Crimen y castigo – Fiodor M. Dostoievski

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Crimen y castigo - Fiodor M. DostoievskiResulta siempre complicado abordar un comentario, aunque sea sin pretensiones, de obras de la talla de «Crimen y castigo». Bastaría decir que es una de las mejores novelas de la literatura universal y que todo el mundo debiera leerla al menos una vez en la vida.

Fiodor M. Dostoievski escribió en 1866 esta novela genial, densa, impactante, en la que la acción y la reflexión se desarrollan paralelamente, la una apoyada por la otra, imbricadas, generando una tensión que aumenta gradual y sabiamente. Representadas, acción y reflexión, por personajes bien dibujados, en cierta manera arquetípicos, pero a la vez profundamente humanos.

En «Crimen y castigo» subyace la idea de que el medio social puede empujar hacia el delito. Pero, fundamentalmente, plantea cómo una idea, una tesis, puede obsesionar a un hombre hasta arrastrarle a cometer un acto atroz. Raskólnikov, un estudiante que ha abandonado sus estudios por no poder costeárselos, quiere demostrarse a sí mismo que no es un pusilánime y que, a pequeña escala, puede actuar como los grandes hombres que, sin conceder importancia a los medios, dirigen los designios del mundo con el propósito de construir su propia visión de lo que sería un mundo mejor.

Raskólnikov quiere demostrarse que puede ser un Napoleón y, pasando por encima de un hecho deleznable, construirse una vida mejor. El crimen es el medio de obtener un futuro: terminar los estudios, hacerse con una buena posición, sostener a su madre y a su hermana, convertirse en cabeza de familia y quién sabe si incluso hacer grandes cosas por su comunidad. Si el precio por todo ello es mancharse las manos de sangre, Raskólnikov, que sopesa el crimen desde un aspecto intelectual, está seguro de poder afrontar el reto. Aislado de todo, sumido prácticamente en la indigencia, el joven se dedica a rumiar la cuestión: ¿puede él comportarse como un súper hombre y obtener así la recompensa que el arrojo merece? Todo es cuestión de hacer la prueba.

En efecto, el estudiante trata de racionalizar todo cuanto rodea al asesinato. Y, más allá de retarse a demostrar que es un hombre de acción, al que vanos prejuicios no impiden cometer un acto deleznable si este puede conducirle a un destino más alto, pretende tratar el crimen desde un aspecto científico, planeando meticulosamente cada paso a dar para evitar cometer errores «humanos». No obstante, Raskólnikov no cuenta con el horror del momento del crimen, ni calcula los pequeños incidentes con los que un ánimo turbado es incapaz de enfrentarse con entereza y frialdad. Así las cosas no suceden como él pretende.

Cometido el crimen, Raskólnikov no padece remordimientos por haber arrebatado una vida humana. Su víctima no deja de ser para él un insecto que no merecía la vida y cuya eliminación favorece a la comunidad. Su tormento proviene de la certeza de saber que no es el hombre capaz de cometer un acto vil y usarlo como peldaño para avanzar en su ascenso. De pronto comprende que su crimen le separa para siempre del resto de los hombres, a los que desprecia, pero entre los que tiene que vivir. Porque, ha quedado demostrado, está hecho de la misma pasta que ellos. Una espiral de sentimientos confusos arrebatará el ánimo del joven que se batirá contra sí mismo para acabar rindiéndose a la certeza de que necesita expiar su culpa para poder volver a sentirse humano.

Dostoievski sabe como nadie retratar la lucha de un hombre fruto (o víctima) de su época, profundamente complejo y humano. Desafiante, vencido, orgulloso o abatido, perpetuamente inmerso en la duda y la insatisfacción, Raskólnikov es un personaje redondo, perfecto, único. Acompañado por una galería de personajes bien trazados que le secundan, resaltando sus contradicciones y ayudando a conducir una historia perturbadora, protagoniza una de las mejores novelas que ha visto la luz.

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14 COMENTARIOS

  1. […] Crimen y Castigo (1866), del autor Fiódor Dostoievski. Esta obra rusa es el retrato del joven Raskolnikov, su protagonista, quien decide dejar de ser un hombre honesto. Los remordimientos y el sentimiento de culpabilidad como consecuencia de sus actos le llevan a una lucha interior que acabará por ensalzar valores como la importancia de la honestidad y la necesidad de ser justos. […]

  2. Solo diré que he leído esta maravilla dos veces y, si la salud me acompaña, no moriré sin hacerlo, al menos, una vez más.

