Alguna vez habremos hablado por aquí de los libros hechos a base de retales, de sobrantes o de restos de otras obras. Me refiero a los encargos, a esos lanzamientos que todas las editoriales fraguan para aprovechar un poco el tirón de un autor, o de un acontecimiento, y engordar un poco las cuentas antes de la próxima auditoría de los temibles departamentos de marketing.
Este es el caso de «Nuevo elogio de la locura», de Alberto Manguel, cuyo trabajo más reciente publicado en España, «Una historia de la lectura» (ya publicado hace unos años, aunque no en una edición tan bonita como la de Lumen), vendió lo suyo las pasadas navidades. Por esta razón (imagina uno) su editorial se descuelga con una recopilación de artículos aparecidos en numerosas publicaciones y cuyo nexo común es… bueno, supuestamente la locura, aunque leyendo las historias uno no acaba de ver esto muy claro. Quizá la diferencia con su título original («At the Mad Hatter’s table») pueda aclarar un poco este desajuste.
El libro está compuesto por una veintena de ensayos agrupados en cinco epigrafes, según se hable de la historia del libro, de escritores o de lugares, que de todo hay en esta colección. En general, los artículos son interesantes, aunque la falta de coherencia interna en la construcción del libro distrae, y la distracción en la lectura nunca es buena. Manguel es un hombre muy leído, un erudito moderno que tan pronto diserta sobre la evolución de la escritura desde la antigüedad como de las ideas sobre el cuento de Borges. Su inteligencia es de agradecer, pero la estructura de este compendio invita a la dispersión de ideas, y ese detalle empobrece la lectura.
Estos artículos fueron escritos con muy diferentes objetivos, y bajo motivaciones muy distintas, y eso se nota mucho al leerlos. Lo cual, hay que admitirlo, termina por aburrir.
El apabullante despliegue de saber, de referencias, de datos que el autor esgrime en los ensayos deja de ser interesante al cabo de unas páginas, porque —insisto— leer un artículo suelto en un dominical con motivo de algún acontecimiento puede ser instructivo, pero la suma de todos ellos en forma de libro provoca hartazgo. No obstante, en su favor hay que decir que algunas de las piezas son muy interesantes, aun cuando la información presentada sea acumulativa: me refiero a que no hay nada novedoso (en tanto a ideas, a propuestas, a sugerencias) en las historias de Manguel. Sus tesis son archisabidas, casi manidas, pero siguen resultando válidas y, algunas, necesarias. Por ejemplo:
[La] necesidad de consumir no se genera mediante la creación de nuevas áreas de exploración intelectual y emocional a cargo de la obra de arte en sí misma, sino por medio de campañas planificadas que, inspiradas en estadísticas e investigaciones de mercado, logran inventar una prehistoria de anhelos por algo que más tarde se producirá deliberadamente para satisfacerlos. […] Sin embargo, es posible producir libros para aliviar una ‘necesidad’ espiritual después de difundir seudomisticismos prefabricados y accesibles a todos, llenando librerías con advertencias apocalípticas y teorías conspiratorias basadas, por supuesto, en verdaderas angustias y temores colectivos.
Creo que cualquiera puede intuir de quién está hablando en este párrafo, ¿verdad? Y, como decía antes, hay verdades que no por trilladas dejan de ser ineludibles. Por esa razón algunos de los artículos de esta colección son muy de agradecer, como ‘Notas para una definición del lector ideal’ (me quedo con: «El lector ideal lee toda literatura como si fuera anónima»; apúntenlo aquellos que entronizan a los ‘autores de manual’), ‘El sida y el poeta’ o ‘Falsificaciones’. Por lo demás, el libro no deja de ser una frivolidad del editor, lo cual, sumado a esa acumulación de enciclopedismo de las piezas, convierte a este «Nuevo elogio de la locura» en un volumen prescindible. Para usuarios de bibliotecas.
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