Alma negra – Joseph Conrad

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Alma negra - Joseph ConradQue nadie se llame a error: «Alma negra» no es sino la gran obra maestra de Joseph Conrad, «El corazón de las tinieblas»; el título, eso sí, adaptado libremente al castellano (y al que se le pueden poner no pocas objeciones) por Juan Luis Romero Peche. He dicho bien: obra maestra, aunque para gustos siempre existan los colores… afortunadamente.

Obra maestra como pocas, además: por su lenguaje, por sus personajes, por sus descripciones y por toda esa atmósfera que recorre las páginas, anegando el relato con oscuridad y bruma. Muchas cosas se han dicho de «El corazón de las tinieblas», pero la fundamental es la capacidad de (re)crear sensaciones en el lector: de insuflarle desazón, miedo, angustia, y que todo ello sea tan real como la vida misma.

El relato de ese Marlow al que apenas se describe («…las mejillas hundidas, un aspecto cetrino, la espalda tiesa, un aire ascético…») es de una viveza extraordinaria, que refleja de una forma magistral la emoción y dinamismo de las clásicas narraciones orales, si bien enriquecida ésta con el magnífico lenguaje de Conrad. No hay más que coger un extracto al azar de sus descripciones:

Cuando amaneció, había una niebla blanca, pegajosa, caliente, que dejaba ver menos que la oscuridad nocturna. No se movía; seguía allí, cercando como algo sólido. Sobre las ocho, o quizás cerca de las nueve, se levantó como una persiana. Se pudo ver por un momento la impresionante multitud altiva de los árboles, la inmensa jungla entretejida, y la bolita ardiente del sol flotando encima. Todo absolutamente quieto. Y luego bajaron otra vez la persiana blanca, como deslizándola por raíles bien engrasados.

El viaje de Marlow, que comienza como una especie de operación de rescate, termina por descubrirse como un descenso al infierno del alma humana: a nuestros íntimos apetitos y miedos. El jefe de estación Kurtz es una encarnación suprema de esos horrores que todos llevamos dentro, que el simple hecho de existir nos ha insuflado y de los que no podemos librarnos, pues forman parte de nuestra naturaleza. La grandeza del libro de Conrad no es hablar de esa faceta oscura del ser humano, sino de recrearla a través de la figura de Kurtz, un personaje magistral que apenas aparece en la novela.

Desde el principio de la historia sabemos que Marlow marcha a África en pos de un desafío, aunque ya su viaje apunta que lo que tomamos como ‘normal’ no es más que una locura maligna. Así, mientras bordea la costa rumbo al Congo, el barco en el que viaja topa con un crucero de guerra que bombardea el interior de la selva, pese a estar prácticamente hundido: «Pero ahí estaba, incomprensible frente a los vacíos inmensos del agua, el cielo y la tierra, disparándole a todo un continente. ¡Pum!, hacía un cañón; una llamita relampagueaba, se disipaba un poco de humo blanco, silbaba un proyectil ridículo y… sanseacabó».

Puede que en ese pasaje se hallen los puntos clave de toda la novela: lo incomprensible del ser humano frente a una inmensidad natural, telúrica, terrorífica. En el fondo, la recurrencia de imágenes que demuestran que los hombres sólo descubren oscuridad cuando encaran el mundo no es sino el recurso que Conrad utiliza para mostrar esa futilidad, esa lucha imposible y absurda por encontrar un sentido: sea en el alma, en la sociedad o en la naturaleza. Porque la respuesta, si es que existe una respuesta a la pregunta, sale de boca de Kurtz al agonizar después de que Marlow lo intente llevar de vuelta a la civilización: el horror, el horror…

El horror al vacío, a la nimiedad de la vida, a la futilidad de toda una sociedad que, con la excusa de llevar el progreso a todos los lugares del mapa, sólo ha sido portadora de males e injusticias. Y Kurtz ejemplifica ese horror en su propia conducta, abandonado en la soledad de la jungla, poseedor de una personalidad tan magnética que no hay ser capaz de resistirse a él, como imposible es resistirse a los impulsos inherentes a uno mismo, a la llamada del alma. Quizá por eso el traductor haya optado por ese «Alma negra» del título, que, sin embargo, creo que no es muy acertado, porque el viaje al centro de la oscuridad es clave para comprender (si es que este libro se deja comprender) la novela.

