Las obras primerizas pueden adolecer de una falta de gusto, o de un abuso de prosa, o de mil y un otros fallos que son fruto de la inexperiencia. También pueden ser obras maestras, gigantescas creaciones de un genio precoz que tiene claro lo que quiere contar y cómo desea hacerlo. Noviembre fue escrita por Flaubert a los veinte años y ya se pueden observar en ella algunos rasgos que el autor perfeccionaría después: la pasión por el lenguaje, la relevancia del deseo como motor de la historia y el erotismo más o menos soterrado.
En Noviembre se narran los pensamientos deshilvanados de un joven que parece sufrir un acceso incontrolable de apatía, una suerte de spleen de fin de siglo que le lleva a fantasear incluso con la idea del suicidio; desesperado ante su incapacidad para comprometerse con la vida, oscila entre la contemplación extasiada de la naturaleza y la introspección más huraña.
Si me hubieran preguntado qué me faltaba, no habría sabido qué responder. Mis deseos no tenían ningún propósito determinado, mi tristeza carecía de motivoos inmediatos; o, más bien, existían tantos propósitos y tantos motivos que no habría podido señalar ninguno en concreto. En mí penetraban todas las pasiones, sin que ninguna pudiera salir, de modo que se encontraban oprimidas…
Hastiado de buscar un amor ideal e imposible, cae en brazos de Marie, una prostituta algo mayor que él y que le acoge con emoción al descubrir en su alma indicios de un tormento similar al que ella sufre. Al igual que el protagonista, pero siendo una especie de reverso oscuro, ella le relata su historia: cómo desde niña sentía pasión por el amor y la sexualidad, cómo la lujuria la tentaba en sus relaciones infantiles y le condujo, ya en la adolescencia, a convertirse en la amante de un viejo millonario que la mantuvo por la idolatría que le profesaba. Sus cientos de amantes nunca pudieron llenar sus aspiraciones de conocer a su amante ideal, su alma gemela, que de algún modo siente haber encontrado en el joven narrador; éste comprende que ambos están aquejados de un tedio vital muy profundo, fruto de sus temperamentos pasionales, aunque hayan llegado hasta ahí por caminos opuestos (puesto que él es virgen —hasta su encuentro con ella— y ella se ha convertido en prostituta).
Abandonado por Marie, el joven se marcha a París para iniciar una nueva vida, pero el hastío le persigue. La narración termina de forma abrupta y da paso a una parte final que es contada por un conocido del protagonista de manera más objetiva: este narrador, más desenvuelto, parece mofarse de la actitud del joven mediante sus comentarios: incluso le achaca haber empleado en sus confesiones un tono pésimo, fruto de los autores que leía. La conclusión de la historia es rápida: el joven, después de unos años de angustia en la capital debido a sus nunca atendidas pasiones, muere lentamente, de pura tristeza.
Más allá del carácter trivial de esta novelita, de su carácter de simple entretenimiento, lo interesante es descubrir la genialidad de un autor que daría sus mejores páginas poco después. En especial, la parte dedicada a la relación del joven con la prostituta Marie es deliciosa: la sensualidad de la prosa de Flaubert alcanza una magia incomparable, y sus descripciones repletas de detallismo y vivacidad son bellísimas. Quizá sea arriesgado buscar matices de Emma Bovary en este personaje, pero está claro que la resuelta mujer encarna ese prototipo de fuerte personalidad y decisiones osadas que el autor plasmaría luego en otros libros. Y no sólo la relación con Marie está llena de erotismo: los vagabundeos del joven protagonista por la campiña natal revelan un ardor por la naturaleza que roza el éxtasis; la escritura del autor da forma a una sensualidad enraizada en las hojas de los árboles, en el brillo del sol sobre la nieve, en el murmullo del oleaje. Cada palabra, cada frase, nos acerca a sensaciones vívidas y hermosas, y pocos autores pueden presumir de lograrlo con tanta intensidad.
Noviembre es una deliciosa forma de entrar en el minucioso mundo de Flaubert, de aproximarse a su delicada prosa y embeberse de un estilo que, a pesar del tiempo, sigue siendo de lo más hermoso que ha deparado la literatura. Una absoluta delicia.
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Más allá de los comentarios acerca de una etapa inicial en la literatura de Flaubert, debo reconocer que el lenguaje utilizado y la descripción de la profundidad de los sentimientos y sensaciones del protagonista han hecho mella en mí y la disfruté mucho más que Madame Bovary – La cuál tiene pasajes más densos -. Me resultó una maravillosa lectura, me sorprendió gratamente.
Hola a todos, acabo de leerme la educación sentimental, y me ha encantado, sin palabras, ya las pone todas el autor. Maravillado por Flaubert, quiero comenzar ya con Madame Bovary, ¿me recomiendan alguna traducción?, gracias.
Hola Mikel
Yo leí «Madame Bovary» en la edición que Alianza Editorial publicó en 2006. La traducción es de Consuelo Berges Rábago, desgraciamente ya fallecida, y es excelente. Ritmo ágil y nada farragoso, con notas a pie de página, las justas para no cansar, que aportan detalles e informaciones de interés.
Te la recomiendo.
Cordiales saludos
Recien tengo conocimiento de este relato, según explica algo que escribió muy joven.La vida de Flaubert fue muy diferente de la de un Balzac un Stendhal,fue la de un «monje de la literatura». Sus novelas siempre son pinturas de personajes insignificantes y rídiculos en medio del gran panorama del mundo que
tienen vicios y virtudes es un mago en describir. Enfermo como la mayoria de los genios desarrolló una hipersensibilidad modelos para la historia ,Charles Bovary quien no satisfacé a su mujer, Federico Moreau búrges de su » Educación Sentimental» desverstirlos y su rídicula desnudez de la que la Francia se vió se avergonzó pero también se reconoció : pero ninguno con la habilidad de Flaubert
en lo que respecta a los móviles enfermizos que habitan en los seres humanos.
Jorge López Zegarra
Gracias por vuestras reseñas que nos invitan a ese placer -que en la muchas ocasiones resulta un privilegio- que es el de la lectura. La literatura francesa finisecular es deliciosa. Aunque creo que, sin desmerecer a Flaubert, la culminación de aquella fue sin duda Marcel Proust. Aun así, el descubrimiento de esta precoz novela del autor de Mme. Bovary hará será del agrado de más de uno, entre los que me incluyo. Un abrazo.