La cuchara de plata continúa la historia de los Forsyte y los Mont en la Inglaterra de entreguerras durante el pasado siglo. John Galsworthy hace gala una vez más de su talento para la observación y la descripción, acercándonos a un momento histórico tan repleto de buenas intenciones como amenazado por las sombras de una nueva guerra que no tardaría en llegar. Los protagonistas de El mono blanco vuelven a deleitarnos con su peculiar forma de ver el mundo, de abordar los problemas y de relacionarse con los demás.
En esta ocasión, la trama gira en torno a la figura de Fleur Forsyte, la esposa de Michael Mont, que después de haber sido madre sigue empeñada en convertirse en el centro de la vida social de Londres. Durante una de sus fiestas mantiene una discusión con una invitada que le lleva a verse implicada en un pleito por difamación, para consternación de su marido, ahora dedicado a la política en la Cámara de los Comunes, y de su padre, Soames, incapaz de creer la frivolidad de la que hacen gala los jóvenes y, en especial, su propia hija. Alrededor de ellos giran otros muchos personajes que participarán de una u otra manera en esta trama de traiciones, malentendidos, cambios y decepciones.
La novela le sirve a Galsworthy como vehículo para mostrar el retrato de una sociedad que se debatía entre la modernidad aún por descubrir y un pasado glorioso, pero agotado. Esto se refleja muy bien en los dos personajes mayores, Soames Forsyte y Lawrence Mont: ambos pertenecen a una generación que conoció una Inglaterra poderosa, pero que asisten incrédulos a su desmoronamiento; el primero trata de abrirse a los nuevos tiempos, aunque no pueda participar por completo de las ideas modernas, mientras el segundo vive anclado en un cómodo estado de indolencia sin prestar atención a los cambios que se suceden a su alrededor.
Michael será el personaje que presente la futilidad de las buenas intenciones aplicadas a la política. Su paso por la Cámara de los Comunes y su afiliación son fruto de una pasión y una bondad que quiere aplicar a la sociedad en la que vive; sin embargo, pronto descubre que los políticos ingleses están muy alejados de las cuestiones sociales y son refractarios a cualesquiera cambios que se les ofrezcan. Por su parte, la generación más joven vive apresuradamente y con total desenfreno después de un período conflictivo que «los había dejado aferrados al libertinaje»; preocupados tan solo por la diversión y la fama, ellos tampoco parecen prestar atención a un país que se obstina en vivir de una herencia hace ya mucho tiempo consumida.
Frente a todos ellos aparecerá la figura de Francis Wilmot, cuñado de un antiguo amor de Fleur y estadounidense de pura cepa: su visión práctica y sus maneras desenfadadas marcarán el contraste con esa sociedad inglesa que se marchita mientras lanza fuegos artificiales. Su sinceridad llegará a conquistar el corazón de la enemiga de Fleur, Marjorie, que ve en él un extraño espécimen de pretendiente: tenaz, honrado y trabajador; frente a él Galsworthy pinta con suma maestría a una generación de indolentes que no tienen más preocupación que dilapidar sus rentas.
La cuchara de plata es una excepcional continuación que nos ofrece momentos de sublime belleza y de reflexión inteligente. John Galsworthy es un mago a la hora de crear atmósferas y personajes, logrando con unas simples pinceladas formar imágenes que permanecen indelebles en nuestro recuerdo. Una novela maravillosa que, afortunadamente, es solo una parte de la inmensa obra del inglés que la editorial Reino de Cordelia está recuperando con gran acierto.
Más de John Galsworthy: