No es común encontrar novelas de fantasía (y aún más del género comúnmente conocido como de «espada y brujería» o «épica») que muestren aspectos tan controvertidos de la sociedad como es el caso de la guerra. Es cierto que luchas, batallas y enfrentamientos se encuentran por doquier, pero las reflexiones sobre ello, las ideas sobre el papel de la violencia y el poder, las consideraciones acerca de los hechos que se narran no suelen darse. Joe Abercrombie puede arrogarse el mérito de haber escrito una obra que no sacrifica ningún aspecto de la infinita miseria humana en favor de un desarrollo dinámico; de hecho, consigue imprimir un ritmo que obliga al lector a leer cada página con avidez, e introduce al tiempo una mirada cruda y descarnada acerca de la guerra.
Los héroes es una novela que narra una batalla de tres días en mitad de un conflicto mayor que enfrenta a dos estados. En ese tiempo tan breve, sin embargo, conoceremos a héroes y a cobardes; asistiremos a incursiones intrépidas y a acciones ridículas abocadas al fracaso; tomaremos contacto con la miseria, la avaricia, el pillaje, la traición, el miedo, la prudencia y la malicia a partes iguales. Pero, sobre todo, terminaremos la lectura del libro con un regusto amargo y una idea clara: la guerra es siempre fruto de decisiones imprudentes de gente que no participa en ellas.
Todos los personajes —y son muchos— que aparecen en la novela acabarán, de un modo u otro, padeciendo algún tipo de desgracia debido a su participación en el conflicto. Curnden Craw (a quien se puede definir como protagonista, si bien la novela es coral) es un guerrero por vocación, pero ve morir a su alrededor a tanta gente que desiste de tratar de entender el papel que juega en ello. Como él, otros personajes se enfrentan con sus prejuicios o ideas preconcebidas cuando la batalla muestra lo peor y más cruel del ser humano. Novatos enardecidos que son incapaces de empuñar un arma en cuanto entran en combate; estrategas de alto rango que malinterpretan la situación real con consecuencias catastróficas; conspiradores que, acostumbrados a intrigas en los centros de poder, se ven cara a cara con la crueldad y el dolor; guerreros curtidos en docenas de enfrentamientos que mueren debido al vuelo fortuito de una flecha perdida… El cúmulo de hechos aparentemente banales que se dan en Los héroes podría parecer asombroso si no fuera porque así es el sinsentido de la guerra: cientos, miles de vidas valiosas que son segadas en un instante por acciones fortuitas e irrelevantes para el desenlace final.
Tanto es así que (perdonen que desvele el final de la obra, si bien no tiene importancia para el desarrollo de la historia y el disfrute de la lectura) esa batalla de tres días que deja tras de sí a cientos de muertos, muchos de ellos personajes que juegan algún papel relevante en el libro, termina con un endeble y malicioso acuerdo de paz impulsado por cortesanos más preocupados por sus intereses personales que por el bien de las comunidades y gentes implicadas en la guerra. Aunque el universo en el que transcurre la acción sea fantástico, las acciones, intereses y planes que se entretejen en esos acontecimientos son tan reales que asustan. El dolor, la pérdida, la muerte y la tristeza están presentes en cada página, en cada personaje; no encontramos aquí la épica de la batalla tan propia de otras obras de género fantástico, sino tan solo las miserias de un conflicto que muestra lo más bajo, en todos los sentidos, de los que participan en él.
Incluso para los que no sean aficionados a los universos de corte fantástico, Los héroes es una novela que tiene mucho que ofrecer. Ha sido un sorprendente descubrimiento y una feliz muestra de que la buena literatura, aquella que versa sobre el hombre y su humanidad, no entiende de géneros.
Más de Joe Abercrombie: