Una vez más, la característica preocupación de Henry James por la disparidades culturales entre estadounidenses y europeos se pone de manifiesto en esta novela. Si bien el eje de la trama se centra en el papel del pujante periodismo amarillista en la sociedad de fines del siglo XIX, el trasfondo enfrenta, como en muchas de sus obras, la inocente e impetuosa mentalidad americana a la tradicional y discreta manera de ser del viejo mundo. Sin decantarse por una u otra, el omnisciente y puntilloso narrador nos muestra, tal y como también hizo Edith Wharton en Madame de Treymes, los inevitables desencuentros que se producen cuando ambas sociedades tratan de mezclarse.
El Eco hace referencia al nombre de un periódico en el que trabaja uno de los protagonistas, George Flack. Este conoce a una familia estadounidense en su viaje hacia París, los Dosson, de cuya hija menor, Francie, se enamora. Sin embargo, y pese a las simpatías que le profesa el cabeza de familia, sus intentos de conquista caen en saco roto debido a la influencia de la hermana mayor, Delia, sobre aquella. Cuando entra en escena un joven acomodado, Gaston Probert, todo indica que el destino de Francie está sellado, ya que pronto accede a comprometerse con él; no obstante, la familia del joven, de ascendencia americana pero profundamente afrancesada, constituirá un problema difícil de afrontar.
Aunque, como vemos, El Eco narra una típica historia jamesiana, a las pocas páginas ya se percibe que es una novela más ligera que otras del autor; tanto por su estilo, algo menos ostentoso, como por su trama, de corte ligeramente satírico y menos reflexiva. La historia, eso sí, se mueve en torno a los elementos ya mencionados con la habitual parsimonia de James por el detalle: las tribulaciones de Francie y Delia en cuanto al compromiso de la primera ofrecen al lector una mirada puntillosa y quirúrgica acerca de los sentimientos encontrados que suscita el acontecimiento. Frente a la seguridad de Delia, que toma un rol «maternal» e incluso se impone a su padre como figura de autoridad, está la insegura Francie, candorosa hasta extremos ridículos e incapaz de tomar una decisión cabal sobre su propia vida.
Como contrapunto a estas protagonistas tenemos a George, un hombre hecho a sí mismo, trabajador, que se sabe inferior a los Dosson en posición, pero que aspira a ganar el afecto de la joven con su espíritu emprendedor y audaz. Sin embargo, en la tradicional pugna entre la pujanza estadounidense y el conservadurismo europeo, parece que en esta ocasión James se decanta por hacer que triunfe el segundo. No sin mordaces críticas, por supuesto, ya que el personaje de Gaston Probert es al carácter europeo lo que Francie al americano; apocado, dubitativo y melindroso, el apátrida muchacho tiene en su familia (como ocurría en la mencionada novela de Wharton) a su mayor escollo para alcanzar la felicidad. Si bien está convencido de la idoneidad de su elección, no puede sustraerse al estricto sentido de la herencia que impera en ellos: «El placer de casarme con ella será doble si mi padre y mis hermanas la aceptan», reconoce en un momento de la obra.
Así, el enfrentamiento entre dos formas de ver el mundo se condensa en la forma que ambas sociedades tienen de entender los lazos sociales que se establecen con el matrimonio: el honor, la respetabilidad y la discreción se contraponen a la impetuosidad, la franqueza y la espontaneidad. Como suele ocurrir en los textos de James, no hay una decisión correcta ni una opción clara; es más, en esta novela las consecuencias de esa batalla social son, en cierta manera, devastadoras para todos los participantes. Incluso con un final «feliz» hasta cierto punto, las posibilidades futuras parecen indicar que las diferencias culturales son un lastre demasiado pesado para alcanzar el equilibrio vital.
El Eco es una obra menor (por contenido y forma) dentro de la producción de Henry James; pero es también —quizás por ello— una de sus novelas más asequibles para iniciarse en su peculiar forma de entender la narrativa. En ella podemos encontrar sus temas obsesivamente recurrentes, sus clásicos personajes de incierto destino y sus tramas minuciosas. Un texto ligero, pero interesante, que puede resultar una toma de contacto ideal con el universo jamesiano.
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