Quizá Mutatis Mutandis sea una inmensa (por su objetivo, no por su tamaño) broma que apunta hacia toda una generación/corriente/movimiento como es el de los «nocilleros», y puede que su enjundia literaria quede reducida a ese simple hecho; quizá, por el contrario, sea una suerte de homenaje sui generis a una forma de concebir la literatura que, para bien o para mal, tiene su predicamento hogaño. Sea como fuere, lo verdad es que el libro es divertido y socarrón, se ríe de todo (incluso de sí mismo) y no trata de interpretar, clarificar o pontificar sobre nada.
La excusa para que Javier García Rodríguez ponga en marcha esta novelita es que la mujer de un profesor universitario fallecido encuentra un fajo de papeles que parecen contener un proyecto narrativo en forma de notas. Alternando una narración más o menos costumbrista —en forma de diario— con toda una profusión de apuntes y pensamientos, Mutatis Mutandis construye una especie de teoría literaria peculiar y desopilante, en la que ese profesor da rienda suelta a su biliosa concepción de la modernidad literaria, del papel de la crítica, del compromiso del autor y de otras mil y una cuestiones. Que un catedrático medievalista que considera que no hay novela de los últimos cuatrocientos años que valga la pena se enfrente a una nueva generación de escritores que pone patas arriba la literatura más canónica ofrecerá un resultado desternillante: «Me toca los cojones el afterpop como ya me lo tocaba el Propp y el afterpropp.»
El protagonista cree hallar pistas de una conspiración para elevar esa literatura que se dice tan rabiosamente actual («Pero no son tan modernos, estos tipos no son tan modernos, ni tan posmodernos, ni tan tardomodernos, ni tan…») en todas partes: artículos periodísticos, anuncios, prebendas, tesis doctorales. Para el profesor, la nocilla impregna de manera súbita todo lo que le rodea, poniendo así en cuestión la pertinencia de sus concepciones y haciendo de su proyecto narrativo (una novela titulada Los días grises) algo obsoleto incluso antes de verlo concluido. Esta paranoia se refleja en esas notas que toma y que conforman, reunidas, el propio libro.
¿Tomadura de pelo, crítica mordaz o ambas cosas? Es difícil asegurarlo, pero uno se inclina a pensar que la tercera opción es la más ajustada a la realidad. García Rodríguez esboza un texto que utiliza en su propio beneficio muchos recursos literarios posmodernos (fragmentación, intertextualidad, renuncia a la interpretación) y que, sin embargo, no renuncia al humor para reírse de autores y obras que podrían considerarse referentes. El propio protagonista da algún indicio sobre ello:
Porque no se puede escribir tanto ni sobre tantos asuntos. No se puede estar al día sobre tantos músicos, artistas, spoken-worders, videoinstaladores, blogueros, poetas, performanceros, fanzinerosos. Hablan de autores que nadie conoce, escuchan música que no existe, ritmos ignotos, promocionando una especie de bullying artístico hacia todos aquellos que no están en la onda (y me imagino que decir «estar en la onda» es no estar en la onda).
Lo que sí es indudable es que Mutatis Mutandis es un libro divertidísimo, con un protagonista entrañable y con algunas digresiones más que interesantes. Aunque el juego con el lector es constante, Javier García Rodríguez se ha permitido el detalle de lanzar más de una idea interesante disfrazada de boutade; la inteligencia del texto se enmascara tras la sucesión de bromas, pero es ahí, quizá, donde resida el meollo más enjundioso del libro. O tal vez no. Hagan la prueba y verán como no se arrepienten.
Sugerente tema y reseña. Habiendo leído Barra Americana, es francamente tentador este Mutatis mutandi. Pero poco a poco…
Si os interesa mi reseña de Barra Americana: http://inficcion.wordpress.com/2011/11/11/la-experiencia-expropiada-en-una-barra-americana-resena-de-%E2%80%9Cbarra-americana%E2%80%9D-de-javier-garcia-rodriguez-dvd-ediciones-2011/