Mutantes. Narrativa española de última generación – VVAA

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Mutantes. Narrativa española de última generación - VVAANo hay duda de que el afán por encontrar nuevos talentos literarios corroe a todas las editoriales, a todos los agentes, a todos los críticos y, si me apuran, a todos los lectores. Todo el mundo parece ansioso por hallar una nueva forma de expresión, un escritor que marque una línea innovadora, brillante, rompedora, moderna y sugerente; alguien que pueda dar nombre a una generación, que instaure un antes y un después en la Literatura. Ese afán por descubrir genios suele acarrear no pocos disgustos: primeras novelas que no pasan de ser meros experimentos, carreras que terminan casi antes de empezar, obras maestras que caen en el olvido a las pocas semanas de salir a la venta, etc.

«Mutantes. Narrativa española de última generación» es uno de esos libros que quieren explotar, con un descaro absoluto, esa tendencia, agrupando a un puñado de autores con ciertas características comunes (pocas y peregrinas, a decir verdad) bajo el paraguas de una denominación que Vicente Luis Mora ha acuñado en su libro «La luz nueva«. Dice Juan Francisco Ferré, prologuista y cuentista en el libro, que trasladan «a su escritura narrativa toda la impotencia que sienten con relación al mundo exterior a sus ficciones»; sea esto lo que sea, no parece excesivamente significativo, en tanto cada generación —por no decir que cada escritor— ha reflejado su frustración frente a la época que le tocaba vivir: el enfrentamiento con la sociedad es un rasgo típico de casi cualquier movimiento artístico. También dice Ferré que todos los antologados «se enfrentan en sus obras […] a la criatura proteica y monstruosa que algunos han bautizado sin demasiada imaginación como la condición posmoderna»; entiende que estos escritores viven muy inmersos en su contemporaneidad, en permanente diálogo con lo que les rodea, absorbiendo información. Este rasgo, que debería ser obligado y connatural a cualquier artista, se considera un plus original, una marca diferencial que otorga per se una condición superior frente al resto; siendo el resto, cierto es, un conjunto de escritores (por decir algo) ajenos por completo a los que les rodea, lo cual no les convierte en jugadores dignos de tener en cuenta, creo yo. Otra característica que cita Ferré es «la desgana piadosa que los acomete en cuanto se aborda la cuestión literaria»; nada que objetar aquí, salvo que esa desgana es generalizada entre todos aquellos que aman la buena literatura y que han asistido al auge del anodino panorama narrativo español de los últimos años: si este solo hecho convierte a alguien en escritor, creo que esta antología se ha quedado muy corta.

Reflexiones aparte, la realidad es que entre los autores que se dan cita en «Mutantes» hay, en efecto, algunos rasgos similares, pero muchas diferencias: en especial, cualitativas. Los relatos de Germán Sierra (de espléndida prosa), Javier Pastor (con un oído certero para los registros y un estilo vibrante), Javier Fernández (que aborda un tema manido y previsible, pero con un estilo curioso e incluso elegante), Mercedes Cebrián (al tanto de lo que le rodea, con un fino olfato para la sátira más lúcida) o Isaac Rosa (que condensa muchos miedos contemporáneos en unas pocas páginas muy divertidas) son merecedores de ser recogidos aquí; no tanto por sus puntos en común, sino por su evidente calidad narrativa: por apostar por registros difíciles, exigentes o inesperados; por dar voz en sus obras a la realidad más actual, ya sea de lo más autóctona (Cebrián en ‘Ventriloquía’) o con tintes exóticos (por norteamericanos en ‘Artemio devlin’, de Sierra; por fantásticos en los fragmentos de «Cero absoluto», de Javier Fernández). En suma, por arriesgar en su literatura y no dejar de mirar lo que ocurre en la sociedad en la que viven.

En el otro extremo tenemos relatos que no parecen reunir cualidad alguna que motive su inclusión en este libro; más allá, claro está, del afán mercantilista y la necesidad de reunir bajo una inexistente etiqueta generacional a unos cuantos autores que sirvan de relleno y, tal vez, de excusa. Entre éstos podríamos citar a Flavia Company (cuyo relato, ‘Madame Bel’, es de una inanidad anestesiante), Carmen Velasco (que amparándose en el estilo de la ciencia ficción más efectista fragua una pieza vacua, pretenciosa y cargante), David Roas (cuyo ‘Palabras’ es predecible y facilón) o Imma Turbau (que fragua un cuento de poca carga emocional apoyándose en un desarrollo que exigiría todo lo contrario).

Mención aparte para dos relatos muy recomendables: el de Jorge Carrión, ‘Búsquedas’, que sin ser un prodigio verbal o temático, hace un buen uso (el único que uno haya visto hoy por hoy) del lenguaje digital para componer una historia de inmigración y búsqueda de la propia identidad; y el de Eloy Fernández Porta, ‘El eco del pantano’, que juega con el registro periodístico para ilustrar una —típica— historia de amor, si bien muy contemporánea. Ambos buenos ejemplos del uso inteligente que puede hacerse del estilo sin renunciar a contar algo, a narrar una historia, siquiera sea un fragmento.

