La profecía de Cloostedd pertenece al género gótico de misterio de más rancio abolengo: apariciones, castillos tenebrosos, personajes de oscuro pasado o entornos oníricos son elementos que Joseph Thomas Sheridan Le Fanu utilizó profusamente para narrar una historia con una poderosa capacidad de seducción, pero de un desarrollo —y, sobre todo, de una parte final— bastante deslucido.
Lo primero que cabría resaltar, ya que quizá constituya el punto más fuerte de la novela, es la capacidad del autor para describir los entornos naturales en los que acontecen los hechos. Las imágenes de Le Fanu son detalladas y vívidas, llenas de colorido; sin necesidad de recurrir a una sintaxis compleja ni a adornar en exceso la narración, consigue transmitir una serie de sensaciones profundas y de marcado acento visual. Algo que redunda en la atmófera de la obra, ya que el lector puede sumergirse con prontitud en una acción que se desarrolla en gran medida entre lagos de aguas umbrías, bosques impenetrables y ruinas de aspecto inquietante. Vean, por ejemplo, la narración de la llegada de una tormenta:
Estaba oscuro y una terrible tormenta, cuya marcha —como el tronar lejano de un ejército invasor— se había oído débilmente al otro lado de la barrera de los montes Blarwyn a lo largo de la tarde, estaba cerca ahora, y estallaba en una batalla que resonaba profundamente entre los barrancos del otro lado, y sobre el ancho lago que brillaba como una lámina de acero bruñido bajo sus relámpagos de un azul deslumbrante. Unas ráfagas violentas y caprichosas bajaban encajonadas por las quebradas y gargantas de los montes de Golden Friars, agitaban el lago, doblaban los árboles y arrancaban sus hojas marchitas con sus acometidas.
Este tipo de descripciones, que se dan desde las primeras líneas de la novela, pronto contribuyen a crear una atmósfera sofocante y algo claustrofóbica, en la cual las desventuras del baronet Bale Mardykes y su secretario Philip Feltram cobran una nueva dimensión. Y es que Le Fanu hace gala de todo un repertorio de recurso góticos, pero la narración en sí nunca termina de mostrar, al menos de forma indubitable, ningún elemento que pueda hacer pensar en resoluciones fantásticas. Esa dimensión, por tanto, hace de una historia más o menos corriente (la de unos celos heredados de una antigua tradición familiar; o bien la de una herencia disputada) una trama llena de misterios que suscitan la intriga y la duda.
Además, otra de las características del estilo de Le Fanu es su precisión a la hora de crear los personajes secundarios. Es curioso que el baronet Mardykes, protagonista indiscutible, pueda quedar en un segundo plano en la memoria del lector si lo comparamos con el doctor Torvey, un hombre bonachón, chismoso y bebedor impenitente. Cada una de sus apariciones, así como las de otros cuantos personajes, es memorable y tiñe el texto de una cercanía muy difícil de lograr en literatura: sus manías, sus formas y sus vicios conforman una creación simpática, que se granjea el cariño y que se alza como una figura narrativa casi de más empaque que otros personajes con mayor importancia dentro de la trama.
Pero el caso es que más allá de estos acierto formales, el ensamblaje del conjunto deja algo que desear. El autor comienza la novela con muy buen pulso, pero pronto se empieza a notar un cierto desequilibrio: los saltos de unas líneas argumentales a otras son forzados, los cambios de argumentación son abruptos. La historia se desarrolla con vacíos que se llenan a destiempo, con explicaciones que no se dan en el momento adecuado y que bien llegan tarde, bien no llegan nunca. Así, la parte final de una historia que debería ganar en intensidad con cada página resulta ser un batiburrillo de sucesos entre inexplicables y desconcertantes. Quizá el intento de mezclar demasiados elementos sin llegar a decidirse por una conclusión determinada hizo del desenlace esa amalgama de indicios y suposiciones.
La profecía de Cloostedd, con todo, es una novela maravillosa por su ambientación, por la viveza de sus paisajes y de sus personajes; una obra que tiene todo el buen sabor de la literatura gótica y que anega los sentidos del lector con su imaginería visual, fantástica y colorida. Los incondicionales del género y los amantes de la literatura evocadora tienen en este libro un exponente hermosísimo.
Excelente comentario amigo; me ha dejado una sensación similar a la tuya este libro de Le Fanu. Tiene partes sobresalientes junto a otras mediocres, planas, algo superfluas, diría. En conjunto es una novela interesante, con majestuosas y coloridas descripciones y un complejo dibujo de los personajes, pero el desarollo es algo torpe y pastoso por momentos. Aun así, vale la pena, sin dudas, conocer a Le Fanu. Un abrazo!