El arte de no ser egoísta – Richard D. Precht

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El arte de no ser egoísta - Richard D. PrechtSi es un lugar común (discutible, eso sí) el que el hombre es bueno por naturaleza, parece contradictorio el hecho de que existan tantas injusticias y tanta crueldad; si por naturaleza el ser humano tiende hacia el bien, no se puede explicar el caos y la violencia que se desarrollan continuamente en todo el mundo. Partiendo de una idea tan sencilla como ésta, el filósofo alemán Richard Precht intenta una aproximación a la naturaleza moral de la gente para tratar de comprender cómo nos comportamos y por qué actuamos como lo hacemos. El propósito no es clasificar a las personas mediante categorías cerradas, sino conocer mejor la naturaleza inherente al ser humano para actuar mejor en todas las facetas de la vida, ya sea en sociedad, política o economía.

Partiendo de esa base se entiende, una vez que uno se adentra en la lectura, que el objetivo del libro no es tanto el del estudio del egoísmo como potencia o causa de determinados comportamientos, sino más bien ofrecer una mirada amplia acerca de los entresijos de los actos humanos mediante la multiplicidad de ejemplos provenientes de campos diversos. Para ello, Precht echa mano de varias disciplinas: biología, filosofía o psicología le sirven para ir desgranando teorías y estudios sobre el comportamiento que se han venido desarrollando desde hace más de dos siglos hasta los años más recientes.

El autor divide el ensayo en tres partes para ir pasando de lo general a lo particular; o, si se prefiere, de lo abstracto a lo concreto. En la primera parte se cuestiona sobre las diferencias entre «bien» y «mal»: las diferencias de apreciación que tradicionalmente se tienen sobre estos conceptos, su cambio de consideración a lo largo del tiempo o las distinciones culturales que se dan. En la segunda parte estos conceptos se aplican a los comportamientos individuales de cada uno de nosotros; Precht analiza conceptos como responsabilidad, límites morales o autoimagen para demostrar la relatividad del bien y el mal cuando pasan de ser meras abstracciones a regir nuestros actos. Por último, la tercera parte va un paso más allá al poner en relación todo lo anterior con la dimensión pública del ser humano; aquí se muestran tesis sobre la aplicación de la moral individual sobre acciones colectivas, la gestión del bienestar social o la responsabilidad en la economía. Quizá es esta parte en donde verdaderamente se empieza a arrojar algo de luz sobre algunos de los conceptos que se han venido tratando en el libro.

Por ejemplo, la distinción que (no) hacemos entre nuestra satisfacción personal y nuestras necesidades básicas; el hecho de que se otorgue valor a elementos superfluos desde un punto de vista humano, como puede ser el cálculo del PIB, para cuantificar el bienestar de una nación, hace que nuestras escalas de valores queden menoscabadas por una absoluta falta de racionalidad. O, cambiando de objeto, se cuestiona la moralidad que atesoramos como sociedad cuando los ejemplos que recibimos diariamente en los medios son muestras de egoísmo, competitividad, avaricia, desapego, ignorancia y maledicencia. (Y, sí, estoy pensando en Telecinco, para qué negarlo…)

El colofón de El arte de no ser egoísta no es evidente: Precht no pretende en ningún momento señalar un camino correcto o ensalzar una conducta concreta; sin embargo, la lectura brinda una serie de pistas que nos sirven para comprender un poco mejor nuestros comportamientos, tanto individuales como sociales, y nuestra forma de relacionarnos. Un conocimiento que parece muy necesario para cambiar la forma en la que percibimos a los demás y los tratamos; el arte de no ser egoísta pasa, pues, por el respeto, la tolerancia y la cooperación. Sin duda es éste un ensayo sobre la moral que nos puede alumbrar en ese arduo camino de autoconocimiento.

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