Es la tercera o cuarta vez que leo La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. La primera vez debía de tener doce o trece años y me impresionó vivamente: el estilo limpio, la historia inquietante, el sentimiento de desolación que destilan sus páginas me colmaron como lectora.
Por eso muchos años después, cuando ya estaba en la universidad lo volví a leer, prestado de una biblioteca. No me gusta mucho releer, puesto que son muchos los libros por descubrir y el tiempo escasea; no obstante tomé el libro prestado precisamente por el excelente recuerdo que tenía de él. Esta segunda vez ya no me gustó tanto: no sólo porque ya no era la niña de doce años, sino porque también había crecido como lectora…
El otro día, sin embargo, compré el libro. De un tiempo a esta parte me he pervertido y compro bastantes libros. Yo, que siempre he abogado por el uso de las bibliotecas y por la idea de que cuantas menos cosas (materiales) se tengan en la vida, mejor. Pero como digo, me he pervertido y así, a la hora de comprar, prefiero ir sobre seguro y comprar aquellos libros que conozco, que me han gustado, que sé que no me van a defraudar.
Compré La lluvia amarilla porque sigo conservando un buen recuerdo de él, a pesar de que aquella segunda lectura me defraudara un poco. Y a pesar de las palabras que vienen a continuación, que nadie piense que el libro no es bueno. El libro es bueno, es sencillo, estremecedor, contundente. Es la historia de Ainelle, un pueblo abandonado en el Pirineo aragonés. Y es la historia de Andrés, su último habitante. A principios de los sesenta el pueblo se vacía, de los pocos habitantes que aún permanecían en Ainelle, sólo quedan Andrés y su mujer. Pero esta muere trágicamente y sólo queda el hombre para vigilar las calles vacías, dueño absoluto de un pueblo tomado por el silencio, las ortigas y la soledad. Ante sus ojos las huertas se pierden, las casas se derrumban, el óxido del tiempo, el olvido y los fantasmas lo invaden todo.
La capacidad de Llamazares (Luna de lobos, El río del olvido) para transmitirnos esa sensación de completo abandono, de soledad, de silencio en el que sólo se percibe el avance de la ruina de las casas y las calles, es portentosa. La historia de supervivencia y fidelidad del viejo Andrés a su pueblo y a la memoria de su casa es fascinante.
Pero lo es si eres muy joven o si estás dando tus primeros pasos en la lectura «seria». Este es un libro muy bueno entonces, un libro que te despertará el gusto por la buena literatura y te hará buscar libros que satisfagan un hambre voraz cuyo satisfacción solo depende, sin embargo, de productos cada vez más refinados.
Al leer de nuevo este libro, que ya no me llena, aprecio mi evolución como lectora, y me siento muy orgullosa de la trayectoria que llevo. Hace mucho acepte el reto de la literatura y me siento muy satisfecha. Así, cuando escribo estas opiniones sobre mis lecturas no pretendo sentar cátedra, pero quiero que los que la lean sean conscientes del esfuerzo (aunque para mí imprescindible, lo es) que supone leer, leer mucho y atreverme a exigir (porque la necesito) calidad en lo que leo. Critico siempre a los lectores que no superan el nivel de Zafón y Brown, pero es porque me da pena que la gente pierda el tiempo y la dedicación que supone leer un libro, con «productos» de tan baja calidad. Muchos de ellos podrían dar el paso, atreverse, crecer como lectores de igual manera que crecemos como personas.
Soy una buena lectora, soy una yonqui de la palabra escrita. Me asombra pensar en lo que he ganado al atreverme, al esforzarme, leyendo más que best-sellers. Y me gusta pensar en lo mucho que me queda por leer y en lo mucho que aún tengo que crecer como lectora. Y es que mi madre siempre me lo dice «Te vas a volver loca de tanto leer». Pues bendita locura.
