que viven en mitad de una serie de sucesos que cambiarán la vida cultural y política española. Patricio, sobrino de José María Pereda, trata de conseguir que alguien publique se primera novela, «Los Beatles»; Santos, proveniente de un pequeño pueblo de Soria, trata de adaptarse al ritmo frenético de la capital; y Martiniano, un joven combativo e idealista, busca la mejor manera de echar por tierra las ambiciones intelectuales de la élite cultural madrileña. En torno a estos tres personajes se mueven otros muchos caracteres secundarios que van construyendo pequeñas tramas, repletas de humor y cinismo, que contribuyen a dibujar el escenario de ese Madrid agitado, febril y renovador.
El caso es que, como ya comentaba, Orejudo maneja muy bien las narraciones breves: las pequeñas historias que se suceden vertiginosamente a lo largo de la novela están mucho mejor logradas que esa historia principal. La conversión de Patricio, Santos y Martiniano en adultos involucrados en el devenir de las circunstancias históricas (Patricio como escritor de folletines; Santos como falangista aprovechado; Martiniano como anarquista violento y descerebrado) no resulta demasiado interesante: sus personalidades no crecen de forma coherente, y los cambios de ritmo que imprime el destino —por mano del novelista y sus puntos de giro— no son verosímiles ni interesantes. Mucho más enjundiosos son los personajes secundarios, trazados con rasgos satíricos y con una mala leche muy sana: Amadeo Leguazal, por ejemplo, miembro activo de una de las tertulias que el autor sitúa en un café madrileño, arquetipo del intelectual frustrado y resabido; o el barón Babenberg, noble y millonario, mecenas interesado y conspirador ocasional. Incluso los retratos imaginados de los personajes reales de aquellos convulsos años son, con mucho, más atractivos que los propios protagonistas: las apariciones de Ortega y Gasset son inigualables, las de García Lorca tronchantes y las de Juan Ramón Jiménez absolutamente desmadradas.
También son muy notables las reflexiones que unos y otros personajes exponen sobre los sucesos que se van desarrollando a lo largo del tiempo de la novela, y sobre todo en lo tocante a la literatura de la época; ideas, por cierto, que siguen hoy por hoy en vigor y que pueden seguir suscitando debates tan enconados como los que generaban entonces. Por supuesto, todas esas teorías son expresadas por el autor (mediante sus creaciones) con el humor insolente del que suele hacer gala. Y lo cierto es que se agradece, desde el punto de vista del lector «de a pie», que estos asuntos se traten, siquiera por una vez, con una frescura tan irreverente.
Sin embargo, esa falta de cohesión formal, esos protagonistas tan anodinos, terminan por lastrar el desarrollo de la novela. Quizá una narración breve, una novela corta, aguante bien el frágil tempo que Orejudo imprime a su escritura, pero una novela de trescientas páginas se resiente de la falta de enjundia. Si la historia que se cuenta no tiene una mínima consistencia, el conjunto (como ya ocurría en «Ventajas de viajar en tren») se convierte en una mera acumulación de pequeñas narraciones, más o menos logradas, que no llegan a cohesionarse de manera interesante y a formar un todo inteligible. El desarrollo de trama y personajes es accidentado y fragmentario, lo cual sólo consigue despistar e incluso aburrir.
Sólo el humor y el desparpajo salvan a «Fabulosas narraciones por historias» de ser un libro desangelado y vulgar. No obstante, esas características no dotan a la obra de un mayor interés, ni otorgan a su autor el tan cacareado epíteto de «novelista»: hace falta una mayor consideración por el arte de contar historias para construir una novela que funcione como tal y que atrape y convenza al lector. A Orejudo le falta talento como arquitecto, aunque como narrador tenga solvencia y consiga, en ocasiones, deslumbrar con su habilidad para la caricatura y el disparate. Unos cuantos fuegos artificiales, por desgracia, no sirven para escribir una buena novela.
Más de Orejudo:
No estoy en absoluto de acuerdo con la crítica. La novela no es tan superficial como usted la describe. Sin duda, habrá observado la trama que convierte a la Residencia de estudiantes en un instrumento de Ortega y Gasset para lograr sus aspiraciones como escritor, así como la manipulación de hechos y personajes históricos que le da consistencia. Puede no gustar, pero hay una trama detrás de lo que usted llama «sucesión de gags». Por otro lado, usted aprecia la irreverencia y la frescura, pero le parecen algo secundario. Yo creo que no lo son, y desde luego agradezco que haya por lo menos un escritor que no se cree el mesías y que se toma su oficio con humor. Tal vez debería usted aprender algo a este respecto.
Lamentablemente, con un poco de mala baba y algún comentario ingenioso no se construye un buen blog de crítica literaria.
¿Es una novela? ¿Es un relato? ¿qué es…? A veces dan ganas de dejar e libro y dedicarse a cosas más interesantes ¿Cómo puede tomar a chufla a personajes tan interesantes como los de la generación del 27 ¿Quién se puede imaginar al apocado Azorín dando palizas a su sobrino? ¿Y quién a Juan Ramón como un bicho tan raro como el nos lo presenta? Existen relatos hasta de mal gusto, por favor, llegar a decir que la familia se entiende cuando el hijo se acusta con la madre y el padre sodomiza al hijo. Es aberrante.
creo que el crítico es demasiado benévolo,pese a que está bien escrito y tiene voluntad de estilo, se hace pesado de leer, tiene episodios que son astracanadas sin sentido ( Martiniano arrancando el pene y los testiculos de un mordisco al compañero de residencia que le hace la novatada. Por cierto todo lo relativo a las novatadas de la residencia es un disparate.) y con eso consigue que te tomes toda la novela a chufla . Supongo que pretende reirse de alguna «vaca sagrada» de nuestra literatura y de ciertas instituciones ,pero en mi caso ha conseguido que considere su novela como una sucesión de chistes inverosímiles. Un escritor tan dotado como Orejudo pienso que debe aspirar a mucho más.
Otra crítica negativa? Sr. Molina, usted nunca lee nada que le guste? O tal vez es que no escribe nada que guste?
Yo creo que también podría hacer críticas de las novelas que le gustan, no? Da la impresión de que nada está a la altura de su gran nivel… En fin, conozco muchos que como no son capaces de escribir nada decente, se conjuran contra un mundo que no los entiende… Espero que no sea usted de esos… De momento, me tomo sus críticas con muchas reservas…
Yo no estoy totalmente de acuerdo con la crítica. Desde luego que Orejudo no es un excelente novelista, pero hay que reconocer que esta obra supera la calidad media de lo que se publica con envoltorio de «calidad». Si bien la historia, por momentos, decae y resulta reiterativa la caricaturización de ciertas situaciones, tiene un punto de originalidad e irreverencia que no se aprecia en muchas novelas de hoy en día.
Sin embargo yo me decanto por otra obra de este autor, que, si bien es más convencional en cuanto a la temática y a su estructura, me ha resultado más interesante: me refiero a Reconstrucción, que viene a ser la narración de los mismos hechos que Delibes retrató en «El hereje», pero desde otra perspectiva-desde mi punto de vista más atractiva e inteligente que la de Don Miguel-.
Respecto a «Ventajas de viajar en tren» tengo que decir que fue una absoluta decepción; es una sucesión de «gags» y un intento de escarnio de la psquiatría que parece más bien un ejercicio de taller literario…desde mi humilde punto de vista, claro.
Un saludo.
Esto de la literatura es cada vez mas raro. No se si hacerte caso a ti o hacer caso a mi novio que ha escrito lo contrario en su blog:
http://depeupleur.blogspot.com/2007/11/resea-de-la-novela.html