
En esta historia sencilla, pero alegre y conmovedora, asistimos al proceso de enamoramiento de dos jóvenes primos: Guido Morris y Vincent Cardworthy. El primero es un muchacho responsable y calculador, sobrio en todas sus facetas; el segundo, aunque honrado y de buen corazón, gusta del buen vivir y no quiere aceptar ninguna responsabilidad. Sus apacibles y tranquilas existencias cambiarán cuando ambos encuentren el amor: Guido se casa con Holly, una extravagante mujer a la que conoce en un museo; Vincent, ahíto de flirteos ocasionales, descubre en su compañera de trabajo Misty a una persona capaz de resistirse a sus encantos y sacarle de sus casillas. Estos cuatro personajes, a cual más peculiar, ofrecen al lector una mirada sobre distintos aspectos del amor, del matrimonio, del cortejo y de la vida en pareja.
El acierto de la autora es el de crear unos protagonistas coherentes, profundos y complejos, pero a través de un estilo preñado de humor y dotándoles de unos rasgos familiares. Los cuatro tienen defectos y virtudes, miedos y esperanzas, y esas incertidumbres los acercan al lector de una forma magistral; puede que ninguno de ellos constituya una creación suprema, aunque sí es cierto que su impronta queda marcada en nosotros al poca de comenzar la lectura. Colwin tiene una gran habilidad para recrear estados de ánimo en pocas frases, incluso con un par de adjetivos, de manera que pronto nos sentimos partícipes de los desvelos de estos cuatro neoyorquinos sin necesidad de mayores descripciones.
El tono ligero de la obra contrasta con la profundidad del tema a tratar, que la autora consigue reflejar mediante una narración construida a partir de encuentros y desencuentros. Aunque de carácter cómico, Tantos días felices tiene momentos de una considerable penetración psicológica; el humor, en este caso en su variante más ácida y burlona, consigue describir con acierto la complejidad que se esconde tras las relaciones de pareja: los desencuentros, la complicidad, los malentendidos, la incertidumbre, el deseo, la incomprensión… Estos elementos asoman a lo largo del libro para ir tejiendo dos historias de amor convencionales, puesto que no se diferencian de cualesquiera otras, pero inolvidables desde un punto de vista artístico, ya que muestran un rigor insospechado a la hora de poner por escrito el proceloso asunto del querer.
Con todo, quizás el rasgo que hace de esta novela una obra especial es su capacidad para conmovernos. Es cierto que ni las situaciones que se narran son extraordinarias en modo alguno ni los protagonistas son seres que ostenten rasgos destacables que los eleven por encima de los demás; sin embargo, es probable que el adjetivo «delicioso» aparezca de forma recurrente mientras leemos. Y es que Tantos días felices es una de esas novelas luminosas, optimistas, que nos recuerdan que la vida tiene momentos alegres y que los pequeños detalles del día a día pueden hacer de nosotros mejores personas, sin que haya que recurrir a heroicidades o grandilocuencias; un texto que nos recuerda que el amor es doloroso e incierto, pero también es capaz de sacar lo mejor de las personas. Una enseñanza inocente, tal vez, o sentimental, pero no por ello menos verdadera.
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