El camino – Miguel Delibes

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El camino - Miguel DelibesPocas obras habrá que puedan comunicar tanto con un lenguaje tan llano y sencillo como El camino. La sabiduría de un niño nos embelesa como pocas veces ocurre en las novelas: es una voz narrativa cargada de fuerza, de sinceridad, de inocencia, de vitalidad y de inteligencia; una voz que irrumpe con atronadora virulencia en una forma de ver las cosas costumbrista, apocada; una voz que cuestiona todo aquello en lo que se cree a partir de la pureza y de la comunión con el entorno. Miguel Delibes creó un protagonista, Daniel, el Mochuelo, que nos empequeñece a todos por su sentido común y su capacidad para analizar lo que le rodea sin perder un ápice de frescura en su discurso.

En El camino se nos cuenta la última noche de este muchacho en su pueblo antes de marchar a la ciudad para estudiar. Desvelado y nervioso, mientras da vueltas en su cama va rememorando diferentes episodios de su vida en su hogar y las personas que lo habitan: los amigos con los que ha compartido correrías, los vecinos a los que conoce mejor o peor, sus padres… A través de recuerdos fragmentados, pero enlazados en una historia común, iremos siendo testigos del amor de unas gentes por su territorio y de los hechos cotidianos que hacen de su día a día algo tan extraordinario como usual. Travesuras, amoríos, traiciones, peleas, muertes, envidias, problemas… todo lo que nos acontece como seres humanos, todo aquello a lo que en un momento u otro de nuestras vidas estamos expuestos, se da en ese microcosmos maravilloso que es el pueblo del Mochuelo.

Y es que la filosofía del muchacho se encuentra resumida ya en la segunda página del libro:

Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo —pensaba el Mochuelo— y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.

Ahí se condensa la visión del narrador y algunos de los que le rodean: el hombre se afana en cosas que no tienen sentido, que carecen de trascendencia y que no aportan más que desvelos a unas existencias que no tienen sentido de por sí. Aunque la narración sea la de un niño, sus reflexiones desde la inocencia están cargadas de verdad, de una capacidad de profundización en lo esencial que lo distingue de los adultos; percibe cosas que los demás pasan por alto, o dan por sentadas, y trata de definirlas desde su práctica óptica. De esta manera, lo sensato para Daniel sería continuar en el pueblo, ayudar a sus vecinos y amigos, seguir siendo leal y tratar de convertirse en un buen hombre. Los planes que su padre ha preparado para él, ese camino que le han marcado, no casan con su carácter ni con su forma de entender la vida; y después de leer el libro nos daremos cuenta de que eso es algo que nos sucede a todos en muchas ocasiones.

El camino tiene la virtud de encerrar mucha sabiduría en sus páginas. En su sencillez (que no es tal, ya que sólo su apariencia es simple) encontramos un puñado de certezas que quizá hemos olvidado, o que hemos sacrificado en aras de una vida llena de promesas, pero falta de certidumbres. Más allá de la clásica distinción entre lo rural y lo urbano, o de las quiméricas condiciones de vida en el campo, lo que se expone en la novela es la necesidad de ser fieles a nosotros mismos; Daniel hace una elección trascendente no porque elija el pueblo frente a la ciudad, sino porque realiza esa elección basándose en sus proyectos, sus deseos y sus necesidades. Los personajes que no transmiten esa serenidad del protagonista son, precisamente, aquellos que se mueven por la vida dejándose guiar por prejuicios, opiniones ajenas y expectativas falsas.

Sólo se puede terminar una reseña de El camino diciendo que es imprescindible: es una de esas novelas necesarias, por las que el tiempo no pasará y que siempre apelará a una parte de nosotros necesitada de consejo, de apoyo y de comprensión. Una obra mayúscula, que quizá hoy día sea de lectura insoslayable.

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3 COMENTARIOS

  1. Siempre me había llamado la atención la casi testimonial presencia de Delibes en este blog; que su única obra reseñada fuera “La tierra herida” era muy extraño, pero lo achacaba a algo que respeto sobremanera, las preferencias y gustos literarios de cada uno. Hoy me alegro enormemente al ver la reseña de “El camino”, una novela por la que profeso un especial cariño.
    La descubrí, hace años, durante mi estancia en una casa rural de aldea de la provincia de Asturias, Labra, muy cerca de Cangas de Onís. Este tipo de establecimientos siempre ofrecen al viajero una pequeña biblioteca, pero ¡qué biblioteca, Dios mío!, no me extraña que el entretenimiento fundamental acabe siendo siempre jugar a los naipes o al parchís. Hice un repaso a los libros y descubrí, para mi sorpresa, una vieja edición de 1982, publicada por Destino, me leí sus 224 páginas de un tirón, embelesado por la sencillez y sabiduría de la historia y enganchado a personajes como Daniel, “el Mochuelo”, Germán, “el Tiñoso”, Uca –uca, o Roque, “el Moñigo”. Le comenté al propietario de la casa que el libro era muy bueno y él, amablemente, me lo regaló, – debo confesar que me dio la impresión de que sus aficiones se alejaban mucho del mundo de las letras -, pero, sea como fuere, le agradeceré siempre su detalle. Hoy el libro, con un dibujo, a lápiz, de una jovencita con trenzas, y con el nombre de Susana Dago en contraportada, está en mi biblioteca.
    Desde ese día, he ahondado más en la obra de Delibes, y debo decir que no he quedado nunca defraudado, sus “Viejas historias y cuentos completos”, editado, con prólogo de Gustavo Martín Garzo, por “menoscuarto”, es una auténtica maravilla. Desde aquí, lo recomiendo a todo el mundo.
    ¡Ah!, y mi afinidad por Delibes no se centra únicamente en su obra literaria, sino también en algunas aficiones comunes. Los pájaros, – “bestezuelas por las que siento una especial predilección”, declaró -, es otro mundo que me atrae sobremanera y que, curiosamente, está siempre muy presente en todos sus libros. Si algún día visitan el norte de la provincia de Burgos, dense un paseo por Sedano, residencia de Miguel Delibes durante muchos años, y lean allí, tranquilamente, “La grajilla”, seguro que se emocionarán con la entrañable historia de Morris.
    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

    • Amigo Miguel.

      La ausencia de un escritor tan encomiable como Delibes nada tiene que ver con nuestro gusto personal. El motivo de tal falta es que leí muchas de sus novelas más importantes hace bastantes años (antes de empezar solodelibros) y no ha llegado la ocasión de releerlas.

      Pero como el señor Molina ha quedado fascinado por El camino, seguro que irá reseñando alguna obra más de Delibes y enmendando esa terrible carencia de esta web.

      Un fuerte abrazo.

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