Uno se ha confesado admirador de Henry James desde hace tiempo: si buscan algunas otras reseñas que hemos colgado en esta web descubrirán muchas críticas elogiosas hacia la obra del norteamericano nacionalizado inglés. Sin embargo, ya con La copa dorada tuve unas sensaciones contradictorias acerca de su estilo; con Los embajadores he terminado por confirmar esa impresión. No puedo por menos que afirmar que la narrativa de James, que basaba su fuerza en el amor por los detalles y por una sensibilidad sutil para las emociones de los personajes, deriva en un estilo ampuloso por completo y que abandona la historia en favor del lenguaje… para desesperación del lector.
La novela cuenta el viaje de Lambert Strether, un maduro norteamericano de una pequeña ciudad de la costa este, a París para hacer entrar en razón al hijo de la señora Newsome, una rica viuda con la que mantiene una plácida relación; el joven vive en Europa sin dar señales de vida y la creencia de sus allegados es que alguna «despiadada» europea le ha seducido, de manera que Chadwick, que así se llama el muchacho, no quiere regresar a Estados Unidos para hacerse cargo del negocio familiar. No obstante, cuando Strether arriba a Europa y comienza a tomar contacto con la vida del joven expatriado y su círculo de conocidos pronto comprende que la situación de Chad no es en absoluta incómoda; las relaciones que entablará con esa nueva gente hará que todas sus percepciones cambien y que cualquier seguridad que pudiera tener desaparezca.
Como ocurre en muchas obras de Henry James (especialmente en las de sus últimos años), lo que tenemos entre manos es la confrontación entre dos mundos: el estadounidense y el europeo; la modernidad y la tradición; la pujanza y la estabilidad. Sin embargo, y como señalaba al comienzo de la reseña, el problema de la novela estriba en que ese detalle es algo que se percibe desde los primeros capítulos; el resto del libro es una acumulación de situaciones que pretenden mostrar sutilmente la evolución de Strether desde el provincianismo del que proviene (aunque se considere un hombre de mundo) hacia un cierto cosmopolitismo que, por supuesto, París expele por sus esquinas. No hay historia, porque es evidente lo que ocurre desde la página 50; no hay trama, porque James pretende hacer una disección pormenorizada de la psicología de sus personajes, aunque con poco éxito, ya que estos son tan planos y previsibles que apenas suscitan interés.
Los embajadores se trasforma enseguida en una novela soporífera, atrozmente lenta, en la que las conversaciones de los protagonistas, lejos de arrojar luz sobre algún aspecto de la historia, se convierten en ejercicios de magnificencia verbal que desorientan y aburren a partes iguales. El estilo del autor se complica hasta la extenuación, con diálogos interminables en los que la pirotecnia del lenguaje no consigue ocultar la pobreza de ideas, la falta de resolución, la ausencia de un fondo que otorgue solidez a la obra. Lo único que queda, al fin, es un enorme montón de páginas en las que la exquisita sensibilidad narrativa de James se despliega en un sinfín de malabares que, por desgracia, no elevan el nivel de la narración.
Es cierto que un estilo narrativo como el de Henry James es difícil de abordar: suele provocar dicotómicas lealtades (o se le ama, o se le detesta). Uno es muy proclive a la literatura morigerada, reflexiva, con descripciones suntuosas y de prosa opulenta; no obstante, considero indispensable que todo ello esté al servicio de unas ideas, de un tema. Está claro que Los embajadores carece de ello, y es una verdadera decepción encontrarse con un gran autor que no tiene nada que contar. Un libro sólo para adeptos a James.
