Alba Cromm – Vicente Luis Mora

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Quizá el problema con algunos libros que se presentan como novedosos o innovadores es, precisamente, lo que esconde ese impersonal «se»: ¿en verdad sus autores se saben renovadores literarios?; ¿son meras estrategias de marketing?; ¿creen los editores que han descubierto algo que merece la pena? Puede que haya un poco de todo ello, sin duda. Y estas preguntas vienen a cuento de la presunta novedad que representa Alba Cromm, una novela entretenida, bien urdida, con un ritmo impecable, pero que ofrece poco más que eso, literariamente hablando.

El libro es, desde luego, trepidante. Vicente Luis Mora ha pergeñado una trama intensa, con un desarrollo cuidadosamente planificado y que, al estilo de un thriller policíaco, mantiene en vilo al lector desde la primera hasta la última página. Para que la cosa no quede en una simple (y no es éste un adjetivo despectivo, ni mucho menos) novela negra, el autor enmarca la historia en un contexto anómalo: el libro está estructurado como si del dossier especial de una publicación ficticia —Upman. La revista para el hombre de verdad— se tratara; con sus anuncios imaginarios, sus excursos en forma de entrevistas o sus diferentes secciones. No es que se hayan esforzado mucho en el asunto de la maquetación de la supuesta revista, pero el resultado es, cuanto menos, curioso. A lo largo del reportaje encontramos extractos de conversaciones de chats, entradas del blog de la protagonista, transcripciones de charlas o noticias periodísticas.

Hasta ahí la innovación. La estructura de las páginas y el formato del libro serán los únicos elementos que nos extrañen como lectores. Porque la cruda verdad es que Alba Cromm es un refrito de los libros de la trilogía Millenium de Stieg Larsson, aderezado con escasos momentos de profundidad intelectual que nos demuestran que Mora es mucho más crítico que escritor, mucho más pensador que fabulador. La trama se mantiene a base de golpes de efecto muy efectivos, sí, pero evidentes y hasta previsibles; los personajes se mueven en una peligrosa zona de banalidad y acumulan tópicos hasta la extenuación (el periodista que lleva su reportaje hasta el final, la mujer policía aguerrida y de oscuro pasado, etc.); la historia tiene momentos de interés, pero se circunscriben a las partes en las que el autor, por boca de alguno de los personajes (especialmente de Elena Cortés, una psicóloga que ayuda en la investigación), elabora alguna teoría que puede abordarse de forma independiente al contenido de la novela, como su visión de lo que podría llegar a ser la web 3.0, por ejemplo.

El fondo del libro, la verdadera sustancia que lo convierte en tal, es una convencional trama de misterio que cualquiera ha podido ver o leer con anterioridad sin tener que echar la vista muy atrás. ¿Es esto un demérito de la obra? Como decía al comienzo de la reseña, tal vez no; lo cierto es que Alba Cromm engancha, su lectura es intensa y si hay algo que Mora hace muy bien es jugar con el ritmo narrativo y precipitar al lector hacia un clímax que se intuye, pero que no por ello deja de ser emocionante.

Ahora bien, vender la novela (editor, autor, crítica; me es indiferente) como algo diferente, innovador u original no tiene mucho sentido. La utilización de la web (blogs, chats…) como elemento metanarrativo no aporta nada sustancial al desarrollo del texto; su inclusión parece más bien una frivolidad, un intento frustrado (y a veces frustrante) por incorporar eso que se da en llamar «nuevas tecnologías» al imaginario literario. No estoy seguro de si esa incorporación llegará a buen puerto en un futuro (tal vez es aún muy temprano, aunque no lo creamos), pero la realidad es que el texto paraliterario (el que se añade en forma de conversaciones de chat o de transcripciones de vídeos) es, en suma, tan convencional como el texto literario per se. En el fluir del libro queda muy pintoresca su aparición, sí, pero como elemento narrativo es de una superficialidad palmaria.

En resumen: Alba Cromm no es una mala novela; tiene un ritmo trepidante y consigue atrapar al lector, cosa que no siempre ocurre. Pero como libro no deja de ser un producto menor y anecdótico cuya relevancia se deberá (si se debe) a elementos ajenos a la literatura y que son simples extravagancias sin importancia. Juzguen ustedes mismos.

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3 COMENTARIOS

  1. Uau, no podía estar más de acuerdo con esta reseña. No se podía decir mejor y con menos palabras cuáles son los defectos de esta novela, los formales (los formales que excenden la historia y que no aportan absoutamente nada al lector; nada novedoso tampoco en lo verdaderamente literario) y los estrictamente literarios (la profundidad a la que debería llevarnos y que no se ve por ningún sitio).
    En verdad prácticamente siempre coincido con las críticas de esta web, con las más entusiastas (Javier Calvo, Steven Millhauser, Olgoso, John Gardner, Muñoz Rengel, Klaus Mann, André Gidé) que son siempre incuestionables, y que, cuando no las había leído ya, me han descubierto lecturas maravillosas; y con las negativas (lo último de Palahniuk, Fernández Mallo, Manuel Vilas, Eva Fernández, Miguel Cané, o ahora Aloma Rodríguez y Vicente Luis Mora) que vienen a poner de manifiesto que estamos en un panorama que vende demasiado la moto, y que convierte en iconos a obras superfluas y vacías. Incluso he coincidido con las críticas que destacaban lo positivo de algunos libros, pero que señalan sus visibles deficiencias (Coradino Vega, Patricio Pron, Belén Gopegui, Jordi Puntí, Sergio Bizzio); algo, por otro lado que muy poca gente se ha atrevido a señalar.
    Por eso agradezco la valentía. La valentía de decir lo que todo el mundo piensa (hablo de Alba Cromm, pero se me ocurren un par más al menos de las que llegaron justo antes a las librerías) sobre un libro malo que está destinado a convertirse en una obra excelsa por imposición de algunos. La valentía en general.
    A ver cuántos más se atreven a hablar libremente.

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