Sam Shepard es un creador prolífico y muy considerado, fuera y dentro de su país, autor de obras de teatro, guiones, libros, actor, director y mil cosas más. Su última colección de relatos es este libro, publicado por Anagrama en el 2004.
Shepard es un autor tradicional, en el sentido más puro del término. Sus obras suelen mostrar personajes típicamente americanos, que suelen pertenecer al sur del país, a alguno de los estados lindantes con México, poseedores de una cultura peculiar, heredera de los primeros cowboys que recorrieron el territorio norteamericano. Es, por tanto, un autor muy local, centrado en unas personalidades y tradiciones muy concretas, que quedan alejadas de otro modo de vida que no sea el estadounidense. Digo esto porque Shepard es un buen escritor, pero sus historias siempre tienen un punto de localismo tan exacerbado que es difícil de aceptar.
Este libro está compuesto por dieciocho relatos, todos muy breves y de temáticas, aparentemente, distintas. Tenemos un poco de todo: en el primero, ‘El hombre que curaba a los caballos’, Shepard narra la tierna historia de iniciación y madurez de un muchacho dominado por su padre. En ‘Coalinga a medio camino’, asistimos a la toma de conciencia de una joven de su propio carácter cobarde. El cuento que da nombre al libro es un relato sobre dos hombres maduros que hacen de su amistad un fortín ante las adversidades de la vida, sin contar con que hay elementos que no pueden controlar. El mejor, a mi juicio, es ‘Los intereses de la compañía’, que cuenta cómo la vida tuerce los sueños y ambiciones de cualquier persona. En general, todos los relatos comparten una línea común, un tono trágico; los protagonistas suelen ser perdedores, desarraigados, cobardes, todos poseedores de una carga espiritual que les aboca al fracaso o a la pena. Las mujeres, en estos cuentos (y en otras obras de Shepard), parecen estar condenadas a soportar un destino inflexible e injusto, o bien a ser ellas las que desencadenen la desgracia; una mirada propia, por otra parte, de esa tradición americana de la que hablaba antes.
Las historias son buenas, casi todas, y Shepard es un narrador excelente, con ecos de Carver o Mailer. Su prosa es directa, poética, breve e incisiva. Sin embargo, como decía arriba, los cuentos se quedan algo cortos, principalmente por dos razones. La primera, por su localismo obcecado, que no consigue «universalizar» las historias y se relega a una tradición provinciana que no interesa a nadie que no sea tejano o californiano. La segunda es que, como muchos autores norteamericanos, peca de una inocencia colosal a la hora de tratar ciertos temas, lo que da a los relatos tintes casi juveniles. En la historia titulada ‘La puerta hacia las mujeres’ se nos cuenta el caso de un muchacho que es aleccionado por su abuelo para que desconfíe del otro sexo, aunque él mismo ya ha encontrado lo bueno y malo que traen consigo las mujeres. Este tema, en manos de otro narrador (me vienen a la cabeza Chéjov, por ejemplo, o Henry James, o incluso el mismo Carver) podría haber dado mucho de sí, pero en Shepard todo se reduce a un punto de vista simplista y bobalicón. Para un europeo, y no pretendo parecer pedante o jactancioso, muchos de estos relatos resultarán inmaduros y poco creíbles. Aunque, como digo, esto es achacable a ese tono local y tradicional que adopta el autor, que no es ni bueno ni malo, sólo distinto.
En resumen, como colección de cuentos tiene poco empaque, aunque se leen fácil y rápidamente y algunos poseen cierta chispa. Insisto en que Shepard es un buen narrador y escribe con una fluidez preciosista y muy lírica. Para leer en algún viaje de tren.
Me gustó este libro, pero como escribes se me quedó la sensación de demasiado corto, podía haber desarrollado más algunos relatos y el resultado se hubiera expandido. Es bueno, pero se cae al compararlo con otros escritores de cuentos norteamericanos actuales como Tobias Wolff o Richard Ford.
De todos modos «Crónicas de motel» es mejor, más original esa mezcla de relatos, poemas, apuntes… y la prosa me pareció más conseguida, más poética.
Shepard siempre me gustó principalmente por su manera localista de retratar una parte de la sociedad de USA y hasta me atrevería a decir minimalista al estilo Carver. Con pocas lineas me cuenta un montón de cosas, lugares, personas, eventos y eso calza a la perfección en la estructura de cuento corto en la que tan bien se mueve.