  3. No soy partidario de acudir a las relecturas, y no lo soy porque cuando lo hago siempre me acomete la impertinente sensación de estar perdiendo el tiempo. Cierto que se trata, entendámonos bien, de una sensación de pérdida relativa, volver a leer un buen libro siempre permite descubrir algo nuevo, aunque tan sólo sea ese nimio matiz que escapó a nuestros ojos durante la primera oportunidad,… Pero, invariablemente, pienso en las ingentes cantidades de libros y autores a los que aún debo hincar el diente y, como digo, me invade una especial comezón.

    “Crimen y castigo” es un libro que leí hace muchos años, en la juventud, un libro casi olvidado del que me quedaba un vago recuerdo, la trama y poco más. Ahora, tras su relectura, me parece increíble la escasa huella que tenía de él: es un hecho claro que algunos libros no pueden ser absorbidos a determinadas edades. La obra de Dostoievski lo ha dejado bien claro.

    Pero por suerte, la casualidad me ha llevado otra vez a su encuentro. Hace algunos días descubrí con sorpresa que “Crimen y castigo” no estaba en mi biblioteca, había desaparecido extrañamente, vaya usted a saber extraviado en qué mudanza, y lo adquirí de nuevo en una edición de Cátedra más reciente que la de la reseña, que a lo que parece es la del año 1996.

    Acabo de concluir su lectura y he de decir que, por primera vez, no he sido presa de la sensación a la que me he referido con anterioridad. Su relectura me ha dejado encandilado; la fuerza, la profundidad, la agudeza y la maestría que destilan todas y cada una de sus páginas, – setecientas una, para ser exactos, que he devorado con entusiasmo inaudito -, es increíble. Entrar ahora a discernir si es la mejor obra de Dostoievski, o si es una de las mejores novelas jamás escritas está de más; las afirmaciones taxativas, cuando de por medio está el mundillo de los gustos, son siempre arriesgadas, pero si recurriéramos a la tan manida pregunta de qué libros se llevaría con usted a una isla desierta, mi respuesta sería rotunda: “Crimen y castigo” y otros más.

    Y es que bastan pocas páginas para darse de bruces con la primera de las muchas joyas que nos esperan a lo largo de su lectura: la dolorosa y sentida confesión de Marmeládov, escuchada por propia boca. Al igual que ocurre con “Los hermanos Karamázov”, Dostoievski engrana a la trama principal otras historias secundarias plenas de vida, historias que, por su propio peso, podrían ser tema de nuevas novelas, – la desgraciada existencia de los Marmeládov, el noviazgo entre Dunia y el presuntuoso Luzhin, con el trasfondo de la enigmática figura de Svidrigáilov -, y lo hace con la finura y la exactitud de un auténtico orfebre. Nada desentona, nada está fuera de lugar, todo fluye con una naturalidad y sencillez asombrosas.

    La novela está repleta de momentos memorables, inigualables, únicos, momentos estelares que quedarán para siempre en la historia de la literatura universal, y que curiosamente se inician con la irrupción en escena de un personaje, para mí, redondo, contrapeso perfecto al del protagonista de la novela, me refiero al juez de instrucción Porfiri Petróvich. A partir de ahí, asistimos al choque brutal de dos intelectos lúcidos: los principios del “superhombre”, defendidos por Raskólnikov, frente a la astucia inexorable de la justicia, encarnada por Petróvich. Hasta ese momento la figura de Raskólnikov ha sido poco más que la de un fantasma, desdibujada, con un ideario, por así decirlo, confuso; antes, durante e inmediatamente después del asesinato su comportamiento está más próximo al de un autómata desorientado que al de un sagaz asesino. Al final de la tercera parte, en el primer choque de estos irrepetibles personajes, surgen a la luz las ideas que le han llevado a cometer un crimen tan execrable: la división de las personas en dos clases, las “ordinarias”, meras hormigas, y las “extraordinarias”, que pueden permitirse cualquier acción. Esta es la conclusión simple, pero firme, de una inteligencia perturbada por la necesidad de reafirmación y torturada por la desigualdad y pobreza de una sociedad injusta.

    Como digo, es el primer round, pero no último, de un combate excepcional. La trama nos depara dos enfrentamientos más maravillosos, aún si cabe, que el primero: uno hacía el final de la cuarta parte y otro casi concluyendo el libro. Son diálogos agudos, sagaces, inteligentes, cargados de una profundidad psicológica inmensa, diálogos, en resumen, que ponen de manifiesto la tremenda grandeza del escritor ruso.

