Nada está perdido – Susana Martín Belmonte

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Nada está perdido - Susana Martín BelmonteEl combativo título de este ensayo está dedicado al sistema financiero que nos domina en la actualidad. Susana Martín, lejos de creer que la economía tal y como hoy la conocemos pueda dar solución a ninguno de nuestros verdaderos problemas como especie, plantea la posibilidad de que recurramos a otros sistemas distintos para «enderezar el rumbo» y permitir que las transacciones económicas, quizá imprescindibles para nuestro desarrollo social y cultural, puedan llevarse a cabo sin menoscabo alguno de nuestra calidad de vida y sin atentar contra los recursos naturales.

Nada está perdido se divide en dos secciones muy ilustrativas: en la primera la autora analiza el funcionamiento de la economía actual y se centra en explicar el papel del dinero y la deuda; en la segunda presenta una alternativa (que, como ella misma afirma, es sólo una entre otras posibles) al sistema existente y define algunos conceptos básicos para su puesta en marcha, como es el de soberanía financiera. En la primera de estas partes la autora comienza mostrando las débiles premisas sobras las que se asienta la ciencia económica actual. Y el principal argumento (obvio, por otro lado) que utiliza es el siguiente: en un sistema económico regido por la libertad de mercado, y en el que se supone que el Estado no debe interferir para asegurar la autorregulación, ¿cómo es posible que haya que rescatar con dinero público la mala gestión privada?

Además, Susana Martín también hace referencia al papel del dinero en una sociedad tecnológica y las posibilidades que ofrecen las transacciones electrónicas; punto que se desarrollará en la segunda parte para mostrar alternativas al concepto de crédito. Las inversiones, nos muestra la autora, son necesarias en una sociedad para promover proyectos y contribuir al desarrollo, pero la forma en la que se llevan a cabo en la actualidad desvirtúa su función y sus posibilidades; en la búsqueda del máximo beneficio olvidamos que existen oportunidades para que cada inversión económica contribuya a la mejora de la sociedad y no repercuta de manera negativa ni en la naturaleza ni en las personas. De ahí que, casi a continuación, se defina el concepto de «eficiencia económica»; aunque se tiende a equiparar la eficiencia con el máximo beneficio posible, lo cierto es que eso es confundir el medio y el fin: cada inversión tiene un fin, pero también es importante considerar el medio a través del que se consigue ese fin. Lo que la ensayista propone es cambiar la consideración del medio para valorar distintas posibilidades; de hecho, en la alternativa que se propone se baraja la idea de que sea el conjunto de la sociedad la que valores las inversiones para así decidir qué proyecto cumple los requisitos esperados (de manera que los factores medioambientales y humanos estén presentes en la toma de decisiones, y no sólo los económicos).

Para la autora, uno de los principales problemas del estado económico actual es que la sociedad ha permitido (a base de mentiras interesadas y campañas de marketing muy bien orquestadas) que se impongan soluciones económicas a problemas no económicos: de esta forma, las empresas y multinacionales, verdaderas gestoras del poder en todo el mundo, imponen soluciones que, en realidad, no contribuyen a arreglar nada, sino que crean espejismos de dinero. Ella misma lo explica con claridad:

Nuestra organización económica está viciada desde la misma raíz, desde la denominación de los conceptos hasta la expresión de los fines que persigue. Esta confusión de producción económica con riqueza, de decrecimiento con recesión y de ocio con desempleo, procede de algunos errores de base en la ciencia económica.

En la segunda parte, Martín expone toda un sistema económico alternativo al que denomina R-economía (siendo la R la inicial de real, registrada y responsable), en el que el eje central es el concepto de soberanía financiera, que se define así: «La soberanía financiera es la capacidad de participar en la toma de decisiones que tiene lugar en la esfera de la gestión de los recursos financieros y el crédito.» Así, el eje de su teoría es que la sociedad en su conjunto participe en la toma de decisiones, eligiendo los proyectos que pueden tener viabilidad considerando todos los factores implicados en su ejecución y repercutiendo los beneficios en la mejora de las condiciones de vida —sea en forma de tiempo libre o en un aumento en la calidad de los servicios, por ejemplo—.

Nada está perdido es un ensayo muy bien estructurado, con una exposición de ideas enjundiosa y con una batería de propuestas interesantes. Su lucidez, nada doctrinaria, marca un camino que todos nos deberíamos esforzar por transitar, ayudando a conformar un futuro más justo en la que a condiciones económicas se refiere.

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