Los papeles póstumos del Club Pickwick – Charles Dickens

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Los papeles póstumos del club Pickwick - Charles DickensEsta novela es uno de los grandes libros de Dickens, que no se distingue, precisamente, por carecer de novelas poco famosas. Sin embargo, «Los papeles póstumos del Club Pickwick» es, quizá, su primera «gran» novela, sobre todo teniendo en cuenta que la publicó con sólo 24 años.

En sus inicios, la obra se ideó como un folletín por entregas, aunque finalmente se publicó el texto completo, pasado un tiempo. En esta historia disparatada y cómica se narran las aventuras de cuatro miembros de un club muy especial, que debe su nombre al señor Samuel Pickwick, una especie de filántropo-filósofo que, junto con tres adeptos a su hermandad, inicia un viaje por Inglaterra en el que les suceden un sinfín de anécdotas.

Es un clásico libro de aventuras, al estilo de los grandes novelones decimonónicos, pero dotado de una frescura y un sentido del humor impagables. Y es que Charles Dickens no era sólo «Canción de Navidad» o «David Copperfield», sino que pasaba por ser un avispado observador de la naturaleza humana, y esa habilidad se refleja en esta novela con claridad. A lo largo de sus páginas nos encontramos con infinidad de personajes que sirven al autor para diseccionar costumbres, comportamientos y actitudes; y confieso que de una manera que me sorprendió mucho por lo moderno que llega a resultar para un lector de casi dos siglos después. Los propios miembros del club, el señor Pickwick (gran pensador, pero cascarrabias y meticuloso), Tupman (un viejo verde que tiene momentos verdaderamente divertidos con algunas damas), Snodgrass (un poeta cobarde y asustadizo) y Winkle (un deportista con un gafe irreversible), son figuras sin desperdicio. Me provocó las carcajadas más sonoras el criado de Pickwick, Samuel Weller, un personaje heredero del mejor Sancho Panza, pero con ese típico humor inglés que puede llegar a ser cínico en extremo.

La figura de Pickwick es casi imposible de describir, ya que tiene una fuerza muy particular y le imprime a todo el libro un aura de inocencia, de honor y de sabiduría que se contagia al resto de personajes. Es un protagonista con el que uno no para de reír, de disfrutar, ante sus desmanes y meteduras de pata; y también un personaje del que no queda más remedio que compadecerse, porque su visión quijotesca del mundo le convierte en un pelele, utilizado por algunos y ridiculizado por otros. Esa conjunción de comedia y tragedia es manejada por el autor con mucha maña, sin cargar las tintas en según qué ocasiones, y dejando que los caracteres pickwickianos se ‘desaten’ en otras.

En resumen, un divertidísimo libro que en absoluto parece escrito en 1836, por lo cual se lo recomiendo a todos, sobre todo para pasar un buen rato.

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9 COMENTARIOS

  1. Creo que el título completo que mejor definiría a la novela de Dickens podría ser “Los papeles póstumos del Club Pickwick, o como consagrarse en el arte de ser un patán”, porque hay que ver los denodados esfuerzos que ejecutan todos los protagonistas por doctorarse en semejante oficio. La sucesión de disparates, capítulo tras capítulo, resulta inagotable y no cabe duda que a la conclusión del libro todos consiguen el objetivo anhelado: la Facultad de la Vida, por unanimidad, les otorga título de Doctores “cum laude” en Patanería.
    Hace algunos meses, cuando inicié mi nueva aproximación a Charles Dickens, leí “Tiempos difíciles” y, a pesar del mérito indudable del libro, no quedé especialmente deslumbrado por su lectura. Las aventuras del señor Pickwick y Cía. son otro cantar. Lo primero que resulta sorprendente de la novela es su frescura y espontaneidad, impropia de la época de su publicación, no olvidemos que data de 1836. Y aunque por entonces los libros de caballería llevaban muchos años muertos y enterrados, la estructura del libro se nutre en esencia de ese género literario; cierto que no de la caballería pura al uso, pero casi, casi… Si suprimimos el jamelgo, – imposible imaginarse al señor Pickwick a lomos de cualquier cuadrúpedo -, por un medio de transporte más civilizado, léase coche de punto o carretilla, lo que queda del improvisado jinete no pasa de ser un don Quijote de vía estrecha, o de campiña inglesa, si queremos honrar, como es debido, la cuna de tan distinguido personaje. Pasión, la misma del ingenioso hidalgo de La Mancha, hacer el bien, resultados, tan poco satisfactorios como los del personaje de Cervantes; hasta las obsesiones adquieren parecido rango de relevancia, don Quijote le tiene hecha una cruz a los gigantes, el señor Pickwick se la tiene jurada a Alfred Jingle.
    Pero por si alguna duda queda sobre si estamos, o no, ante la presencia de un libro de caballería, el empleo de la técnica de incluir historias dentro de la historia es harto concluyente. Dickens también trufa sus páginas de relatos colaterales, que accidentalmente van a parar a las manos de los protagonistas, relatos que, como en el caso de “Manuscrito de un loco” o “El regreso del penado”, recuerdan muy mucho a la narrativa gótica inglesa del siglo XIX.
    El libro está repleto de una sutileza y de una ironía inusual y sus diálogos, algunas veces llevados hasta el paroxismo de la más extrema verborrea, son incisivos e imaginativos como pocos. Una auténtica diversión. Lástima que la edición del libro, posterior a su aparición por entregas en el periódico “Evening Chronicle”, no subsanara los descuidos y faltas propios de los folletines, pero bueno, eso hubiera sido la perfección total y es justo reconocer que el producto final, leído tal cual, depara, a pesar de todo, momentos de muy grata lectura.
    Y además, cosa que me alegra mucho, no encontramos al Dickens dulzón y beatífico, que algunas veces llega a sacar de quicio. Me refiero al Dickens que, aun siendo crítico con la sociedad que le toca vivir, da muestras de un conformismo social exasperante: no desesperéis, viene a decir, si la justicia terrena nos es esquiva, la justicia divina se encargará de poner a cada uno en su lugar. Ese optimismo vital, más propio de los primeros cristianos, subyace, a mí pesar, en muchas de las obras del gran escritor inglés, repletas de huérfanos desgraciados y viejos avaros de mal corazón. Una lástima que su maravillosa pluma no fuera un pelín más reivindicativa, y con esto espero no causar molestias personales a nadie, “como dijo aquel ladrón a la vieja cuando la metió en el fuego”. Genial Samuel Weller.
    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

  2. Yo leí de muy joven una versión abreviada. Ahora, una vez leída la versión íntegra, lamento mucho haber esperado tanto. Genial y divertida. Una aguda disección de la sociedad británica de la época.

  3. Para mí, el mejor libro de Dickens sin ninguna duda. Efectivamente, Dickens no era solo personajes al límite de la pobreza y la desesperación, era verdaderamente divertido.

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