Cuentos fantásticos – Ludwig Tieck

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Cuentos fantásticos - Ludwig TieckLos cuentos incluidos en este librito quizá sean uno de los primeros ejemplos de nouvelle que pueden encontrarse en la literatura: relatos largos que permiten al autor desarrollar de forma elaborada la personalidad de los protagonistas y su idiosincrasia. Ahora bien, lo cierto es que los tres textos que configuran estos Cuentos fantásticos se pueden considerar ensayos, narraciones con las que Ludwig Tieck trataba de buscar una nueva forma de expresión, pero que no alcanzan la eficacia ni la genialidad de otras obras posteriores o de otros autores.

En los tres relatos domina un tono misterioso y mágico, una atmósfera de cuento de hadas que es lo que el autor trataba de reflejar, ya que su intención era combinar de una forma creativa el folklore tradicional alemán con la narración fantástica. El mejor ejemplo de esa conjunción es el texto que cierra el volumen, «Los elfos»: una niña accede a un mundo maravilloso, poblado por criaturas gentiles y maravillosas que le muestran los innumerables prodigios de su universo escondido. También algo similar ocurre en «Eckbert el rubio», donde la mujer del protagonista llega por casualidad a la morada de una anciana que vive aislada y que reúne todos los rasgos de un ser mitológico o mágico.

Sin embargo, lo más interesante de estas narraciones es el desarrollo de las tramas. En los tres relatos se puede observar una confrontación inevitable entre el hombre y la naturaleza, o entre la razón y la imaginación, si se prefiere así. Tieck, además, parece estar convencido (no en vano es uno de los representantes del romanticismo alemán) de la preeminencia de lo natural, de la imposibilidad del hombre para entender su entorno; no ya comprenderlo, sino simplemente poder establecer una convivencia pacífica. En «El monte de las runas», por ejemplo, el protagonista toma contacto con una influencia misteriosa en plena montaña; obsesionado por esa visión (en forma de mujer hermosa, todo un clásico romántico-gótico) terminará por desesperar, abandonando su vida reposada en el pueblo y emprendiendo un viaje que le sumirá en la locura. El contacto con la naturaleza trastorna al hombre, parece decirnos el autor; una comunión entre el ser humano y el medio natural es imposible, pues el segundo sólo esconde misterios inconcebibles para la mente mortal.

Similares conclusiones pueden extraerse de «Eckbert el rubio», si bien en este relato la relación se invierte: la mujer del protagonista es la que traiciona la confianza que la naturaleza —encarnada en la viejecilla de la que hablaba antes— deposita en ella y rompe cualquier posibilidad de entendimiento o cooperación. En la mejor tradición de los cuentos tradicionales, el egoísmo y la avaricia hacen que la pureza se pierda; en este caso es la felicidad el regalo que desaparece y hace que tanto el protagonista como su mujer tengan un funesto final.

Quizá el rasgo menos logrado de estos tres relatos sea el estilo: bien por incapacidad, bien por experimentación, Tieck urde unas narraciones algo enrevesadas, con desenlaces alambicados y desarrollos engorrosos. Los personajes están bien definidos, pero la fuerza de su personalidad se diluye en unos textos enrevesados, que avanzan a trompicones y establecen unas pautas temporales farragosas. Tratando de mezclar la inocencia de los cuentos infantiles con la atmósfera de misterio imprescindible en la tradición romántica, el autor sólo consigue tejer unas historias arduas, aunque de trasfondo muy hermoso y evocador. A pesar de sus evidentes fallos técnicos, estos Cuentos fantásticos no dejan de ser una grata lectura.

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