Toda pasión apagada – Vita Sackville-West

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Toda pasión apagada - Vita Sackville-WestPor una de esas casualidades lectoras, después de Una habitación con vistas y su apasionado discurso sobre el deseo femenino de «renunciar al título augusto de Mujer Eterna y participar en [el mundo] con su identidad transitoria» aparece una nueva lectura que ahonda en ese tema. Toda pasión apagada, de Vita Sackville-West es una deliciosa novela sobre una mujer que, precisamente, tiene que renunciar a su deseo de participar en el mundo con su propio nombre para interpretar el gravoso papel de Mujer Eterna.

Lady Slane acaba de quedarse viuda. Con ochenta y ocho años se descubre por primera vez dueña de su destino y decide actuar en consecuencia. Desoyendo las opiniones de sus hijos se retira a vivir a una casa alejada en la que recibe a unos pocos amigos recién encontrados, pero no a los miembros de su familia.

En su retiro, Lady Slane repasa su vida y recuerda cómo renunció al sueño de su juventud, ser pintora, para aceptar el destino común a todas las mujeres de su época (la segunda mitad del siglo XIX): ser esposa y madre. Aunque enamorada de su marido y feliz de la vida que llevaron en común, la anciana Lady Slane siente, sin embargo, que perdió algo precioso: se perdió a sí misma.

Vita Sackville-West presenta con acierto (si exceptuamos el fallo de incluir, muy al principio de la novela, el punto de vista de su hija menor, un yerro narrativo) esta dicotomía entre lo que Lady Slane fue y lo que aspiraba a ser. Las reflexiones y recuerdos de la anciana dan una imagen nítida no solo de lo que fue su vida, sino sobre todo de cómo se sintió ella al vivirla.

El título de la novela, Toda pasión apagada, hace justicia al modo en que la anciana señora echa la vista atrás: no hay en ella ira ni tristeza, tampoco alegría o satisfacción. A la espera de que se cierre el telón, Lady Slane juzga los acontecimientos de su vida con apacible ecuanimidad.

Para reforzar la tesis de su novela, la autora usa a los propios hijos de la protagonista como representantes de esa sociedad biempensante que se encarga en todo momento de decir a las mujeres cómo deben comportarse, qué pueden hacer y qué no. Sus hijos tienen una idea muy clara de cómo debe conducirse su madre como viuda, y no esperan encontrar ninguna resistencia por su parte porque no se supone que una mujer, no importa los muchos años o experiencia que tenga, posea voluntad propia.

Completa la imagen de la personalidad escindida de Lady Slane la aparición de un hombre que la conoció y la amó en su juventud. El buen FitzGeorge, también un anciano, sí supo ver en la joven señora Slane su «verdadera personalidad». Algo que brillaba en ella por debajo de su vida conformista y que revelaba que su papel de esposa abnegada y madre solícita no era el que ella hubiera preferido representar.

Vita Sackville-West escribe una historia delicada, llena de ideas que invitan a la reflexión. Desde la obligación de atrevernos a cumplir nuestros sueños a la forma sosegada en que uno puede afrontar la última vuelta del camino. La vejez, las aspiraciones, el amor, la voluntad, la maternidad (sin sentimentalismos burdos), la amistad, la juventud… todo tiene cabida en esta pequeña y preciosa novela.

Novela que se cierra con una nota de esperanza: una joven mujer que, esta vez, no va a renunciar a sus aspiraciones; un símbolo del cambio que recorría Europa en las primeras décadas del siglo XX, cambio al que debemos honrar. Porque, a fin de cuentas, nadie vivirá por nosotras las vidas a las que nosotras renunciemos, y ese pensamiento nos obliga a ser valientes y consecuentes cada día de nuestra existencia.

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