[…] De Solo de libros. […]
Yo también he leído un par de veces «La Lluvia Amarilla» y, perdona, pero no estoy de acurdo en nada contigo. No quiero poner en duda t conocimiento y bagaje literario, supongo que nadie mejor que tú lo sabrás, pero no puedo aceptar que catalogues de buen o muy buen libro (me da igual) esta obra si: eres joven o estás comenzando con la lectura seria.
Este es un país libre y cada uno decide qué hacer con su tiempo, y personalmente, aunque Zafón es Zafón por no decir otra cosa, me parece excelente al que le gusta y leey relee sus obras, o novelas rosas o western de bolsillo, no importa porque lo verdaderamente importante es disfrutarlo y que exista variedad.
La Lluvia Amarilla es una grandiosa obra, porque al leerla sientes, sientes como nunca la soledad desde la crudeza, desde la debilidad humana a través del miedo, la realidad, el recuerdo, el abandono, la tristeza, la responsabilidad, la fidelidad y en resumen un montón de emociones interactuando con una serie de principios que nos llegan a decidir qué hacer y hasta dónde llegar.
Leer esta pequeña pero intensa novela (premio Planeta) con 12 años ha de ser una experiencia que puede dejar huella. No me extraña que bastante tiempo después, y con bastante más experiencia lectora y sobretodo madurez para afrontar la perspectiva de la muerte a través del camino de la soledad y la desolación te haga cambiar mucho tu perspectiva. El recuerdo de la primera vez quizás te hizo esperar mucho más cuando volviste a leerla y ello hizo decepcionarte un poco. O a lo mejor me equivoco y no te ha influido para nada y es sencillamente que diferencias una calidad que antes no podías y ahora no te parece para tanto, sin más.
También yo soy adicto a la lectura, desde muy pequeñín, y aunque Llamazares no es de mis favoritos tengo un profundo respeto hacia su obra.
La Lluvia Amarilla es una gran obra, para mí, y creo que aunque no me gustara debería decir que es una gran obra, digan lo que digan.
Pocas cosas hay que me conturben más que las ruinas de un pueblo abandonado. Esta sensación, en ocasiones vivida en la distancia, – desde la ventanilla del coche en marcha, he quedado muchas veces impresionado por los montones de escombros, antes pueblos y aldeas, que motean los campos sorianos -, se me hace insoportable cuando la experimento de cerca. Hace bastantes años, durante una excursión a Candanchú, tuve la desgracia de ser partícipe de una desafortunada decisión: parar a almorzar en un villorrio, inhabitado desde bastante tiempo atrás. Las pocas alternativas, – el paraje era extremadamente desierto -, y la inconsciencia propia de la juventud nos llevaron a adentrarnos en su única calle, transformada ya en un amasijo de ruinas. Ningún cartel indicativo de su nombre había resistido al paso del tiempo, – o por lo menos, yo no lo advertí -, sólo el yugo y las flechas permanecían adheridos a una pared de argamasa, que se deshacía poco a poco. Pero entre todos estos recuerdos, hay dos en concreto que me trastornaron entonces y han quedado grabados para siempre en mi memoria.
Uno, era la derruida cocina de una de las casas, en la que aún se amontonaban ollas y perolas rotas alrededor de la chimenea; los platos y cubiertos, llenos de polvo y telarañas, se hallaban dispuestos sobre una desvencijada mesa, como si la hora de la comida estuviera próxima. Me pareció, y aún me parece hoy, un decorado imposible, fruto quizás del capricho macabro de algún excursionista gracioso, pero lo cierto es que allí estaba todo, detenido en el tiempo, tal como lo cuento. Otro, era el pequeño cementerio con no más de veinte tumbas visibles, su tapia se había derrumbado por varios lugares y la verja de acceso, desprendida de los goznes, descansaba en el suelo. Lápidas y cruces rotas, hierbajos, suciedad, – aún, me duele pensar que algunos de esos restos eran el vestigio de la falta de respeto de nosotros, los que nos creemos vivos, hacia aquellos que decimos muertos -, había botellas de vidrio, papeles, latas… En fin, un espectáculo deplorable, muy propio de la condición humana. Regresé al coche sin almorzar y el festivo viaje se transformó en uno de los días más aciagos de mi vida.
