El porqué de las crisis financieras y cómo evitarlas – Frédéric Lordon

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El porqué de las crisis financieras y cómo evitarlas - Frédéric LordonA estas alturas, la opinión pública casi parece dar por superada la tristemente célebre crisis de las hipotecas subprime. A pesar de ello, sus repercusiones aún están sacudiendo el mundo con la fuerza que ninguna otra crisis económica anterior había tenido. En El porqué de las crisis financieras y cómo evitarlas el economista Frédéric Lordon no sólo realiza un análisis concienzudo de las causas que han llevado a esta situación, sino que explica por qué esta crisis es diferente de otras ya acaecidas y propone algunas posibles soluciones para evitar que vuelva a ocurrir.

Este último punto es muy importante, porque Lordon aborda su estudio desde una perspectiva crítica y alejada de posiciones acomodadas: las propuestas que expone son fruto de su formación académica, como es lógico, pero sobre todo son argumentos que atesoran un sentido común del que políticos, estadistas y, por supuesto, financieros carecen por completo. Y señala como primeros culpables a los inversores que han jugado con esa economía especulativa: una economía que no se ajusta a la economía real, que no produce beneficios materiales, ya que sólo sirve para engordar los bolsillos de los pocos que participan de esa vorágine de compras y ventas; una economía que olvida su responsabilidad de generar productos, mejoras o empleo y sólo trata de crear dinero de la más absoluta intangibilidad.

Lordon comienzo su ensayo con una explicación minuciosa (por momentos algo abstrusa para los no iniciados en economía, todo hay que decirlo) de los antecedentes de la crisis: la explosión de la titulización, que no es más que la posibilidad de vender activos bancarios transformados en productos de transacción. A grandes rasgos, esta característica proporciona grandes beneficios sin tener en cuenta los riesgos asociados, algo tan básico y simple que un estudiante de primero de económicas debería saber al dedillo. De ahí que un acontecimiento mínimo (el aumento de impagos de hipotecas en Estados Unidos) provoque una reacción en cadena que hace que todos los participantes de ese gran juego especulativo —bancos, aseguradoras, cajas de ahorro, inversores, etc.— caigan en bancarrota.

Este panorama fue identificado por cualquier organismo transnacional hace mucho tiempo. Sin embargo, una de las grandes paradojas de esta crisis es ésta: «las instituciones que están a la vanguardia del capitalismo contemporáneo, por su grado supremo de sofisticación en el manejo del negocio […], y por las técnicas más refinadas en la gestión del riesgo, no son capaces de responder a la pregunta más elemental y fundamental de la vida económica: «¿Cuál es el estado de mis cuentas?»» Los productos con los que se especulaba adquirieron tal grado de complejidad y se revendieron tantas veces que los bancos terminaron por desconocer cuál era el estado real de sus finanzas. Con esto se incurre en lo que se denomina «riesgo sistémico»: una situación en la que un impago o error localizado y menor supone el derrumbe de una serie de incumplimientos de pago, lo cual puede llegar a suponer la quiebra total del sistema financiero.

Lordon también advierte sobre el papel que Bancos Centrales y gobiernos han desempeñado en estas situaciones. El rescate de las entidades afectadas por sus malas gestiones no sólo es reprochable desde un punto de vista moral (dado que la economía especulativa no repercute sus beneficios en la economía real, sólo sus pérdidas), dado el sinnúmero de personas que se han visto afectadas en su vida cotidiana; es particularmente peligroso que una excepción —ayudas económicas, bajadas de tipos— se convierta en regla. Así, en el futuro podrían volver a darse condiciones muy similares y las compañías implicadas seguirían sin asumir los riesgos de sus juegos financieros. El autor recuerda, además, que ésta no es una crisis aislada: desde principios de los años 90 del siglo XX la economía global ha sufrido altibajos que marcan una serie muy definida, como el crack de Wall Street de 1987, la crisis asiática de 1997 o la explosión de la burbuja de internet en torno al año 2000.

Lordon expone algunas propuestas más que sensatas: recuperar el carácter productivo de las finanzas, controlar los riesgos de forma efectiva, moderar los incentivos de los agentes implicados en estas operaciones, limitar las titulizaciones, nacionalización total o parcial de las empresas de bolsa o el establecimiento de una política monetaria antiespeculativa. Difíciles de aplicar, como él mismo reconoce, pero indispensables si se pretende no caer de nuevo en situaciones aún peores que la actual.

Un libro, en suma, que ilumina algunos aspectos bastante oscuros de esta situación y que propone soluciones inteligentes. Ahora sólo resta que tomemos las riendas y las empecemos a llevar a cabo. Créanme si les digo que nadie lo va a hacer por nosotros.

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