Más de Henry James:
- 13 cuentos de fantasmas
- Las alas de la paloma
- Las bostonianas
- La copa dorada
- Cuatro encuentros
- El Eco
- Eugene Pickering
- La figura de la alfombra
- El mentiroso
- Los papeles de Aspern
- Retrato de una dama
- Washington Square
yo conocí a Henry James de una manera absolutamente accidental, leyendo «La máscara de Dimitrios» una novela de Eric Ambler, en que el prologuista afirmaba que Ambler se aproximaba a «Los papeles de Aspern» de Henry James. Ello bastó para despertar mi interés por este autor y lo primero que leí de él fue «Otra vuelta de tuerca», a la cual le había quitado el cuerpo durante muchos años, por considerarla prácticamente literatura escolar, cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta de que era en realidad una novela de terror, una historia de fantasmas!. Incluso leyendo el pasaje pertinente recordé haber visto la película cuando tenía unos 14 ó 15 años, me refiero a la escena en que el señorito Miles, un chico de 8 años, le dice a la Institutriz: «puedo darle un beso?»….y le da un beso en la boca! escena que me causó una gran impresión en esos años. Existen varias adaptaciones al cine de la novela, la mejor sería la de Deborah Kerr, titulada en español «Los inocentes», la cual puede verse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=EbrFFLQcEjg, existiendo incluso una ópera de Benjamin Britten con el mismo título. Me atrevo a afirmar que pocos autores pueden exhibir un curriculum semejante! Claro que quienes busquen en este autor una acción desenfrenada, tipo película de Indiana Jones, no la van a encontrar, los méritos de James van por otro lado, la elegancia de su escritura, la construcción de los personajes, la riqueza de los diálogos, etc. James debe admirarse como se contempla una pintura de un impresionista. No apto para fans de Tarantino! Saludos desde Chile. oscar ignacio olavarria aqueveque (DPISANI en http://www.foroclasico.com)
conocí a este autor de una manera absolutamente accidental, mientras leía «La máscara de Dimitrios» de Eric Ambler, a rañíz de que el prologista afirmaba que Ambler se aproximaba en su obra a «Los papeles de Aspern» de James. No obstante el primer libro que leí de James fue «Una vuelta de tuerca», al cual le había quitado el cuerpo durante muchos años puesto que me parecía literatura escolar, cuál no sería mi sorpresa al descubrir que era en realidad una novela de terror, una historia de fantasmas! Más tarde tuve la suerte de encontrar en Youtube la versión cinematográfica con Deborah Kerr. Incluso viendo la película recordé que la había visto 30 años antes y nunca había olvidado la escena en que el señorito Miles de 8 años le da un beso en la boca a la institutriz! Pude asimismo enterarme de que existía incluso una ópera de Benjamín Britten, basada en la obra. Yo creo que pocos autores pueden exhibir un «curriculum» semejante. Ahora quienes busquen una acción desenfrenada tipo Indiana Jones, por supuesto no la van a encontrar, los méritos de James van por otro lado: la elegancia, la riqueza de lenguaje, la construcción de los personajes, etc, James debe disfrutarse, como se disfruta mirar un cuadro de un impresionista! No apto para fans de Tarantino! oscar ignacio olavarria aqueveque (DPISANI en http://www.foroclasico.com)
Henry James es uno de esos presuntuosos autores que piensan que lo que cuentan es tan sumamente interesante y profundo que pueden tomarse el lujo de narrarlo muuuy despacio. H.G. Wells una vez se burló de este señor diciendo que era como un «hipopótamo tratando de empujar un guisante», en el sentido de que utiliza una prosa absurdamente enrevesada y elaborada para narrar insignificancias, un malgasto de recursos «estilísticos» (pongo la palabra entre comillas, ojo). A mí siempre me ha parecido el escritor pretencioso por excelencia.
Juro que nunca he entendido la desmedida admiración a este juntaletras ni las maravillosas críticas que siempre le han llovido a sus obras por parte de los que supuestamente entienden de literatura (los autodenominados críticos) . Ahora veo con claridad por qué el propio Ambrose Bierce (éste sí que era un maestro del estilo, por cierto) llegó a incluirle en su grupo de figuras literarias incompetentes, aparte de referirse a él como ‘Miss Nancy James’ por lo cursi, rancio y almibarado de sus narraciones. Y es que leer a James es como nadar en una piscina llena de espeso barro, cuando yo lo que quiero en realidad es ir avanzando a través de agua limpia, pura y cristalina. Su supuesta destreza técnica no se traduce más que en una nula capacidad comunicativa, un pésimo sentido del ritmo y una verbosidad a todas luces excesiva. Parece más obsesionado por realizar un ejercicio de estilo que por contar una buena historia y sus libros dan la impresión de ser una especie de primer borrador de novela sin corregir. Es crispante. Sin duda alguna puede considerarse a este aburrevacas como «el rey de la farfolla» y situar sus obras dentro del denominado «eje del tedio» de la literatura norteamericana, concretamente en el escalón más alto del podio (por encima incluso de las curas para el insomnio perpetradas por desaprensivos como Nathaniel Hawthorne y Stephen Crane).
PS- «Toltoi» no sé qué autor es. A quien sí conozco es a Tolstoi, que es un ruso que llenaba sus mamotretos con paja a tutiplén. La verdad es que tampoco es santo de mi devoción.
Temo que para ustedes hasta Toltoi es banal……
Hace más de un año, guiado por los elogios que dedicabas a su obra, me aproximé, por primera y última vez, a Henry James. Leí “13 cuentos de fantasmas”, – mis impresiones están recogidas en este blog -, y me pareció percibir ya rasgos de los excesos estilísticos, que ahora denuncias. En concreto apuntaba, escrito está, que “Henry James cuida tanto la forma que su prosa, pulida hasta el desgaste, se convierte en un juego intelectual engolado”; esa impresión no se circunscribía a unos pocos relatos, sino que era santo y seña para la mayoría de los cuentos recogidos por la antología. Mi conclusión fue: he aquí el perfecto caudillo para el ejército de autores, – los hay, y muchos -, permanentemente reñidos con la sobriedad narrativa.
En fin que desde esa lectura y ese momento, y sumándome a la dicotomía apuntada en tu reseña, pasé a ser ferviente militante del bando de los desleales.
Un fuerte abrazo