El atlas de las nubes – David Mitchell

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El atlas de las nubes - David Mitchell

El atlas de las nubes fue la novela que más éxito proporcionó a David Mitchell debido a su posterior adaptación al cine. Como ocurre en muchas ocasiones, el libro no constituye el mejor trabajo del escritor, aunque sí aglutina casi todas las características que han hecho del autor inglés un referente de la narrativa de ficción contemporánea. La novela es un compendio de esos elementos oníricos, imaginativos y sentimentales que hacen de la lectura un camino preñado de sorpresas.

El atlas de las nubes cuenta las historias de seis personajes en distintas épocas, desde los últimos años del siglo XIX hasta un hipotético futuro distópico. Todos ellos viven acontecimientos diferentes y únicos, pero siempre unidos por un nexo que conecta unas vivencias con otras de forma sutil e imaginativa. Los actos de unos tienen consecuencias inesperadas, más o menos relevantes, en las existencias de los otros, conformado así un tapiz de sucesos que se entremezclan a lo largo de los años, mostrando así cómo todas nuestras vidas mantienen nexos que nos unen como especie y como seres.

Mitchell muestra aquí con su habitual pericia narrativa todas esas técnicas que hacen de sus novelas unas obras luminosas y dinámicas: los lazos entre distintos personajes que provocan acontecimientos inesperados; la imaginativa visión de realidades extrañas o futuros inesperados; la pródiga descripción de los sentimientos de los personajes, aunque siempre con un punto de bella sutileza… En este sentido, El atlas de las nubes es una obra casi perfecta a nivel técnico, con una medida dosificación de los hechos, un desarrollo especular digno de elogio y una trama que, sin deparar excesivas sorpresas, mantiene al lector en vilo hasta la última página.

No obstante, también es cierto que esta perfección a nivel formal no solventa el hecho de que, como obra de ficción, la novela es imaginativa, pero algo ramplona. Los protagonistas de las distintas historias son personajes bien trabajados, pero de una simpleza que a veces raya en lo banal; la necesidad de que las piezas del rompecabezas encajen —por mor de una estructura que condiciona todos los elementos del libro— provoca que ciertos aspectos literarios no estén a la altura. Así, los sentimientos de algunos personajes (léase: Adam Ewing, el primer narrador de la obra; o la parte dedicada a Sonmi-451) son primarios, impostados, hueros. Algunas decisiones, origen de sucesos importantes, son un tanto forzadas. Y así se podrían citar unos cuantos puntos de la novela que son palmariamente frágiles.

Dado el tipo de narración y el género en el que se puede enmarcar, el lector debe hacer un «salto de fe» y dejar a un lado cualquier escrúpulo de este tipo para aceptar el pacto que Mitchell le propone; un pacto que supedita la recreación honesta y enjundiosa al desarrollo formal. Ahora bien, no les quepa duda de que, si aceptan tal pacto, el disfrute que depara la novela es infinito. David Mitchell es un escritor de imaginación portentosa y que sabe muy bien cómo entretejer tramas para crear historias cuyo trasfondo es grandioso. Superadas cualesquiera tipo de objeciones —en un sentido literario clásico— que se le puedan achacar, la hermosura de una novela con un mecanismo trabajado al detalle es digna de elogio.

Aun cuando no es la mejor obra de Mitchell (de las que uno haya leído por el momento), El atlas de las nubes es una pieza destacable dentro de su producción debido a la perfección formal que presenta. Un detalle que puede considerarse secundario o menor, pero que no deja de constituir un mérito en la trayectoria de un autor obsesionado con la interconexión de historias.

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