Los mitos de Cthulhu – Lovecraft y otros

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Los mitos de Cthulhu - VVAAEn este volumen se reúnen varios relatos que se adscriben a una mitología tan peculiar y compleja como la que H.P. Lovecraft creó con sus leyendas sobre Primordiales y Dioses Arquetípicos. Los mitos de Cthulhu recoge historias no sólo del escritor estadounidense, sino de varios colaboradores y amigos del maestro del terror, que también contribuyeron con sus textos a dar forma a la leyenda de los mitos.

Las decenas de textos están ordenados según un esquema más o menos cronológico, teniendo en cuenta su fecha de publicación y también el orden temático que podrían tener dentro de la estructura de los mitos; así, lo que tenemos es una estructura bastante coherente que divide estos relatos en tres fases: precursores, mitos propiamente dichos y textos póstumos. Los mejores cuentos del volumen se engloban, sin lugar a dudas, en la segunda sección: en ella encontramos al más puro Lovecraft con «La sombra sobre Innsmouth» o «En la noche de los tiempos», dos grandísimas historias que muestran el alcance del terror psicológico que moldeó el autor.

Aunque es de sobra conocido, no está de más reseñar el tipo de temas que trataba el escritor estadounidense. Su visión del terror se alejó mucho de la etapa romántica finisecular y sentó las bases para otro tipo de relato de miedo: en lugar de centrarse en lo ajeno, lo extraño, se concentró en mostrar un pavor más interno, anclado en nuestro subconsciente, de manera que es mucho más difícil de eludir y más complejo de mostrar. Los monstruos de los relatos de Lovecraft son repulsivos, claro está, y transmiten miedo de por sí; sin embargo, lo que realmente comunica el horror son las implicaciones que tienen para los protagonistas las apariciones de esos seres.

La mitología de los mitos de Cthulhu se basa en la existencia de una amenaza constante: unos seres legendarios cuyo poder es tal que puede asolar el planeta y provocar nuestra extinción como especie. El encuentro con criaturas que sirven a esos seres no sólo causa terror en los personajes de las historias, sino que los descubrimientos acerca de quiénes son esos subalternos y el propósito de sus acciones entraña una concepción del universo que escapa a la cordura. El terror psicológico hace su aparición en forma de desesperanza, de horror cósmico, ya que la vastedad de la amenaza es tal que cualquier oposición es fútil. El miedo surge, pues, tanto de la imposibilidad de «ganar» como de comprender.

En este sentido, la brillantez de algunos de los relatos es soberbia: como ejemplo valen los ya mencionados de Lovecraft, «El vampiro estelar», de Robert Bloch o «El sello de R’lyeh», de August Derleth. En cualquiera de ellos encontramos elementos sobrenaturales que obligan a los protagonistas a asumir su pequeñez: elementos que causan horror, pero que sobre todo acongojan por el poder que se intuye en un más allá desconocido, pero terriblemente cercano en algunos lugares de este mundo. Otros cuentos («El signo amarillo», «Estirpe de la cripta» o «Las ratas del cementerio») son más tradicionales y juegan con tópicos de la literatura de terror más clásica: apariciones, muertos, etc. No obstante, el nivel general es muy alto y los textos originales (sobre todo los de Lovecraft, pero también algunos otros de sus amigos) son de una calidad sobresaliente.

Los mitos de Cthulhu es el libro ideal para dar los primeros pasos en un universo sobrecogedor, pavoroso y descorazonador; un universo que Lovecraft definió con precisión y energía, y que cuenta con algunos textos magníficos. Si aún no han tenido la oportunidad de adentrarse en el fascinante mundo de los mitos de Cthulhu, no se lo pierdan.

