Si con «Esch o la anarquía» tanto la forma como el contenido de la trilogía Los sonámbulos de Broch sufrían una evolución notable, «Huguenau o el realismo» es la culminación estilística y ensayística perfecta para tal empresa.
El romanticismo caduco que aquejaba a Pasenow, o el anarquismo desnortado de Esch, dan lugar en este libro, que discurre en el año 1918, con una Alemania al borde de la derrota durante la Primera Guerra Mundial, al realismo pragmático y carente de moral de Huguenau. Este personaje, que abre la novela desertando del ejército para ir a parar a una pequeña ciudad provinciana, sirve a Hermann Broch para ilustrar la falta de ideologías y valores que tiene la humanidad entera en el momento de escribir el libro, en ese período fatídico y despojado de cualquier atisbo de compasión o bondad. (Acerca de si esa situación se ha prolongado en el tiempo, no es este el momento de dirimirlo.)
Los protagonistas de las anteriores partes aparecen aquí de nuevo, poseedores de sus respectivas idiosincrasias y ejerciendo un papel fundamental en el desarrollo de unos acontecimientos que, si bien intuidos desde el principio por un lector ya maleado por el viaje que ha venido haciendo desde «Pasenow o el romanticismo», no dejan de ser oscuros, caóticos y depravados. Esch, convertido ahora en dueño de un periódico, aún abatido en su interior por la infructuosa búsqueda del absoluto terrenal, será la piedra de toque que conseguirá ilustrar la ‘bajada a los infiernos’ de Wilhelm Huguenau, su absoluta degradación, que no es otra que la de todo ser humano en tiempos conflictivos. Pasenow, ejerciendo de comandante en jefe del destacamento de la ciudad, se hundirá en la ignorancia de la realidad en la que vive y no renunciará a la fortaleza que le otorgan sus periclitadas convicciones.
El libro, en una progresión natural y lógica, está compuesto por decenas de cortos capítulos: unos por completo narrativos, otros, en cambio, sirven al autor como excursos ensayísticos para expresar (de manera enrevesada para los no versados en lides psico-filosóficas) su visión sobre el estado del mundo. Los capítulos de la trama principal (la de Huguenau) se entreveran con otros que muestran a algunos personajes secundarios que ponen énfasis en ese fresco moral que trata de representar el autor: una época privada de armonía, de moral, donde los hombres persiguen fines particulares ignorando por completo la necesidad de una ‘hermandad’ superior. La fría lógica de una guerra que se abate sobre todos los personajes como si de una maldición bíblica se tratase, convierte los destinos individuales en trayectorias sin sentido; sin embargo, Broch no abandona la esperanza (y así lo hace ver en diferentes partes del libro, sobre todo en el bello capítulo final) de que el ser humano advierta su depravación y opte por una existencia más sensible.
En suma, excepcional colofón para una obra de tremenda envergadura, no sólo por su calado ideológico, sino por la belleza y sabiduría con la que se tejió literariamente.
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Excelente comentario
Saludos