Jakob von Gunten – Robert Walser

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La lectura de Jakob von Gunten es una aventura onírica de connotaciones muy personales. La novela de Robert Walser es inclasificable en el sentido estricto de la palabra, ya que nos traslada a un universo íntimo muy difícil de compartir, y del cual cada lector puede extraer impresiones diferentes. Lo cierto es que es un texto difícil en cuanto a su racionalización, ya que su trama es vaporosa y más bien sirve como muestra de una narrativa sensualista y simbólica.

El libro está narrado en forma de entradas de diario por el protagonista homónimo. Jakob cuenta algunos de los sucesos que van ocurriendo en el Instituto Benjamenta, una institución de enseñanza peculiar en la que él mismo decidió ingresar después de marcharse de su hogar. En sus páginas da cuenta de todo lo que va aconteciendo: las relaciones con sus compañeros, los anhelos de futuro que van surgiendo, sus pensamientos acerca de su familia, sus deseos o la extraña relación que los alumnos mantienen con Herr Benjamenta, el fundador del colegio, y su hermana, de la cual todos parecen quedar prendados sin remedio. Poco a poco, la figura insoslayable del Instituto se convierte en un personaje más, dejando así el papel de escenario para ocupar toda la mente del joven narrador y, por extensión, del lector.

La carga simbólica de la novela es evidente, pero también ambigua. Se puede interpretar como una historia onírica, salpicada de interrogantes producto del carácter subjetivo que implica la narración en primera persona; también como una suerte de gigantesca metáfora que alude a la clásica novela de formación, pero abordándola desde la poesía; o incluso puede verse como un clásico libro de memorias de adolescencia, si bien teñidas de una pátina mágica o fantástica que convierte la trama en un ejercicio de imaginación. La opción de la metáfora puede ser muy válida, ya que en varios momentos se alude a la formación del protagonista con imágenes repletas de ironía y lucidez («Nos quieren formar y modelar, ya me doy cuenta, no atiborrarnos de conocimientos», dice el propio narrador).

Sea como sea, lo cierto es que la imaginería de Jakob von Gunten es variada y lírica, por lo que el fondo del texto queda relegado a un justo segundo plano: una vez atrapados por la prosa asfixiante y seductora de Walser no nos importará demasiado si la señorita Benjamenta es un personajes de carne y hueso o un producto de la fantasía adolescente del narrador, o si el Instituto es un lugar físico o una quimera más. El estilo del escritor, repleto de imágenes de una fuerza visual demoledora, se basta para conducir una historia que coquetea con la realidad más cercana (como puede observarse en los pasajes en los que Jakob habla de su familia y de su posición social) y con la fantasía más descabellada (y el ejemplo perfecto es el mundo del Instituto Benjamenta, aislado de su entorno y descrito siempre como si de un mero ensueño se tratase). No hay posibilidad de interpretación unívoca, aunque tampoco necesidad: la musicalidad de la prosa y lo sensual de la historia son suficientes para que la trama, vaporosa y frágil, avance con seguridad.

No hay duda de que la lectura de Jakob von Gunten es de ésas que no dejan indiferente: puede gustar o no, pero no hay duda de que el estilo personal de Robert Walser es magnífico y sumamente original. Quizá hay que dejar a un lado prejuicios literarios y convencionalismos narrativos para dejarse seducir por un texto que, a fuer de indescifrable, se torna magistral.

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11 Comentarios

  1. Sé que es difícil y complicado hablar sobre la obra de Robert Walser, una de las personalidades más complejas de los últimos tiempos en la literatura europea.

    Hace algún tiempo, coincidiendo con el cincuentenario de su muerte, decidí acercarme al Walser escritor y al Walser ser humano. Elegí para ello, dos libros, “El ayudante”, una de sus novelas más realistas y “Paseos con Robert Walser”, del crítico y mecenas suizo Carl Seelig; ambos me deslumbraron, y me dejaron irremediablemente enganchado a todo lo que significa su obra y su persona. El primero, narra la historia de la ruina del ingeniero Tobler, a la que asiste, de la manera más sumisa, su fiel y leal empleado Joseph (un trasunto del propio Walser); el libro me sumergió de lleno en el especial “universo walseriano”, en ese mundo de personajes amables e inmaculados que arrostran una gris existencia, siempre a la espera de nada, siempre rozando una marginalidad asumida, aquélla que les proporciona su vida de errático vagabundeo. “Paseos con Robert Walser”, muestra el lado humano (también el ideario estético) de un hombre resignado a su vida y a su suerte, de un hombre que, coincidiendo con su ingreso en el sanatorio psiquiátrico de Waldau en 1929, como si de un tranvía se tratara, decide apearse definitivamente del mundo; a partir de ese momento, su único objetivo es “desaparecer, llamando la atención lo menos posible”. Su naturaleza, de hombre bueno y amable, se pone de manifiesto a la misma puerta de la institución mental, durante la conversación que mantiene con su hermana Lisa: “¿Estaremos haciendo lo correcto?, le pregunté. Su silencio fue lo bastante elocuente. ¿Qué otra opción me quedaba sino entrar?”. Es obligado decir, que la decisión tomada por su hermana, se producía después de varios intentos de suicidio por parte de Walser.

