Aleksander Ivánovich Herzen tuvo una vida muy particular, entre otras cosas porque presenció algunos de los más importantes acontecimientos del siglo XIX, además de tener como amigos a algunas de las figuras más representativas de la política y la literatura de su tiempo.
Todo esto quedó reflejado en su obra «Pasado y pensamientos», monumental biografía en cinco tomos, en la que se recogen sus vivencias y experiencias. Dentro de estas memorias se engloba «Cronica de un drama familiar» que, sin embargo, y por deseo del autor, no sería publicada hasta después de la muerte del mismo, ya que en ella describe dolorosos momentos de su vida personal.
La obra comienza con la narración de los trágicos acontecimientos políticos acaecidos en 1848 en París, donde por entonces residía el autor. Los anhelos revolucionarios de Herzen, por los que ya en Rusia había sido condenado dos veces al destierro, sufrieron con estos hechos un duro revés difícil de asimilar.
Por aquel entonces, cuando la melancolía por los ideales perdidos anegaba su vida, Herzen descubrió la relación adultera de su esposa Natalie con el poeta Georg Herwegh, un hombre por el que el autor sentía desprecio por su papel poco brillante en la frustrada revolución alemana.
Decía Álvaro de Laiglesia que el amor está hecho de una porcelana finísima: si se rompe, los fragmentos se pueden volver a unir, pero siempre se notarán las marcas. Así, aunque Natalie decide permanecer junto a su esposo y sus hijos, a la reconciliación sigue una temporada de sentimientos tumultuosos: los celos, las dudas y el orgullo herido atormentan al autor, que no encuentra la calma.
Como la desgracia nunca viene sola, cuando al fin parece que la vida familiar retorna a sus cauces habituales, la madre de Herzen y uno de sus hijos perecen en un naufragio. El terrible golpe hace enfermar a Natalie, quien también fallecerá poco después.
«Crónica de un drama familiar» supone «un documento de patología psíquica que prefigura a Dostoievski». En efecto, en él se puede encontrar una disección del alma humana, y de su reacción ante los golpes de la vida, escrita de manera certera y ciertamente conmovedora.
Pero, en este sentido, una cosa ha llamado poderosamente mi atención al leer el libro: de todas las penas que afligen a su autor, la que sin duda más le afecta es la infidelidad de su esposa. Ni la trágica muerte de su madre y su hijo, ni más tarde la de su mujer, son tratadas en el libro con el detalle y la detención que se dedican por el contrario a las páginas donde se narra el dolor causado por la traición de su esposa.
Y es que el ser humano es así de extraño. Sufre más por una pérdida pasajera, como una infidelidad, que por una pérdida definitiva como la muerte.
todo puede ser verdad pero hay diferentes opiniones
Consumidor, no es que las alegrias se olviden más fácilmente, es que las damos menos vueltas, mientras a una desgracia la miramos desde todos los ángulos imaginables y no paramos de meter el dedo en la llaga. Uffff.
Los sufrimientos del alma son una vez mas fuente de inspiración ¿por qué resultarán mas interesantes las desgracias que las alegrias? Quizás porque estas últimas se olvidan con mas facilidad.
El ser humano no me parece tan extraño, no es extraño que se sufra más por la infidelidad de su pareja, fue un drama en que tuvo su papel. Creo que nos impactan más las cosas en que tenemos nuestro papel y sobre todo si nos parece haberlo hecho mal. Sufrimos más por lo que nos decepciona, por lo que nos mata la ilusión.
Ay, maldito ego.