A finales del pasado año, el blog Libros y Literatura me remitió información sobre “La lluvia amarilla”. En ella se hacía continua referencia a lo doloroso de su lectura: “es dolor cronometrado”, “era como inyectarme dolor en vena”, “literatura y poesía perfecta, dolorosa y necesaria”. A pesar de mi renuencia mantenida a adentrarme en la narrativa española actual, – no es especial santo de mi devoción -, la proximidad del tema y las reseñas elogiosas me bastaron para decidirme a conocer la historia de Andrés, único habitante de Ainielle.
El inicio del libro representó ya para mí una gran sorpresa. Y es que mis acercamientos a la poesía han sido tan pocos, – grave defecto supongo para el currículo de cualquier lector -, y, por lo general, tan escasamente satisfactorios que cualquier exceso lírico, sea del tipo que sea, acaba por ponerme siempre en guardia. Digo esto porque el monólogo intimista de “La lluvia amarilla” está más cercano al ejercicio poético que a la prosa en uso.
No quiero decir que sea partidario de desterrar totalmente a Calíope de la narración, pero sí de moderar su influencia. Porque el abuso, – Julio Llamazares es un ejemplo -, acaba por desgastar a la fría luz de la luna, a los sangrientos atardeceres y hasta a la pobre perra que, ajena a todos los excesos estéticos, descansa tranquilamente en el portal.
Es cierto que el libro consigue tocar las fibras íntimas en un inicio. Los recuerdos tejidos por Andrés en la soledad de Ainielle transmiten el dolor y la tristeza propios del abandono de un pueblo y, también, del ocaso de una vida. La muerte de Sabina, la marcha de sus hijos y la de todos los vecinos, los paseos entre un mar de ruinas, donde solo habitan fantasmas del pasado….Todo transmite desasosiego y dolor, – el blog Libros y Literatura estaba en lo cierto -, pero la existencia eutanásica de Andrés, y sobre todo el lenguaje empleado por su autor para relatarla, llegan a hastiar un poco.
Esa es al menos la percepción de una sensibilidad, la mía, poco proclive a los evocadores mundos poéticos. Quizás, por ello, mi juicio no sea ni certero ni imparcial, pero lo dicho no dejan de ser las impresiones de un lector que se aproximó a una obra, pensando hallar una cosa, y se topó de bruces con otra muy distinta: la elegía histriónica y desaforada a la muerte de un pueblo.
Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros
Disculpen señores. ¿Alguno de ustedes conocerá alguna página de Literatura donde pueda descargar esta obra, ‘La lluvia amarilla’? Estaría muy agradecido.
Sra. Castro, es maravilloso encontrar a alguien que piensa como tú en cuanto a las lecturas «de más allá de los Best-Seller». Cierto es que cada libro se muestra diferente en cada época de nuestra vida. «La lluvia amarilla» cayó en mis manos por casualidad, siendo muy joven, buscando otro libro: una sola página me invitó a sacarlo de la biblioteca (por aquellos tiempos mi lugar era la Biblioteca Nacional de Madrid, desde hace ya bastantes años, no prestan libros, una pena, es un sitio mágico para aquellos que amamos el mundo literario). Y no sólo disfruté de la historia sino que también lo hice del estilo de Julio Llamazares.
Creo que, después de tantos años después de aquella lectura, tengo tan nítidos en mi mente algunos pasajes que probablemente no pierda ni un ápice de gusto por cada página. No sé, tendré que probarlo.
