Uno creía haber visto y leído suficientes testimonios del holocausto judío y de la barbarie nazi durante la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, «Si esto es un hombre» ha resultado ser algo inesperado, insólito en mitad de tanta amargura, de tanto odio y de tanta sangre.
El libro de Primo Levi no ahonda en la masacre; no escarba en las tumbas de los asesinados; no se recrea en los sufrimientos de los presos de los campos de exterminio. El italiano prefiere (y el título ya debería haber dado pistas de ello) tratar de profundizar en el hecho, quizá, más inhumano de todo el proceso: cómo un hombre puede arrebatar a otro todo indicio de humanidad, toda muestra de civilización. Uno no se esperaba algo así y, aunque no sería justo afirmar que otros testimonios son menos veraces o estremecedores, semejante verdad ha resultado ser dolorosa y causante de reflexión.
Levi narra su internamiento en Monowitz, un campo de trabajo dependiente del de Auschwitz, a comienzos de 1944. Pronto comprende que aquello no es sino una ruleta rusa, una suerte de juego cruel en el que puede morir cualquiera, un microcosmos de miseria, de horror, de injusticia y de maldad. Las descripciones de los trabajos que son obligados a llevar a cabo los presos, de los castigos a los que se los somete, de las condiciones de vida que mantienen, son tan espeluznantes que sorprende verlas narradas de una manera tan expositiva, casi tan desapasionada. Levi, como hemos dicho, no se recrea en los detalles sórdidos o macabros, sino que describe con pulcritud ese proceso que, poco a poco, aunque con extraordinaria rapidez y eficacia, priva a los seres humanos de su condición de hombres para convertirles en esclavos.
Obviamente, en una novela de este calibre el estilo no es determinante, pero el escritor da en el clavo al narrar acontecimientos de forma objetiva (si así se la puede denominar). Los métodos que los alemanes utilizaban para alienar a sus cautivos eran refinados, cuidadosos y, por ello, absolutamente terroríficos. El mundo que se creaba dentro (y en torno a) los campos de concentración era una muestra palpable, y así lo quiere reflejar Levi, de la degradación que puede alcanzar el hombre. Sin embargo, también se dan indicios de la importancia que algunos concedieron a preservar su humanidad de tal hecatombe moral, y constituyen algunos de los momentos más preciosos y emocionantes del libro.
Como añadido, se incluye al final del libro un apéndice en el que el propio autor contesta a una serie de preguntas que, a lo largo de las presentaciones que hizo, le formularon algunos interlocutores, y que, lejos de ser superfluas, presentan algunas reflexiones verdaderamente interesantes. En suma, un libro duro, terrible, pero quizá por ello necesario.
Hacer creer que SOLO los judíos fueron gaseados es una falsedad y una bajeza. La cuestión es política y económica. No mencionar a gitanosy eslavos es un pecado. La mayoría de de los GITANOS fueron gaseados en Auschwitz, familias enteras. Hagan el favor de decirlo y de no mentir por omisión para hacerse la víctinas absolutas. Estudien el caso de los gitanos. Por no resarcirlos, ni se les menciona. Los judíos se quedaron con todas las reparaciones económicas. El dinero que se lo guarden la Merkel y sus amigos, pero no oculten la verdad como hace Levi por puro racismo. LOs judíos no tragaban a los gitanos. Lean a Kaftan , judío, y sus escritos contra los gitanos, cuyo Holocausto» se llama en su lengua PORRAIMOS. Un millon más o menos de muertos.Tampoco olviden a los eslavos.
[…] (Fuente: solodelibros) […]
[…] (Fuente: solodelibros) […]
[…] a ellos se les sometiera al más triste muro en los Campos de Exterminación, como bien escribió Primo Levi en Si esto es un hombre. El victimismo se vende a precio muy caro. La Muralla China es la más grande del mundo fue […]
Pues el libro lo he leído me ha parecido bueno los que quieran leerlo se darán cuenta de que en los campos de concentración NAZI solo había un «Nacionalismo» de una raza «superior» el que lo lea y le cause gracia es una persona ignorante porque no sabe el sufrimiento de estos Judíos es un libro bastante emotivo
Me he leído el libro de Primo Levi «Si esto es un hombre» casi atropelladamente, me ha gustado, pero lo que no sabeís a que se debe esa lectura tan urgente. Os cuento, es resultado de que se lo han impuesto a mi hija (de 15 años) y que está en 4º de la ESO en la asignatura de Ética.
Como ella no entendía nada, me decidí a leerlo yo y me he quedado alucinada en el poco cerebro de una maestra al mandar leer esto a adolescentes, no por la temática, que me parece muy adecuado el debate sobre el tema que trata el libro, sino porque le puedo decir más de una docena de libros adecuados para la edad de los niños.
Me gustaría saber vuestra opinión, a lo mejor es que estoy equivocada y me agradaría saber que piensan otras personas al repecto.
