Vi – Nikolái Gógol

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Vi - Nikolái GógolLa viveza de un cuento popular y la maestría narrativa de Nikolái Gógol se unen en las páginas de este relato fantástico, para hacer las delicias de lectores de todas las edades. Vi es un cuento de brujas, una leyenda con todo el sabor de la tradición oral, que relata una batalla en la lucha eterna del bien contra el mal.

El nombre del relato es la forma en que designan en Ucrania al rey de los gnomos. Vi es un terrorífico ser recubierto de tierra negra y cuyos párpados cuelgan hasta el suelo, capaz de traspasar la protección que brindan a los humanos los círculos mágicos y los exorcismos.

La leyenda narra lo acontecido a Jomá, un joven seminarista de Kiev, que una noche vive una inquietante experiencia en una remota aldea de la estepa. En mitad de la noche la vieja campesina que lo ha acogido salta encima de él y, mediante un hechizo, lo usa como cabalgadura para galopar por las praderas.

Pero ese misterioso suceso dará lugar a otros más escalofriantes: de regreso en la ciudad, se ponen en contacto con él para que rece las oraciones por una joven difunta a la que Jomá nunca ha conocido, pero que ha indicado su voluntad expresa de que sea él quien ore por su alma. Y en la lejana aldea de la muchacha, mientras vela el cadáver en una solitaria iglesia a lo largo de tres noches, los entes infernales del más allá tratarán de dificultar su labor.

Tal vez lo mejor de este cuento, dejando de lado la desbocada imaginación de la que hace gala, es precisamente la destreza con la que Gógol aúna en su narración lo fantástico con lo cotidiano. Las terribles noches del joven seminarista se intercalan con la descripción de sus días sumidos en la tranquila vida aldeana, sin que exista disonancia.

El lenguaje sencillo a la vez que expresivo del autor retrata con la misma maestría tanto los repulsivos engendros que rondan al protagonista en medio de la noche, como a los campesinos con los que charla durante el día. Ambos aspectos del relato se oponen, haciendo que cada uno sirva para resaltar al otro; pero al tiempo se complementan de manera singular y tan perfecta que se pasa de uno a otro de una forma natural y llena de suavidad.

En Vi la parte del relato que no transcurre en las horas aterradoras de las noches en la iglesia no se presenta como un simple relleno, como suele suceder en los relatos de terror; antes al contrario, tiene entidad en sí misma a la vez que actúa como contrapeso de la parte fantástica. Pero a su vez, la parte fabulosa del cuento está tratada con cuidada minuciosidad, de modo que la gradación del miedo en el seminarista Jomá y la curiosidad que finalmente le pierde, así como la descripción de los espantables hechos que en la iglesia suceden logran fascinar al lector.

Un excelente relato para retornar a los cuentos de brujas de nuestra niñez.

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2 COMENTARIOS

  1. En 1835, tres años después del éxito de «Veladas en el caserío cerca de Dikanka», Gógol publicó una recopilación de cuatro narraciones de temática variada titulada «Mírgorod», nombre de una ciudad ucraniana próxima a su pueblo natal, Velikiye Sorochintsy. El tercero de ellos, y único que continua moviéndose en el ámbito de lo sobrenatural, es «El Vií»; el resto aborda temas humanos, «Terratenientes del viejo mundo» y «Relato sobre la disputa de Iván Ivánovich con Iván Nikíforovich», o históricos, «Tarás Bulba», centrado en la epopeya del pueblo cosaco.

    Al igual que ocurre con los relatos de las «Veladas en el caserío cerca de Dikanka», «El Vií» aúna también, con una gracia y naturalidad exquisita, dos conceptos antagónicos por antonomasia: realidad y fantasía. Si en las «Veladas» la realidad la encarnaba generalmente la vida rural, aquí es sustituida por un ambiente urbano, el estudiantil de Kiev, de donde proceden los tres protagonistas de la historia. La fantasía se centra, cómo no, en el mundo de las brujas y de las resucitadas, materias candentes que, obvio es decirlo, nunca pasan ni pasarán de moda.

    Es «El Vií» un cuento de terror capaz de deleitar a cualquier lector. De corte más clásico que los anteriormente leídos, sigue, eso sí, bebiendo de la tradición folclórica ucraniana, pero se abstrae del toque humorístico con el que muchas veces Gógol nos sorprende. Las brujas continúan volando, unas veces en el papel de jinete y otras en el de corcel, aunque sus viajes se rodean de un tinte onírico y sugerente que da mucho qué pensar. ¿Cabalga únicamente en sentido literal el estudiante Jomá Brut o las cabalgadas apuntan hacia otro tema bastante distinto, por no decir escabroso?

    Las aficiones del filósofo Jomá, muy proclive a los galanteos y requiebros de viudas jóvenes, así como los desmanes que pueblan el currículo de la interfecta en cuestión, me inclinan hacia esa segunda posibilidad. Y no a mí únicamente, recientemente, en “Revista de Libros”, Rafael Narbona comentaba al respecto lo siguiente:

    «Según Gógol, el Vií es un demonio del folclore ucraniano precristiano, pero los cuentos tradicionales de Europa Oriental no avalan esta explicación. En realidad, el escritor se inspiró en las doctrinas de Juan Casiano para urdir una figura diabólica que encarna los males de la concupiscencia. El protagonista del relato sufrirá las consecuencias de la pasión sexual. Casiano consideraba que la gula y la fornicación eran el origen del resto de los pecados. Por eso aconsejaba aplacar sus exigencias mediante ejercicios ascéticos orientados a consolidar la frugalidad y la castidad. Gógol, que simpatiza con estas enseñanzas, da un nuevo paso hacia su propia demolición, asumiendo que la virtud es renuncia, privación, ausencia de deseo y mortificación»

    De ser así, Gógol adelanta con mucha anticipación el terrible final de sus días, repletos de paradojas y contradicciones. Cosmopolita y viajero, opta por la tradición frente a la modernidad, abogando por las mismas tesis eslavófilas que posteriormente defendería Dostoievski; de lo fantástico y tradicional de sus primeras obras, – «El Vií», es un ejemplo -,deriva hacia lo real y vanguardista de relatos como «El capote» o «La nariz» y, para colmo de desdichas, hasta su muerte se rodea del esperpento, amante de la buena mesa y glotón viene a acabar sus días en régimen de ayuno estricto que le ocasionó una grave gaestroenteritis por inanición.

    Pero ni tan siquiera más de doscientos años después de su nacimiento la historia puede dar un respiro al alma de Gógol. Siendo, para muchos, el más ruso de los clásicos rusos acaba siendo desposeído, por nacimiento, de su nacionalidad y pasa a ser ucraniano, aunque sus restos, extravagancia entre las extravagancias, reposen en el cementerio Novodévichi de Moscú.

    Recomendación final: Lean «El Vií» y lean a los clásicos rusos. Nunca se arrepentirán de hacerlo.

    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

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