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1 COMENTARIO

  1. Uno, hay que admitirlo, no puede vanagloriarse de ser un gran conocedor, ni tan siquiera un buen aficionado, a la literatura de miedo o terror, llámenla como quieran. Mis acercamientos al género han sido escasos y no han ido más allá de los castillos en ruinas, que la pluma de autores románticos se encargaba siempre de poblar de espectros y fantasmas ululantes. Por ello, la lectura del prólogo de Rafael Llopis, – excelente, todo sea dicho, por su didactismo y erudición -, empezó a alarmarme un poco: si osaba adentrarme en el libro algo nuevo me esperaba, en sus páginas estaban al acecho presencias numinosas, Dioses Primigenios y hasta angustias cósmicas. Inquietante, aunque sólo fuera por el empleo de semejantes vocablos.
    Después, se percibe que el temor tal vez era infundado y excesivo. Por qué, pues porque la recopilación de relatos, en su afán de mostrar el camino hacia un nuevo concepto del cuento de terror, resulta un poco heterogénea. Los precursores de la primera parte del libro, a excepción de “El Wendingo”, no pasan de ser más de lo mismo: decorados de J.R.R.Tolkien, zombis y libros malditos, pócimas aterradoras… Un poco decepcionante, si no fuera por la fuerza y originalidad aportada por el relato de Algernon Blackwood, donde se anuncia ya, y de verdad, la nueva mitología tan cacareada en el prólogo. En él aparece, – bueno, más bien deberíamos decir se vislumbra porque nunca llega a hacerse visible, – una fuerza horripilante, un dios animista asociado al poder y a la soledad de la Selva Salvaje, que consigue enloquecer a todos los “llamados” con su presencia conturbadora. Una notable narración que se aparta de caminos y conceptos trillados.
    Las partes segunda y tercera del libro, las que corresponden a los Mitos y a los Mitos Póstumos, – y aquí, coincido plenamente con la reseña -, son las que recogen los mejores relatos de la antología. Cierto que algunas de las historias se circunscriben a clichés muy recurridos, por lo que a la cita no faltan momias, ratas, muertos, cultos satánicos y demás, pero existen en contrapartida relatos realmente sobresalientes. “La sombra sobre Innsmouth”, del propio Lovecraft, es uno de ellos, y el mejor de todos para mí sin duda alguna; “El vampiro estelar” de Robert Bloch, con la participación estelar de un personaje de delgado perfil, residente en Providence…, – adivinen de quién puede tratarse, si el relato está dedicado a H.P. Lovecraft -, es igualmente notable; lo mismo podría decirse de “El morador de las tinieblas” y alguno que otro más. Discrepo, no obstante, en la apreciación sobre “En la noche de los tiempos” que, en mi opinión, resulta excesivamente farragoso, en especial cuando, entrando de lleno en el mundo de la ciencia ficción, se nos avasalla con continuas explicaciones sobre usurpaciones de cuerpos y viajes proyectados en el tiempo. Y eso, por no hablar de los castizos especímenes pertenecientes a la Gran Raza, unos seres cónicos de tres o cuatro metros de altura, con tentáculos extensibles y tres grandes ojos que, por no carecer, no carecen ni de su correspondiente aditamento decorativo: llevan colgadas unas bolsas o alforjas de la parte superior de su tronco (¡!).
    Hay algunos detalles, no obstante, que, sin ser un gran experto en el género de terror, llaman la atención tras la lectura del libro. Uno, es general a la mayoría de relatos leídos y hace referencia al relevante papel que el fetichismo juega en casi todas las historias, donde siempre, o casi siempre, aparece un objeto, bien como puerta a las oscuras profundidades del mal, o bien como escudo protector de las mismas. El otro se centra exclusivamente en H.P.Lovecraft, capaz de crear un universo de deidades y mitos tan variopinto y complejo, pero incapaz de evitar verter en él sus fobias y manías más reaccionarias.
    Con todo, y como, a pesar de lo que pueda parecer, no he conseguido aclararme mucho sobre quiénes son los Dioses Arquetípicos y quiénes los Primordiales, o dónde encasillar a Yog-Sothoth, Ithaqua o Azathoth, no descarto visitar próximamente la Universidad de Miskatonic. A lo mejor allí, hojeando el Libro Negro de von Junzt o el Necronomicon de Abdul Alhazred, logro encender la bombilla que ponga luz al berenjenal mental propiciado por Lovecraft y sus secuaces.
    Bromas aparte, el libro reúne una más que excelente recopilación de relatos, que si no consiguen ponerte los pelos como escarpias, – pocas cosas lo consiguen hoy en día en medio de la realidad que nos rodea -, por lo menos proporcionan momentos de lectura muy placenteros.
    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

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