Estimada Ángeles,
en mi opinión, con quince años ya no somos niños. Por eso es bueno que experimentemos con lecturas diferentes, más maduras, que a su vez nos hagen madurar. Puedo que tu hija no haya entendido el libro al cien por cien, pero esa lectura la habrá hecho crecer como lectora, facilitándole el camino para entender mejor en el futuro (no sólo los libros, sino sus propias experiencias).
No debemos ser autocomplacientes, quedarnos en lecturas sencillas, no atrevernos a probar con cosas tal vez más arduas. La lectura es placer pero, a mi entender, es sobre todo una puerta a la madurez y el conocimiento.
Un saludo cordial.
Totalmente de acuerdo con Ud., Sra. Castro, aunque con un mátiz. Por desgracia,los quince años de hoy en día no son los mismos que los de nuestra época (permítame la osadía de hacerla coetánea mía, pero si no lo somos totalmente estaremos muy próximos a serlo). A mis quince años, y no me creo un bicho raro, había leído a Gogol, a Tólstói, a Sánchez Ferlosio en su «El Jarama», a Wilkie Collins (es cierto que también a Mark Twain, a Walter Scott y otros muchos)…. A mis padres no les asustaba que cogiera de la biblioteca los dos enormes volúmenes de la II Guerra Mundial y viera, en un montón de crudas imágenes, las atrocidades que es capaz de cometer el ser humano. Hoy, parece ser que asusta la lectura de Primo Levi.
Pero, para tranquilizar a Angeles, le diría que no se preocupe, porque ahora los horrores llegan a la juventud, no desde Primo Levi y los libros, sino desde la cotidianidad de la vida misma, basta con observar algunas esquinas de las grandes ciudades, conectar la televisión de vez en cuando o navegar por determinadas páginas de internet. El horror la sociedad lo sirve hoy en día a la carta y gratis, los libros únicamente enseñan a pensar y a interrogarte sobre la vida, a crearte opiniones propias que te ayudan a vivir desde tus convicciones, no desde las de los otros. Creo, sinceramente, que ya es mucho
Espero no haber sido pesado. Un abrazo a las dos,
Estimado Miguel,
estoy totalmente de acuerdo contigo. El ser humano llena la vida de horrores. Bueno es conocerlos, sea del modo que sea, y combatirlos.
Sin embargo, creo que lo que preocupaba a Ángeles era, no tanto la temática, como la complejidad, el nivel de la lectura. Y en ese sentido me reitero en mi idea de que no hay que ser acomodaticio, no hay que quedarse en lecturas sencillas que no nos piden un esfuerzo.
Y respecto a eso, estoy completamente de acuerdo en que el nivel de las lecturas de los más jóvenes ha descendido drásticamente. Pero también ha descendido el de los adultos. Dice Stephen King que está bien que a los jóvenes les guste J.K. Rowling, porque los que la leen a ella son futuros lectores de Stephen King. Ese es el panorama: lectores de lecturas comerciales.
primo levi, fue un hombre , que supo afrontar los momentos duros.
Primo Levi, además de haber elaborado un testimonio único sobre los campos de exterminio, tiene la característica de ser un escritor muy diferente a lo habitual. La polémica con Jean Améry sobre el papel de los intelectuales tras la barbarie nazi es un ejemplo de ello.
No me convence le idea de la trilogía, me parece una racioinalización posterior de su obra. Me gusta más pensar en estos libros como fruto de necesidades – impulsos – diferentes en etapas diferentes. De Levi, por supuesto.
Es interesante resaltar que «Si es esto es un hombre» forma la primera parte de lo que acabó siendo una trilogía, junto con «La tregua» y «Los hundidos y los salvados».
Si en el primer libro se narra el año que Levi pasó en Auswicht, el segundo continúa donde lo dejó con la liberación del campo por parte de los rusos, y el año de vueltas por Europa para regresar a casa, donde ya nadie le esperaba. Si bien «Si esto es un hombre» es un testimonio estremecedor, necesario, quizás la segunda parte, ya más distancia de lo contado, sea más literaria, dando lugar casi a una novela picaresca, tremenda. La tercera parte es una reflexión más a nivel de ensayo de lo anterior, volviendo a ello unas cuantas décadas después, poco antes de su suicio (aunque sobre esto también hay controversia)
Son muy interesantes también sus libros de relatos en los que vuelve sobre el tema, «Litit y otros relatos», donde cuenta la historia de algunos de los personajes de «Si es esto es un hombre», como del italiano que le ayudaba y le daba sopa, un relato bellísimo y estremecedor, «Última navidad de guerra», y «La tabla periódica», donde habla del antes y el después del campo de concentración, las leyes raciales en Italia, y el después de su vida de químico.
Un escritor testimonial, imprescindible para entender el siglo XX. Es buen escritor, pero realmente deslumbra por su lucidez y humanidad. Según Antonio Muñoz Molina no se puede tener una conciencia política del siglo XX sin haber leído la trilogía de Primo Levi. Yo extendería la frase a sus colecciones de relatos, que también son impresionantes. De hecho es un escritor bastante más dotado para el relato que para la novela, los capítulos de «Si esto es un hombre» practicamente son relatos.
