He aquí una novela insólita en el panorama literario actual: una novela fabricada con primor, con audacia y con el convencimiento de crear algo maduro e interesante, ajeno a ritmos cambiantes. El resultado, aunque no tan redondo como cabría esperar, es positivo y no cabe duda de que el alejarse de tendencias (y parece que las últimas novelas de las que hemos hablado van en esa dirección) y modas favorece el ejercicio de una narrativa más intensa y enjundiosa.
Al grano; Gonzalo Hidalgo Bayal ha pergeñado una obra carismática y bella, sobre todo por un uso del lenguaje tan exquisito como exigente, que requiere del lector los cinco sentidos, no tanto para evitar desnortarse entre sus páginas como para empaparse de una prosa soberbia en contenido y continente. Y no es baladí el uso trabajado del lenguaje, pues la historia que se cuenta en «Paradoja del interventor» da pie a que la prosa teja y entreteja la desventura que se narra.
Un hombre anónimo baja un día en una estación de tren, en una ciudad sin nombre, para llenar una botella con agua y tomar un café; sin saber muy bien cómo, pierde el tren y queda abandonado en ese lugar solitario y alejado de cualquier normalidad. De manera inevitable, casi bíblica, el hombre comienza un descenso hacia la degradación moral que le convertirá en el interventor, un vagabundo ajeno a todo y cuyo único impulso (cree él) será el de esperar otro tren que le devuelva a una civilización tan lejana como la propia redención.
Al igual que los héroes de Kafka, desconcertados ante un mundo cuyas reglas acatan, pero no comprenden, el interventor de Bayal se mueve por la ciudad descubriendo vidas cuyas historias van definiendo la suya, pero sin acabar de entender la razón que le mueve. Su vida, arrancada de raíz de una realidad compleja e inasequible, pierde consistencia en esa peregrinación surrealista por la ciudad innominada, pero gana en humanidad: el mismo interventor afirma, consumado casi por completo su calvario, que la bondad es lo único en lo que cree. Quizá por ese motivo, por lo ‘divino’ de su aventura, no hay otro final posible para la novela más que el que Hidalgo Bayal ofrece, y que no desvelaré aquí. Su botella de agua, la irónica razón por la que pierde el tren, se convierte en la mejor metáfora de la paradoja de este interventor: frágil, pero sempiterna.
Una auténtica delicia para cualquiera, sobre todo para los que aprecian la labor de orfebre de un buen narrador, que no son todos. Y venga esto a cuento porque, si bien es cierto que el lenguaje sirve a algunos para poner distancia entre el autor y los lectores, a otros les resulta natural ser complicados. No creo que sea demérito el uso de un lenguaje culteranista, como no lo es el uso del habla popular, pero ninguno de ellos, per se, es mejor; quizá sólo sea cuestión de gustos, aunque me parece que la adhesión a uno u otra corriente es condición indispensable para lanzarse al ruedo de la crítica: Proust es inabordable para una mayoría de lectores, pero no por ello deja de ser un escritor inmenso. Que la crítica alabe unánimemente novelas como las de Hidalgo Bayal es lógico: es lo que se espera de ellos, sean quienes sean; ahora, que la obra sea mejor o peor sólo dependerá del autor. Si como lectores asumimos la opción que nos presenta, bien; si no, a leer otra cosa. Ni unos ni otros serán más cultos por su elección, aunque banalicemos la cuestión nadando siempre a contracorriente.
He terminado de leer recientemente la novela de Gonzalo Hidalgo y me ha parecido estupenda, en la línea de las mejores novelas de Luis Landero, por poner un referente cercano. Me ha recordado mucho a ‘La paloma’, de Patrick Suskind. En ésta última, el simple hecho de encontrar una paloma a la puerta de su casa cambia radicalmente la vida del protagonista sin que éste pueda hacer nada para evitarlo. En ‘La paradoja del interventor’, el suceso es perder un tren tras bajarse de él a tomar un café. Es una novela que hay que leer.
lo he acabado hoy, un libro extraordinario, una prosa portentosa y una forma de narrar divertida y humorística al tiempo que natural y descarnada.
BUENO Q ESOS MUÑESCOS NO TRAIGAN BIRUS
En primer lugar, puestos a comentar incorrecciones gramaticales, señor Antonio Jiménez, sus «decir que» (comúnmente conocidos con la etiqueta de infinitivos radiofónicos) usados al comienzo y final de su texto deberían formularse, según advierte la RAE, como «he de decir que», «cabe decir» u otra variante de este tipo.
En segundo lugar, he leído su crítica a Hidalgo Bayal a través del enlace ofrecido en esta página, y me sorprende que se atreva a enunciar una opinión tan rotunda y definitiva de la novela del interventor anónimo sin haber concluido su lectura. Sobra decirle que juzga sin haber tenido en cuenta la segunda y mejor parte de la novela, aunque parece evidente que con un par de páginas, a usted le es suficiente para condenar un libro y un autor a la hoguera. Enhorabuena por su agudo y raudo olfato literario.
