En un momento literario como el actual, marcado por géneros espurios y obras volcadas en la espectacularidad, es infrecuente toparse con un escritor que se centra en explorar los recovecos de las relaciones humanas y la visión de nuestra realidad. Jonathan Franzen tiene a su favor el poseer un estilo minucioso, proclive al puntillismo, y unas brillantes dotes para la disección de emociones. En Pureza explota ambas facetas y otras cuantas más para contar una historia sobre las difíciles decisiones que (constantemente) hemos de tomar para elegir el camino adecuado en nuestras vidas.
La exigua trama gira en torno a la joven Purity «Pip» Tyler, una chica con unos principios morales sólidos que vive a la sombra de una madre controladora y un padre desconocido de la cual éste huyó. Cuando se le ofrece la oportunidad de unirse a una organización activista que se dedica a filtrar informaciones secretas de gobiernos y empresas, Pip lo considera una oportunidad. Solo al tomar contacto con el líder, un alemán de personalidad magnética llamado Andreas Wolf, comprenderá que sus ideales no son tan sencillos de seguir como creía.
Pureza nos da pistas en su propio título acerca de los temas en los que se centra: en el caso de casi todos los protagonistas, se trata de lo frágil que es la pureza moral o interior que creen tener. Franzen pone de manifiesto casi desde el mismo comienzo de la novela que nuestras convicciones más arraigadas pueden ser erróneas por diferentes motivos; lo cual nos puede conducir a juzgar el mundo desde unos parámetros equivocados, provocando así una constante fricción de nuestro «yo» con el resto de la sociedad.
En el contexto de la obra, esta problemática se refleja muy bien al confrontar la necesidad de guardar secretos frente al imperativo de divulgarlos. Así se lo expone Andreas a Pip cuando se conocen:
¿Cómo sabes que eres una persona distinta de las otras personas? Guardándote algunas cosas para ti. Te las quedas dentro porque, en caso contrario, no habría ninguna diferencia entre el interior y el exterior. Los secretos son nuestra manera de saber que tenemos un interior.
Los secretos que todos los personajes guardan imponen, además, una visión de la realidad inherente a cada uno de ellos: Andreas considera que la revelación de secretos es lícita para iluminar la verdad, aunque esconde con celo los suyos; la madre de Pip, Anabel, se enfrenta al mundo para salvaguardarse a sí misma, pero no es capaz de afrontar la verdad ante su propia hija.
La pureza de los protagonistas, ya sea esgrimida, anhelada o fingida, es lo que convierte a este libro en un maravilloso muestrario de experiencias humanas; una panoplia de emociones descritas con viveza y sinceridad. Aunque la trama tenga algunos giros un tanto alambicados, Franzen consigue crear personajes dotados de una sensibilidad palpable: el minucioso estudio de cada uno de ellos, con profusos detalles que se suministran de manera sutil entremezclados en la narración, hace que cada protagonista cobre vida de forma prodigiosa. Aunque sus reacciones, maneras de actuar o decisiones puedan confundirnos, son seres tan sólidamente construidos que la coherencia psicológica que exhiben es incontestable.
En este sentido, Pureza es una novela digna de consideración en tanto reflejo de nuestro presente y nuestra sociedad. Si bien tanto en la forma como en el fondo es una obra que puede perdurar por sus meras virtudes artísticas, una de sus grandes bazas es el presentar situaciones y personas que ayudan a entender, de manera vicaria, el mundo que vivimos hoy día. La cruzada de Andreas para revelar turbios secretos (con referencias a Julian Assange y Edward Snowden) o el empeño de Tom Aberant (un periodista conocido del alemán) por explicar la realidad a través de sus reportajes son elementos que no solo funcionan a nivel narrativo, sino que iluminan aspectos de la sociedad real. Franzen es un contador de historias con un pulso narrativo encomiable, pero también es un sagaz intérprete de la realidad a través de los ojos de sus protagonistas. De ahí que la novela no solo sea notable a nivel técnico, sino que consigue emocionar, intrigar y sacudir nuestras conciencias. Un logro que no es muy común hoy día y que hace de Pureza una joya inexcusable para cualquier lector.
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