Flores de verano – Tamiki Hara

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Flores de verano - Tamiki HaraFlores de verano es un ejemplo de genbaku bungaku,  o «literatura de la bomba», un subgénero literario japonés que recoge testimonios, más o menos novelados, de supervivientes de la catástrofe causada por el lanzamiento de la bomba H sobre la ciudad de Hiroshima.

El volumen recoge la trilogía de relatos sobre Hiroshima que Tamiki Hara escribió sobre sus vivencias del 6 de agosto y de los días y meses posteriores, y que fueron publicados en distintas revistas algunos años después del fatídico acontecimiento. La escritura de estos relatos responde a la necesidad de «dejar testimonio escrito de todo esto», como reconoce el propio autor en «Flores de verano».

El presente volumen no guarda el orden en que los relatos que componen el libro fueron escritos para aparecer en publicaciones periódicas; la idea es dar a los textos un orden coherente con la cronología del acontecimiento (antes, durante y después), facilitando así su lectura.

Así abre el volumen «Preludio a la aniquilación», publicado en 1949 y que recoge la atmósfera de Hiroshima en los meses previos al lanzamiento de la bomba. Tras la rendición de Alemania, los japoneses veían acercarse el final de la guerra; sin embargo, la dura política instaurada condenaba cualquier demostración de derrotismo. Por otro lado, corría el rumor de que la ciudad iba a ser duramente atacada para forzar la rendición de Japón. «Preludio a la aniquilación» recoge ese ambiente de malestar de un pueblo desgastado por la guerra, harto de sacrificios, atenazado por el temor a manifestar su desacuerdo con una situación insostenible y, además, amenazado con una destrucción aún mayor. El autor plasma en este relato esa angustiosa sensación de espera: espera del final de la guerra, o espera de la aniquilación.

En «Flores de verano», Tamiki Hara narra sus vivencias del día en que la bomba cayó sobre Hiroshima. El caos y el terror se desataron de un momento para el siguiente, sin que nadie alcanzase a comprender de dónde provenía todo el horror y la destrucción que los supervivientes podían ver mientras huían sin saber adónde. Conmueve especialmente el fragmento donde describe la noche después del bombardeo: en medio de la ciudad devastada, entre los incendios y las casas derrumbadas sobre sus habitantes, los supervivientes elevan un fragoroso lamento que llena los campamentos improvisados. La noche, llena de los estertores de los que no alcanzaron a ver el nuevo día, quedó perennemente en el recuerdo del autor.

Cierra el volumen «De las ruinas», publicado junto con «Flores de verano» en 1947. En él, Hara describe la vida de los supervivientes que habían huido desde Hiroshima a poblaciones rurales cercanas. Centrándose en las experiencias de su propia familia, habla de los seres queridos perdidos, de los heridos precariamente atendidos y, especialmente, de las muertes y enfermedades súbitas de personas aparentemente indemnes. Los efectos de la radiación, desconocidos para los habitantes de la ciudad, causan estupor entre los supervivientes. Todos sospechan que hay algo maligno en el aire, pero no alcanzan a adivinar qué puede ser o cómo combatirlo.

«Flores de verano» resulta una lectura imprescindible para recordar el horror que el hombre puede desatar contra sus semejantes. Casi setenta años después del lanzamiento de la bomba atómica cada vez son menos los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki, por eso es necesario volver a sus testimonios para no olvidar.

2 COMENTARIOS

  1. Trás las bombas atómicas de hiroshima y Nagasaki que supuso la desaparición fulminante de cientos de miles de personas inocentes, llegaron terribles consecuencias para los supervivientes y sus descendientes por varias generaciones como consecuencia de la exposición a la radiacción, todo este sufrimiento, y miseria fué acallado y cesurado y persegido cualquier intento de dar a conocer al mundo esta terrible realidad, y aún más el dar a conocer los motivos de ciertos personajes interesados en hacerse rico con la guerra que llevaron a Japón a invadir China, Corea y gran parte de Asia, en un ansia de expansión Imperialista, con la bendición de su ambicioso emperador, el cuál se presentaba ante el pueblo Japones como una Divinidad, han tenido que pasar más de 70 años desde estos lamentables sucesos, que no tienen otro calificativo que crimenes contra la humanidad, y por fin de forma timida y poco a poco vuelven a alzarse voces denunciando estas atrocidades, por ello mi aplauso, respeto y respaldo a toda obra orientada a dar a conocer estos hechos, es una forma de honrar el recuerdo de las victimas sobre las que se desato el infierno atómico, y de prevenir que pueda volver a ocurrir algo semejante. No podemos olvidar, no podemos perdonar. De lo contrario estamos condenados a repetir la historia.

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