«Mutantes. Narrativa española de última generación» no pasará a la historia como el libro que recopiló los trabajos de las nuevas figuras de la literatura; entre todos los autores reunidos, no creo que haya más de tres o cuatro que satisfagan las expectativas que se crean con compilaciones como ésta. Ese afán por sacar a la luz una nueva corriente, una nueva generación, puede hacer más daño que otra cosa, generando falsas esperanzas y metiendo en un mismo saco, ficticio y netamente promocional, a ciertos escritores que nada tienen en común; puede que entre ellos se halle un verdadero talento, pero eso lo confirmará el tiempo y habrá de verse con cierta perspectiva. Si se trata de vender un producto, está claro que el marketing puede dar resultado; sin embargo, el talento no está sujeto a campañas de publicidad.

11 COMENTARIOS

  1. […] Conocía los rostros de Antonio y Luna de verles por ahí, por Madrid. Pero no sabía cómo se llamaban. Me llamaba la atención que estuvieran en todas las presentaciones de libros y eventos relacionados con los más jóvenes de la literatura, sobre todo los mutantes. […]

  2. Lo he pasado muy bien leyendo el libro Mutantes,me han gustado casi todos los autores ,algunos mas que otros vale y me ha servido para descubrirlos ya que de algunos apenas conocia el nombre y otros ni eso,supongo que solo pretendia encontrar algo interesante y original a veces,por cierto a mi el relato de Carmen Velasco me gusto mucho.Supongo que no soy un lector tan asiduo y feroz,espero que encontreis lo que buscais en próximos libros.

  3. Me alegra que hagan comentario sobre esta obra, pero no estoy para nada de acuerdo con lo que en se dice en él. Para ser algo realistas, todas las antologías son un poco como agrupar «a un puñado de autores con ciertas características comunes» como ha comentado en su crítica, pero de eso se trata, de que leyendo este libro encontremos una muestra de lo que se cuece en la actualidad. Una muestra, ni más ni menos. Así, es normal que haya gente que no aparece y otros que (subjetivamente y a modo personal) preferiríamos que no se incluyeran. He de añadir haciendo referencia a la opinión de Tere, que a mi también me gustó el texto de Flavia Company, me parece (como la mayoría de sus obras que he tenido oportunidad de leer) muy inteligente.

  4. Creo que darle el calificativo al texto de Flavia Company de «inanidad anestesiante» es probablemente, además de dogmático, una incapacidad para entender la obra de la autora (en su totalidad brillante y transgresora) y si a eso le añadimos el «afán mercantilista» que usted cita, conociendo un poco la trayectoria de la escritora sabría que ella no es precisamente santo de la devoción del mundo comercial. De paso animo a quien no se acomode a las cosas simples a perderse por los libros de Company

  5. A mí estas antologías (estoy de acuerdo en buena parte con el Sr. Molina) siempre me han producido cierta urticaria, pero de vez en cuando sale alguna decente o incluso buena (caso de «Pequeñas resistencias»). Yo, si el señor Molina me da una dirección postal, me comprometo a enviarle una antología de nuevos cuentistas en la que participo que, pese a los naturales altibajos, me parece al menos interesante. Con esto no quiero decir que «Mutantes» no lo sea (no puedo decirlo porque no me la he leído).

  6. Lo que es increíble es que Javier Fernández, que es el editor de Berenice, se incluya a sí mismo en una antología que pretende ser un nuevo canon. O que Juan Francisco Ferré, uno de sus muñidores, también se incluya a sí mismo. Es tremendo descaro. Además, llamar «última generación» a Ferré es ya de risa: por su edad, ya no es un jovencito, por supuesto. Esto del autobombo es la leche

  7. Bueno, no sé lo que habrán puesto de Vilas en la antología, pero a mí no me parece que «autocomplaciente» sea un adjetivo que signifique gran cosa. Lo que he leído de él me ha parecido muy estimulante, y a veces esos «regoedos» a los que haces referencia me dejaron con la boca abierta. De las otras dos novelas la cosa sería para hablar largo y tendido. Tampoco estoy tan en desacuerdo con tu apreciación de Nocilla Dream en el otro post, pero aún así me parece más interesante que los demás de la lista.

  8. Estimado Erik:

    Lo de «autores más interesantes», como siempre, está sujeto al gusto de cada cual. Manuel Vilas me pareció inextricable y demasiado autocomplaciente: aunque no soy partidario de que el autor ponga las cosas fáciles al lector, creo que hay que tener la intención de comunicar algo, y no sólo regodearse en la prosa de cada uno.
    Respecto a Fernández Mallo, puedes ver lo que opino de «Nocilla Dream» en el comentario que hice en su día.
    De Mario Cuenca Sandoval me reservo la opinión hasta haber leído «Boxeo sobre hielo», aunque reconozco que me pareció atractivo.

    Para Germán: no, no aparece Julián Rodríguez, y comparto tu opinión sobre él. No obstante, no creo que pase tan desapercibido.

    Gracias a ambos por vuestros comentarios.
    Un saludo.

  9. A mí lo que me sorprende es que Sr. Molina no mencione en la reseña a los autores más interesantes de la lista: Manuel Vilas, Fernández Mallo y Cuenca Sandoval

  10. Se han dejado fuera a la mitad de los buenos narradores españoles de la generación de principios de los setenta. Hablo, por ejemplo, de Pilar Adón, sin ir más lejos. Inma Turbau todos sabemos que es mediocre, por ejemplo. En fin, mal oído para la selección, y me parece que mucho amiguete.

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