Una extraña confesión es la primera novela larga de Antón Chéjov, y quizá por ello su devenir es similar al de sus relatos cortos, en los que lo principal son los personajes, más allá de tramas complejas y elaboradas. Aunque sea una obra policíaca (en un sentido laxo del término, eso sí) lo que pronto se descubre a medida que avanza la lectura es que lo de menos es el misterio en sí, sino la forma en que lo interpretan los distintos protagonistas y cómo se relacionan entre ellos. De hecho, como novela policíaca deja que desear, puesto que es fácil formarse una idea cabal (y acertada) de lo que acontece casi desde las primeras líneas; lo cual muestra, quizá, que en ningún momento tenía en mente el autor escribir un texto al uso, sino aprovechar el trasfondo de intriga y crimen para disertar sobre el comportamiento humano.
Una extraña confesión es, desde luego, la historia de un crimen. Un juez de instrucción llamado Iván Kamishov entrega a un editor el manuscrito de una novela que define como biográfica; en esta obra se cuenta la historia de un juez que se ve mezclado en la investigación del asesinato de una mujer, presuntamente muerta a manos de su marido, al que había abandonado. Las relaciones de amistad o convivencia entre todos los protagonistas hacen difícil avanzar en el caso, pero las pruebas contra el marido despechado parecen incontestables. Sin embargo, el editor (a base de notas al pie y de comentarios finales) llega a la conclusión de que los hechos no cuadran, y de que tal vez se cometió un funesto error en el proceso de esclarecimiento de los acontecimientos.
Como vemos, la estructura de la novela sí que se ajusta a ciertos cánones de obra policíaca o misterio: personajes principales implicados en la trama; hecho delictivo; investigación posterior; vuelta de tuerca final… No obstante, al poco de comenzada la lectura nos daremos cuenta de que la historia no se circunscribe a estas circunstancias. La relación del trasunto de Kamishov con la mujer asesinada, con su marido o con el amante por el que le abandona se convierten en el centro de la novela. La propia personalidad del narrador sale a relucir al poco de comenzar la obra, ya que la escritura en primera persona nos revela detalles muy clarificadores sobre él: su vanidad, su orgullo profesional, su indolencia, su carácter atrabiliario…
A medida que el texto avanza y el lector va sabiendo más acerca de los distintos actores, puede percibir el verdadero interés de Una extraña confesión: el asesinato y la investigación son meras excusas para que Chéjov diseccione a unos personajes atormentados, polifacéticos y, sobre todo, muy humanos. Unos personajes que actúan movidos por impulsos primarios, en ocasiones brutales, pero que al tiempo se muestran compasivos y débiles. El mejor ejemplo es el conde Alekséi Karnéiev, amigo del narrador y el hombre que arrebatará a la desdichada Olga de los brazos de su marido (que no es otro que el administrador del propio conde Karnéiev, Urbenin): vividor, borracho impenitente y de maneras desenvueltas, es en verdad el personaje más desgraciado de toda la obra, a pesar de que no se le inflige ninguna desgracia concreta ni es objeto de desdichas. Es un tipo de personaje muy común en la narrativa rusa, y muy del gusto de Chéjov: un hombre que vive para los demás, pero cuya inteligencia y ambición son casi nulas; un hombre hasta cierto punto inútil, pero de buen corazón, al que la propia vida castiga sin juicios ulteriores.
El desarrollo de la trama, como he dicho, se adivina pronto y en realidad no constituye un motor del libro. Los últimos capítulos sirven para poner en perspectiva lo que se habrá ido descubriendo durante la lectura: el asesinato de Olga es sólo una muestra del dolor que corroe a las personas, de lo arrebatadas que pueden ser nuestras pasiones y de lo difícil (a veces, imposible) que es controlarlas. Nadie como el autor ruso para describir esa lucha perdida de antemano entre la conciencia y el acto, entre el corazón y la mano.
Una extraña confesión no llega a la genialidad de algunos relatos de Chéjov; sus mimbres son endebles y se nota que el formato no conviene demasiado a su autor. Con todo y con eso, la novela está repleta de pasajes magníficos que embelesarán a cualquier amante de la literatura rusa; y a muchos otros también, claro está…
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