…
Antes era mi madre quien me decía lo mismo que a usted, Sra. Castro: «Te vas a volver loca de tanto leer», ahora son mi marido y mis hijos quienes me lo dicen, y yo encantada de esta locura. (Por cierto, para alimentar esta necesidad que me ha acompañado desde siempre, estudio Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid… y es un placer que te pongan «lecturas obligatorias», siempre saco algo positivo a pesar de ser ya una lectora selectiva).
Me alegro de andar por este mundo virtual y encontrarme estas cosas.
Un saludo muy cordial,
Rosa
exacto, no has dicho por qué no te ha gustado el libro en tus segundas lecturas. yo lo encuentro de gran altura literaria, yo lo acabo de leer y me parece una novela de gran belleza lírica, como un largo poema, de hecho cada párrafo tiene rima interna. no me parece que este libro sea un bestseller ni sea literatura popular. de hecho me parece lo contrario, que vuela alto.
Acabo de terminar de leer La lluvia amarilla, y estoy muy orgullosa de proclamar que es uno de los libros que más me han llenado de todos cuantos he leído. Y lo digo tras haber experimentado yo misma esa evolución de la que hablas, pero «a la inversa». No suelo leer best-sellers (exceptuando aquellos de los que he escuchado muy buenas críticas), y de Balzac, de Kafka, de Sábato o de Dostoievski, por poner algunos ejemplos, he pasado a leer a Llamazares. Y me ha encandilado, cosas de la vida.. Quizá, mi amor por la prosa poética, o por esa sensación de soledad y nostalgia tan bien retratadas en La lluvia amarilla, no estoy segura. Pero lo que si sé es que no se puede despreciar un libro que se ha adorado alguna vez, y reducirlo a cenizas sin unos buenos argumentos que lo respalden. Lo siento, pero no por el hecho de leer más clásicos estás más capacitada para hacer una buena crítica de un libro. Porque de lo que se trata es de hacer una crítica de un libro, no de contar simplemente lo mucho que te ha defraudado sin aportar nada más.
Estupendo, una lectora muy culta y muy refinada. Pedante en exceso, diría yo. Me gustaría que hicieras una crítica razonada de que aspectos de «La Lluvia Amarilla» encuentras de tan baja calidad literaria que no llegan a satisfacer el supremo nivel evolutivo que has alcanzado como lectora. Así podríamos saber a que te refieres exactamente y hacer algún tipo de crítica. Sin este pequeño detalle, el comentario que haces del libro de Llamazares me parece una simpleza.
Esta entrada es muy buena, pero especialmente te agradezco haber escrito esto:
‘Critico siempre a los lectores que no superan el nivel de Zafón y Brown, pero es porque me da pena que la gente pierda el tiempo y la dedicación que supone leer un libro, con “productos” de tan baja calidad.’
Hace falta más gente que piense así. Pero antes de todo, urge revisar los canales de promoción que maneja el ‘público general’, y también la misteriosa reacción química que nos hace escoger para leer uno u otro libro.
Hola, estoy buscando por todas las librerías argentinas ese libro, no lo logro, estuvo por aqui hace unos dos años la última vez, pero no hay modo de conseguirlo.
Tenés idea de donde se puede bajar?
Saludos
Sinceramente, el libro es interesante por partes, pero hay otras que la verdad que abaten de tanta repetición de lo mismo
Estoy de acuerdo con Jonh, cuentas demasiadas cosas de ti y poco del libro.
A mi el libro me cansó. Me parece que se repite y machaca al lector. Por otro lado ni un solo recuerdo agradable… solo un día de sol…
Tambien leí «Luna de Lobos», El río del olvido. (Sin pena ni gloria). Voy a seguir el consejo de David y ver que pasa con «Escenas del cine mudo».
Estremecedor libro porque siempre hay partes que se nos cuelan como si fuéramos Andrés nosotros mismos.
