Si algo tienen en común muchos escritores rusos es su capacidad para reflejar en sus obras la naturaleza del pueblo, la idiosincrasia de los habitantes del país. En este sentido, Nikolái Leskov consigue en El peregrino encantado llevar esa representación a unas cotas magníficas.
Aunque el narrador del libro sea una voz desconocida en tercera persona, el verdadero protagonista, y el que se encarga de relatar la historia, es Iván Severiánich, un trotamundos lenguaraz y descarado que narra las aventuras de su vida a un grupo de pasajeros durante un viaje en barco. Sus andanzas comienzan en sus tiempos como postillón para el conde al que servía su padre y se desarrollan por toda la geografía rusa, hasta dar con sus huesos en un monasterio como novicio.
Al estilo de Sterne en su Tristram Shandy, las idas y venidas de Iván Severiánich constituyen un auténtico catálogo de absurdos, despropósitos y malentendidos; el protagonista siempre está a punto de caer en desgracia, pero alguna peripecia o malabarismo del destino terminan por reconducirle y salvarle. Su historia es asombrosa y bordea lo fantástico, aunque la picaresca y la astucia sean las características que más palmariamente lo definen.
Y es que Leskov nos ofrece una aventura desopilante, sí, pero sobre todo nos dibuja el perfil de la personalidad rusa. Todos los personajes que aparecen en el libro actúan con una frescura inigualable, definiéndose en pocas líneas gracias, en primer lugar, a su voz (cada una personal y representativa), y en segundo, a su manera de comportarse. Como bien expresa Gorki en su prólogo a la novela: «En sus relatos, los personajes se limitan a hablar de sí mismos, pero su lengua es tan asombrosamente viva, tan veraz y persuasiva, que, de un modo misterioso, se levantan ante nuestros ojos tan perceptibles, tan materialmente evidentes como los que aparecen, por ejemplo, en los libros de Tolstói.»
Esto se pone de manifiesto sobre todo, como es lógico, en la narración que de su propia vida hace Iván Severiánich. Jocoso y socarrón, pero también solemne y respetuoso, el aventurero desgrana sus tribulaciones con un estilo cercano a los cuentos orales (y es que recordemos que, al fin y al cabo, está narrando a unos atentos oyentes el cuento de su propia existencia), lleno de imprecaciones, titubeos y olvidos; siempre suavizado por la mano de Leskov, claro está. Además, otros personajes de la historia (como sus raptores tártaros, o un príncipe al que sirve durante un tiempo) también se expresan con una personalidad propia muy marcada, bien por los rasgos estilísticos de la prosa (hay que citar al respecto la espléndida traducción de Fernando Otero), bien por los giros y usos del lenguaje que utilizan. Todo ello conforma una sinfonía de instrumentos bien caracterizados que, aun sonando melodiosamente en solitario, se unen para componer un todo homogéneo y armonioso.
Por otra parte, no es menos importante el dominio magistral de Leskov sobre el ritmo de la narración. El peregrino encantado es una amena lectura de aventuras, una historia que no pierde pie en ningún momento (a pesar de los reiterados incisos argumentales y formales, quizá fruto de su publicación por entregas en un periódico) y que mantiene incólume la atención del lector de principio a fin. El estilo del ruso es fresco, natural y burlón, perfecto para hilar una trama como la que protagoniza Severiánich. La secuencia de acciones se desencadena con un pulso muy medido, alternando escenas con un sentido narrativo muy acendrado y haciendo de la historia un conjunto de elementos trenzados con suma perfección.
El peregrino encantado es una lectura divertida y brillante, repleta de detalles hilarantes y de personajes entrañables, y narrada de forma vivaz. Si a todo ello unimos la sensibilidad de Nikolái Leskov a la hora de plasmar los caracteres de sus protagonistas, tendremos entre manos una pequeña y desconocida joya de la literatura rusa. Descúbranla.
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Una formidable recuperación, y una preciosa edición. Enhorabuena a los editores, y al magnífico comentario de Solodelibros.
De este autor sólo he leído La pulga de acero pero realmente me fascinó por su forma de emplear el lenguaje, de caricaturizar a sus personajes al timpo que la historia no perdía verosimilitud. Me apunto este libro.
Gracias!!