Coincido plenamente contigo: es un libro duro pero necesario. Además, su dureza es bastante más profunda que una descripción exhaustiva de lo que se sufrió. Como bien dices tú, ahonda más adentro, y quizás eso es lo que lo hace tan duro, que uno aún tiene la capacidad como para reflexionar ante algo tan, en el fondo, y por más que lo tuvieran todo calculado con fría irracionalidad, racionalidad.
Es, además, el mejor libro de la trilogía, aunque merece la pena leer los tres… Pero cogiendo aire de por medio, claro…
Penita que se suicidara, Primo Levi…
‘Si esto es un hombre’ es un libro magnífico. Me han gustado mucho vuestros comentarios y voy a permitirme recomendar ‘Viviré con su nombre, moriré con el mío’ de Jorge Semprún.
«En el crudo invierno de 1944, la dirección central de los campos de concentración envía un requerimiento a la oficina de la Gestapo en Buchenwald: ¿vive aún el deportado Jorge Semprún, de 20 años, matrícula 44.904? Los comunistas prisioneros en el campo interceptan el mensaje y planean ocultar al joven tras la identidad de otro preso agonizante. El recuerdo de esta suplantación sirve a Semprún para situarse esta vez en el núcleo más duro y trágico del campo de la muerte»: FNAC.
Un estremecedor relato, donde Semprún cuenta cómo con 20 años fue deportado a Buchenwald y suplantó a un joven de su edad y enorme parecido físico; este chico estaba agonizando, Semprún vivió a su lado las últimas horas; antes de morir le dijo unas palabras casi ininteligibles en latín… que Jorge Semprún recordó 55 años después, frase que pertenece a la obra de Séneca: ‘Las Troyanas’, cuya adaptación estaba realizando en aquella época. «Trabajaba en un ensayo y en una novela, cuando surgió la idea de escribir este libro, que se debe a dos coincidencias: ‘No hay nada tras la muerte y la muerte misma no es nada’, es la frase que pronunció antes de morir François, el muchacho francés cuya personalidad suplanté en el campo de concentración. Ese hallazgo supuso un golpe para mí y comprendí que no había olvidado nada, sino que lo había postergado a un rincón de mi memoria.» «Por otra parte, una semana después del descubrimiento de la frase, estoy en Venecia con el pintor esloveno-italiano Zoran Music, y le comento uno de sus dibujos, que me impresionó: uno con dos cadáveres el uno al lado del otro, pero la cabeza del uno a los pies del otro, en forma inversa para que quepan más en el mismo espacio. Esa imagen me volvió a llevar a la frase y… ‘lo tengo que escribir’, pensé, y por eso lo he escrito.»
Relato lleno de esperanza, a pesar de todo, gracias al compañerismo y a la solidaridad. Semprún cuenta cómo le salvó la cultura. Necesitaba hablar en español y recitaba poemas en nuestra lengua para quienes la entendían, todo esto en las letrinas, el único lugar, ya sabéis, donde se podían reunir un poco ‘en intimidad’.
En uno de los campos de exterminio menos conocidos, al este de la entonces frontera polaca (todavía tuvieron tiempo de asentar unos cuantos en su avance y posterior retirada sobre suelo ruso), trataron de eliminar pruebas borrándolo del mapa, utilizando como mano de obra a los reclusos que aún tenían en pie. Lo más abominable de todo es que a esos reclusos, que a veces reconocían entre los restos mortales, (hacinados y aplastados como arenques) que exhumaban a una esposa, a un hijo, a un padre… se les prohibía referirse a los cadáveres como tal. No podían pronunciar la palabra muerto, ni cadáver, ni cuerpo. Sus familias eran a partir de entonces objetos, elementos para transportar de un lugar a otro y proceder a su eliminación completa.
Fdo: (nunca peor dicho) El hombre invisible.
El método nazi de aniquilamiento de los judios fue esencialmente perverso. Primero te hacían desaparecer como «ser humano», perdías la consideración de persona y luego, otros, se encargaban de eliminar el cuerpo. En los campos de concentración no se veía sangre, no había matanzas sanguinarias, sólo el humo era la señal de que quien ya era despojo había pasado a ser ceniza. Y de todo ello no se encargaban los alemanes, lo hacían otros presos del campo de concentración.
El sistema era tan perfecto que la alegada ignorancia de lo que pasaba fue creída después de acabar la guerra. Nadie quiso enterarse de lo que estaba sucediendo e incluso del proceso de eliminación fue tan cuidadosamente perverso que hasta los sobrevivientes se sentían culpables de no haber muerto como los demás. El término Holocausto surgió bastantes años después del fin de la guerra y como consecuencia de la película del mismo nombre. Hasta entonces imperaba el silencio y la culpa de las propias víctimas. Como sería esto último que hasta Primo Levi acabaría suicidándose.
Esperemos que nunca aparezca otra vez la amnesia ante cosas como estas, desgraciadamente, con otras formas de manifestación pero esencialmente iguales, repetidas hace muy poco tiempo (Ruanda, Ex-Yugoslavia etc)