    Tras la lectura de estos libros, “Jakob von Gunten” se me ha presentado desde perspectivas bien distintas, estamos ante una obra, con matices de libro de aprendizaje, en la que el “mundo walseriano” se impregna aún más, si cabe, de una atmósfera irreal y extraña. Con estructura de un diario, narra las peripecias y sensaciones del protagonista, Jakob, durante su estancia en el Instituto Benjamenta, un centro especialmente dedicado a crear “gente modesta y subordinada”, redondos y simpáticos ceros a la izquierda prestos para insertarse en la sociedad. Esta “fantasía poética”, como su mismo autor la definía, al igual que todas las obras de Walser (“Lo único que siempre me ha salido bien es lo que ha brotado de mí con naturalidad, y lo que de algún modo yo mismo he vivido”), recoge las experiencias vividas durante su estancia de un mes, en una escuela de criados de Berlín, ciudad donde residía su hermano Karl (en la novela, su alter ego es Johan), pintor, por entonces, de cierto renombre. Tras este período de formación, estuvo trabajando seis meses como ayuda de cámara en la Alta Silesia, pero como Walser confiesa: “A la larga no servía para criado, con mi torpeza suiza”.

    A pesar de ser una obra especial y distinta en todo, que se mueve muchas veces en claves oníricas difíciles de asumir desde nuestra razón, no lo es tanto en cuanto a su bagaje de ideas. La forma de pensar y actuar de Jakob von Gunten es la del mismo Walser en persona; en el libro de Seelig, confiesa: “Así que viví mi propia vida, en la periferia de la burguesía, y ¿acaso o estuvo bien así? ¿No tiene mi mundo derecho a existir, aunque en apariencia sea un mundo más pobre e impotente?”. Esa idéntica marginalidad la hace suya Jakob cuando afirma: “Siento cuán poco me concierne aquello que se denomina mundo, y qué grande y fascinante me parece lo que yo, en mi fuero más interno, llamo mundo”.

    Debo confesar que Robert Walser es una de mis pocas debilidades literarias, un escritor para disfrutar pausadamente, además de un hombre de una naturaleza buena y simple. Cada vez que veo la foto de su muerte, su cuerpo, desmochado como un pelele, en medio del campo nevado o su imagen al borde del camino, con su traje raído pero pulcro, su sombrero y su omnipresente paraguas, prestos todos a una liberadora caminata, hay algo que provoca en mí una profunda compasión. Una de mis más mayores debilidades, como ya he dicho.

    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

  2. Magnifico Sr. Molina es como si estuviera oyendo la clase de mi viejo profesor de literatura o bien una clase del Instituto al que Walser menciona. Espero encontrar mas reseñas suyas

  3. No creo estar en condiciones de leer ahora a Walser, pero lo que si me ha llamado la atención enormemente es la magnifica reseña del Sr. Molina. Muy recomendable si pudiera dirigirnos a otras reseñas de este Sr. Que da mil vueltas a muchos críticos consagrados. Salud

  4. El azar que es uno de los participantes de internet me ha llevado a Robert Walser,quería recomendar una lectura a alguno de mis amigos, hace años leí creo que los Hermanos Tanner, y me ha servido para motivarme a salir corriendo a comprar alguno de los libros que en estos últimos años se han publicado,y a encontrarme con esta reseña,así que quisiera compartirla con a quienes propongo la lectura de un escritor que me dejó impresionada,yo creo que no hay que tener miedo a leer, sino al aburrimiento que proporcionan algunas lecturas, la ambigüedad y esas cosas son de quienes leemos,yo sólo me ciego con la literatura, y cuando reconozco a un escritor no atiendo a mas cosas, porque yo no reconozco nada superior a la literatura, que hacen escritores como Rober Walser…

  5. Sí, tengo que admitir que el estilo de Walser es único. Y adictivo. A mi me lo recomendaron hace unos meses, me leí Los hermanos Tanner, y aún no paro de recordar las diatribas del bueno de Simon Tanner. Grandes escritores del siglo XX son deudores de Walser, sin duda. No sólo Kafka, sino los grandísimos escritores en lengua germana posteriores como Bernhard o Sebald, no pueden evitar una más que evidente similitud
    Para releer

  6. Kafka dijo de él, simple pero poderosamente, que era un gran libro.
    Por cierto, Sr. Molina, le ha quedado una reseña preciosa.

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