Es un libro hermoso y ocurrente este «Baúl de prodigios». Un libro-divertimento, un libro repleto de ocurrencias, sueños e historias fantásticas. Y, además, escrito con maña, con buen saber hacer y un amor infinito por la literatura. En cierto modo, y aunque sus temáticas sean algo distintas, a uno le ha recordado este libro a «Astrolabio«, de Ángel Olgoso, del que ya hablamos aquí hace un tiempo. Por las ensoñaciones constantes, por las historias oníricas y por ese aire de maldad (maldad traviesa, eso sí) que recorre todas sus páginas.
Miguel Ángel Zapata ha dividido el libro en varias partes que aúnan varios microrrelatos bajo el paraguas de un tema común. En realidad, la fantasía y el humor son los temas recurrentes en todo el libro, pero en algunas secciones se afana por adentrarse en ciertos campos. En ‘Necronología’, por ejemplo, bucea en la experiencia de la muerte; en ‘Dialéctica de lo inerte’ su mirada se centra en lo inanimado, los objetos cotidianos que son testigos de nuestra vida normal.
Los microrrelatos de «Baúl de prodigios» son, en ocasiones, pequeños poema en prosa, piezas de un estilismo puntilloso y exquisito que trabajan el lenguaje como forma de dar salida a la peculiar visión de las cosas que muestra el narrador. La ironía, la malicia, lo inesperado y lo imposible se reúnen en textos que rondan las diez líneas, y lo hacen con un estilo elegante: Zapata muestra en su prosa un agradable equilibrio entre la belleza formal y la espontaneidad. En todas las historias se dan cita la sorpresa y el delirio, expresados con una sobriedad que, sin embargo, hace constantes concesiones al adjetivo inaudito, al verbo imprevisto. Además, el particular sentido del humor que encierran todos los relatos es un elemento distintivo: a veces se roza la socarronería más absoluta, a veces se percibe apenas una ironía muy leve y otras el lector sale del texto con una carcajada. El autor sabe unir en esas pocas líneas emociones muy distintas, incluso de orden completamente contrario, con lo que el efecto final es sorprendente.
«Baúl de prodigios» se puede considerar una frivolidad literaria, una suerte de ejercicio de estilo que su autor ha llevado a cabo como lucimiento personal. Puede que algunos de los microrrelatos sean prescindibles en ese sentido, pero estas historias dejan entrever un afán por comprender el alma humana. No quiere esto decir que el libro sea un texto especulativo, ni mucho menos; no obstante, Miguel Ángel Zapata trata ciertas miserias humanas, ciertos deseos, ciertos sueños, con una mirada fantasiosa, como si de un niño se tratara, pero con una profundidad que en ocasiones desarma y deja indefenso. Tras el humor, la ironía y la ilusión se esconden historias terribles por lo que tienen de verdadero, de cotidiano. Vean, si no, el siguiente cuento:
Puzzle
Mi novio se desarma. Ni eufemismos ni metáforas: se desarma, se desparrama en piezas como un mecano mal encajado. Cuando la conversación discurre por caminos que no domina, cuando se enfrenta a una discusión con desconocidos, cuando fracasa en su intento de hacerme llegar al orgasmo, cuando las vacaciones proyectadas se truncan. Entonces se oye un ¡crack! y al cabo un ¡plam! de brazos, piernas, manos, pies, cabeza y tronco en derribo, abandonada sobre el suelo su colección de miembros obsoletos.
Mi novio espera ahora, paciente y fragmentado, en el fondo de mi baúl a que lleguen mejores tiempos, épocas menos devastadoras para esa naturaleza suya de puzle agitado por seísmos, una nueva primavera unitaria en la que yo recomponga con mimo su identidad desbrozada.
Insisto, por último, en la idea de que «Baúl de prodigios» es una obra francamente recomendable por lo que tiene de diferente; me parece que Miguel Ángel Zapata tiene mucho que ofrecer y el libro es una buena muestra de ello. Merece mucho la pena.
Más de Miguel Ángel Zapata:
Magnífico,
lo compraré
debo tenerlo en mi colección defavoritos
genial
Juan de Chile
Gracias a la reseña del sr. molina me he hecho con el libro de este paisano, al que ahora redescubro por la red. Había leído Ternuras interrumpidas y me pareció un magnífico primer libro. Con Baúl de prodigios creo que ha alcanzado un estilo insuperable en belleza, imaginación y elegancia. Es una maravilla. Enhorabuena por la reseña y que aprendan todos los polemistas -lean las respuestas al comentario del libro de Carlos Castán y avergüéncense de los ditirambos de unos y otros, auténticos talibanes del cuento en sus blogs o en los de los amigos- que aprendan a valorar lo que es una obra genial. No todo lo que se hace en este espacio es machacar; si la obra lo vale también la elevan.
Un libro extraordinario, muy poético y de una imaginación feroz. Junto a «Apariencias», de José Cereijo, lo mejor en prosa breve que he podido leer en los últimos años.