Lo he leído este año 3 veces, cada una de ellas descubrí nuevas cosas, pronto sentí la necesidad de visitar Ainielle, porque Ainielle, sus calles, su paz, su quietud, enganchan.
el comentario es el siguiente, si es interesante leerlo, pues el proximo día 14 empezaremos a leerlo en el taller de lectura de personas mayores de andorra de teruel
HE LEIDO MUCHOS LIBROS PERO ESTE ES EL PRIMERO QUE ME HA HECHO LLORAR.
CUANDO YA NO QUEDE NIEVE SUBIRE A CONOCER AINIELLE, ES UNA HISTORIA QUE SE CLAVA MUY ADENTRO. OS LO RECOMIENDO
Al final de tanta parafernaria, nunca dijiste compañera, que es lo que te desencantó de la lluvia amarilla……..creo que tu comentario está incompleto. no esválido para mi.
Interesante reseña, más un recorrido personal y nostálgico que una crítica.
Hay libros con los que ocurre eso. Yo leí este libro hace poco, menos de un año, y llevo ya bastantes de lector. Me gustó su prosa poética, su sentimiento de soledad y de desolación. Llamazares me parece más dotado para la prosa poética que para la narración.
Me gustó más «Escenas de cine mudo», donde a partir de un taco de fotos cuenta su historia y la de su pueblo minero de León, muy evocador y la prosa muy cuidada, más pleno que este «la lluvia amarilla», pues no pude evitar al leerlo sentir que el despoblamiento del pueblo se acercaba al depoblamiento narrativo, casi no hay personajes aquí, no es una narración al uso, sino un texto bello más cercano a un largo poema.
Como reseñais puede ser una buena idea como iniciación, para apreciar el gusto por un texto bien escrito.
Un libro inolvidable también para mí, y para más gente: era devoto de él mi amigo Carlos Espinar, de Almería. Se nos quedó un poco atrás, como muy bien dices, pero su labor iniciadora y de placer absoluto por la lectura totalmente literaria creo que le torgan una pátina imborrable. Prefiero «Luna de lobos» -uno de los libros que viajan siempre conmigo-, pero nunca olvidaré que Juan Carlos Onetti defendió ambos libros en la sección de Cartas al Director de El País hace años, en un acto de generosidad, absolutamente inesperado, que para mí sentó cátedra.
Ahora entiendo por qué casi nunca dejaste comentarios en las alas viejas. No querías perder el tiempo sacudiéndote las pavesas de una hoguera casi infantil y a bocajarro. Ya, no había mucha literatura, bueno, pero es que era poco más que un diario, en fin…
El día que consiga atrapar a gente como tú tal vez empiece a estar haciendo bien las cosas.
No he leí nunca «La lluvia amarilla» ni nada de Llamazares, pero no es justo denostar ahora lo que entonces te abrió puertas. No se puede quedar uno en «El libro de la selva», pero tampoco el primer beso fue en vano. Luego uno aprende a preferir a Conrad a Kipling y a amar después de enamorarse con pantalones cortos.
Sólo me molesta cierto desdén con el que algunos de los que van creciendo en el conocimiento de las letras tratan a los lectores de «segunda fila». No necesitó leer a ningún clásico para saber que Dan Brown es una castaña me bastó eharle un vistazo a tres o cuatro hojas y contener las arcadas. Pero quien empieza a leer cosas «sencillas» como Gibram, tal vez acabe por… en fin, si no me van a hacer ni puñetero caso…
Dixit: «La primera vez debía de tener doce o trece años»;
Esos comentarios son los que definitivamente hacen sentir que los años pasan demasiado rapido…
Yo, que leí ‘Lluvia amarilla» cuando era muy joven (unos 16/17); también guardo un buen recuerdo de esa lectura que, por aquel entonces, me hizo llorar. Y ahora, observo el libro descansar en mi estantería y mis manos se retraen cuando intento volver a cogerlo porque temo que me pase lo que a ti. Y no quisiera destrozar el recuerdo.