    Pero si la preparación y ejecución de un crimen resulta difícil, – incluso la fría mente de Raskólnikov no puede escapar a nervios y titubeos durante su comisión -, aún lo es más sobrellevar la carga de culpa posterior. Es aquí donde Dostoievski nos transmite una idea fundamental para él, su visión de la religión cristiana como promesa de redención y salvación frente al pecado cometido: el camino de la expiación es largo y exige sufrimientos, pero el amor permite arrostrar todas las dificultades. Sonia, siempre al lado de Raskólnikov, es el ejemplo vivo de ello.

    Hermosa lección moral, sí, no hay ninguna duda, aunque creo que puede despertar reticencias en aquellas mentes que, alejadas del rebaño universal, disfrutan más pastando los agostos hierbajos de la razón que los verdes campos del Señor. Cuestión de creencias, nadie debe ofenderse.

    Por cierto, ni aún los más grandes autores, Dostoievski lo es en grado sumo, pueden escapar a los fantasmas de sus idearios personales. Junto a verdades universales, que sólo ellos son capaces de hacernos ver, nos deslizan otras más propias del dogma y de la intransigencia, basta con repasar los capítulos en los que aparece la patética figura del pobre Lebeziátnikov,…

    Un fuerte abrazo para todos los seguidores de solodelibros

  4. Crimen y castigo es simplemente una obra fuera de toda serie, lo interesante de los personajes poderosos de Dostoievsky te atraen hacia ellos de una forma inaudita, yo me crei Raskolnikov por un tiempo jajajaja a quien no le podria pasar con la dimension psicologica que él posee, igual a forma de critica constructiva, para la primera parte de esta pagina, hay que recordar que el asesinato fue doble y que Isabel tambien cayo ante los hachazos de Rodia, y creo que esa muerte impertinete es la causa de su enfermedad… Aunque tampoco podria aseverar nada…

  5. Es la novela más bella que he leido en mi vida, con personajes que son el reflejo de la humanidad en si. Raskolnikov representa al hombre vacio que no ve a nada hacia lo cual aferrarse en esta vida y que piensa que lo único que importa es el exito y el bienestar material; Sonia encarna a aquellos que si bien se encuentran sumergidos hasta la garganta en la peor de la situaciones no se rinden y son capaces de dar aquello que el ser humano necesita más que cualquier otra cosa sin importar cual fuere su circunstancia: amor; Svidrigailov por su parte representa aquellos que ansian ser un determinado tipo de hombre pero no se atreven a dar el paso descicivo para lograr serlo lo cual se sienten pateticos, e llegando incluso a suicidarse; Marmeladov es el reflejo de aquellos que una vez hundidos solo piensan en hundirse más con la creencia de que progresar es imposible y de que son terribles personas a pesar de que en el fondo eso no es verdad.
    Mis partes favoritas son en las que estan Sonia y Raskolnikov juntos, además de aquella en la que el protagonista exibe su teoria del crimen como motor de la historia.
    En fin es una novela inmensa y completisima, y sobretodo llena de esperanza para la humanidad en si.

  6. Simplemente una novela fascinante, y un comentario redondo. Cualquier exceso en él podría provocar un resbalón.

    En unos meses me la he releído dos veces. Además de hacer como Maryjo, releyendo capítulos con pasmo absoluto. Genial, soberbio es, por ejemplo, el pseudo-interrogatorio en la comisaría. Recrear una escena como esa, con la intensidad que hay, con el doble juego que llevan Petrovich y Raskolnikov, y hacerlo con diálogos en el que cada intervención puede ser de una par de páginas, es sencillamente espectacular.

    @GWW: Que Dostoievski influyó directamente en la obra de Kafka, en toda su obra, es indudable. Especialmente «Crimen y castigo». Hay algunos pasajes que son calcados. En este sentido llama especialmente la atención la gran similitud en las visitas de ambos protagonistas a la comisaría o juzgados, según hablemos de Raskolnikov o K. Y no es la única similitud.

  7. Coincido totalmente con tu comentario. Estoy leyendo por primera vez esta obra, cuando debí leerla hace 20 años, y estoy fascinada. Es tal que releo cada capítulo y no tengo ganas de que acabe.

  8. Es cierto que es una obra cuyo comentario parece inabarcable, sin embargo en pocas líneas has definido claramente la temática y el estilo del autor. Para añadir una pequeña anécdota, hace tiempo leí un artículo en el que se aseguraba que Kafka escribió El proceso siguiendo el mismo esquema que Crimen y Castigo, con personajes clónicos y escenas prácticamente calcadas. Quién sabe…..

    Saludos.

  9. Curiosamente, el personaje de Crimen y castigo del que guardo un recuerdo más vivo no es del protagonista, sino de Svidriágilov, con su desesperanza nihilista. Buen retrato de algo que siempre nos acecha.

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