En tercer lugar, y en relación al conflicto artificiosidad-sencillez en el estilo literario, creo que denostar a ultranza cualquiera de los dos estilos es hacer un daño irreparable a la Literatura, en cuyo regazo se dan lugar pacíficamente ambos tipos de escritura, ambas formas de contar una historia o de mostrar unas reflexiones. El grado de complicación estilística que escoja un autor a la hora de escribir su obra está muchas veces vinculado al tipo de ‘lector modelo que buscaá esa obra cuando sea publicada. Así, ‘Paradoja del interventor’, no se dirige al lector medio de, pongamos por caso, Arturo Pérez-Reverte. Con ello, no quiero afirmar que el estilo empleado por Hidalgo Bayal sea mejor o que las novelas de Reverte sean para tontos. Sólo trato de expresar el placer y la suerte que supone la existencia de todo tipo de estilos, más o menos asequibles o intrincados, con lo que se permite una oferta amplia para todos los gustos literarios. Porque resulta una gozada tener la posibilidad de escoger, por ejemplo, entre el escritor de Cáceres y el de Cartagena para pasar una calurosa tarde de verano, elección que puede depender del estado de ánimo, de las motivaciones, del interés literario del momento y no de la mejor o peor calidad del estilo literario de cada uno.
Usted asegura que la artificiosidad aleja de la literatura al no iniciado, y yo le digo, ¿por qué no acercar al no iniciado a la artificiosidad?, ¿es que desentrañar el artificio no es una tarea divertidísima que da como resultado una inesperada satisfacción?, ¿no ha probado nunca a resolver el enigma de un poema del Vallejo vanguardista? Indagar en la oscuridad depara recompensas increíbles para los más atrevidos. Entonces, ‘¿por qué contar oscuramente lo que puede ser dicho de forma simple y sencilla?’, porque ofrecer un juego retórico y estilístico es parte fundamental del arte literario y porque entrar en ese juego es muy divertido.
Nada más, a no ser un apunte subjetivo: me hace mucha gracia el resentimiento latente en los escritos de Antonio Jiménez hacia Hidalgo Bayal, hacia los suplementos culturales y sus críticos, hacia cualquiera que no escriba como se habla y además, tenga o le hagan tener éxito… en fin, todo ello me viene a confirmar que los literatos afamados y los aspirantes a son los seres más vanidoso y ególatras de la tierra.
Vengo a responderte:
¿qué crees? pues que trabajo en una biblioteca, pero mi problema es que los libros los quiero para mi solita, es decir, sentir la dicha de la pertenencia, jajaja.
Así que todo el dinero se me va en vestirme de libros, calzar de música y cambio frecuentemente de lentes: el cine.
Beso
Avanza la lista para la compra.
Me empobrecerás el bolsillo para hacerme millonaria…jeje
Interesante reseña y más aún parece el libro, que da la impresión de enmarcarse en esa nueva narrativa que tanto esperamos. Creo hacia el final de tu comentario que sí es importante la elección, y que sí proporciona un nivel cultural una u otra lectura. Y si no se nos ofrece un juego de palabras, una elaboración más experimental que los saludos del ascensor, apaga y vámonos, entonces sería siempre como leer el Código Da Vinci.
Saludos. Me gustan estas estupendas recomendaciones, y procuraré conseguir el libro y mi próxima visita a la libreria.
El estilo es la voz de un escritor, pero también sus maneras y sus amaneramientos, añado yo. Bayal parece un escritor muy interesante.
A mí, el libro me parecio un tanto pretencioso que con el entorno surrealista parece diluirse pero que deja ese tufillo al lector.
Leí «Paradoja del interventor» de Gonzalo Hidalgo Bayal cuando se publicó en Los Libros del Oeste hace dos o tres años y que ahora publica Tusquets. Es una de las mejores novelas que he leído en los últimos años. Es de esas novelas que requieren la participación activa del lector, ya que hay frecuentes guiños literarios que conviene desentrañar. Como bien señalas en tu reseña, la riqueza del lenguaje y su magistral dominio es otro de los aciertos de la novela, y es que Gonzalo Hidalgo Bayal es poseedor de una prosa rica, brillante y acertada, muy en la línea de los mejores contadores de historias. Personalmente sigo los pasos literarios de este escritor desde hace tiempo y puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que es una de las voces que más pueden aportar en el presente panorama literario.
A los interesados en conocer más datos sobre la novela les aconsejo que lean los magníficos «Asperges de notas sobre Paradoja del Interventor» de Miguel Ángel Lama en su blog :
http://malama.blogspot.com/
Saludos
Buen texto.
Muy interesante el párrafo final. Estoy de acuerdo en que inclinarse por una u otra forma de expresarse depende de una elección personal y no determina la calidad de la obra.
Es curioso que últimamente sea quien utiliza un lenguaje más literario o una construcción más barroca, quien parece que tenga que excusarse. Ni mucho menos.