Incluso Marlow es incapaz de arrostrar esas tinieblas del alma una vez que se enfrenta a Kurtz, aunque trate de continuar su vida con toda la entereza posible, como lo demuestra el hecho de que sea incapaz de revelar la verdad a la novia del jefe de estación cuando ésta la pide que le diga cuáles fueron sus últimas palabras:

«Repítamelas», murmulleó con el corazón machacado. «Quiero… quiero… algo… algo para… algo con lo que seguir viviendo».
Estuve a punto de gritarle, «Pero, ¿no las oye?». El crepúsculo las repetía continuamente a nuestro alrededor, en un susurro que iba creciendo amenazadoramente, como las primeras rachas de un tifón. «¡El horror!, ¡el horror!».

Eso es todo lo que parece albergar el corazón humano: un horror sin límites, un vacío inabarcable. Y Conrad lo expresó en una novela tan bella como oscura, que mejora con cada lectura y que encierra más y más secretos cuantas más veces se devora. Si, además, es en una edición tan preciosa como ésta, mejor.

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12 COMENTARIOS

  1. Maravillosa reseña del imprescindible El corazón de las tinieblas (jamás pienso llamarlo «Alma negra»).

    Por cierto, una breve cita del libro que nunca olvidaré, y que para mí contiene parte de su mensaje:

    «La verdad interior está escondida; afortunadamente…»

    Saludos y enhorabuena por el blog!

  2. A Conrad creo que hay que leerlo completo, incluso entre sus cuentos más olvidados hay pequeñas obras maestras, ¿alguien ha leído «El duelo»?

    Eso de alma negra me ha parecido un notable estupidez, con el perdón por lo áspero, el título El corazón de las tinieblas tiene su razón de ser tanto por la descripción de la selva que devora al hombre que se atreve a explorarla como a las regiones oscuras del alma del hombre que deja a sus instintos más básicos en libertad. En palabras de Kurtz, este título de alma negra es:

    ¡El horror!, ¡El horror!

  3. Me ha impresionado la profundidad en la caracterización de los personajes. Es una novela que puede engañar a más de uno: quien espere encontrar una ligerita novelita de aventuras se sorprenderá al verse enfrascado en trascendentales reflexiones sobre la vida y la muerte, la ambición, la crueldad, el horror… Lo mismo me sucedió con «La línea de la sombra»: bajo la forma de una sencilla novela de aventuras (marítimas) se esconde una compleja reflexión sobre el paso del tiempo y el tránsito entre la juventud y la madurez.
    Las impresionistas descripciones de la jungla, como la que transcribes en el comentario, consiguen transmitir una sensación táctil (en algunos momentos creía percibir la bruma del río Congo). Por cierto, he leído el libro después de haber visto la obra maestra del cine inspirada en él titulada «Apocalipsis Now» y no he podido evitar poner la cara desencajada de Marlon Brando al misterioso Kurtz.
    En cuanto al título de la edición que comentas me parece poco acertado, ya que se pierde el doble sentido con el que se juega en la obra (alrededor del término inglés «darkness»): la oscuridad del alma humana y la oscuridad que envuelve el misterioso corazón de la jungla.

  4. No había oído hablar nunca de este título, tampoco le va mal. Pero es mucho más acertado El corazón de las tinieblas. Y ahí se sigue encontrado el ser humano. Es un libro que juro todavía no he leído que que tengo ganas hace tiempo. Espero pillarlo pronto. Interesante esta edición que tratáis. Muy apropiado leerlo ahora que se ha estrenado «El rey de Escocia» de otro horror en África.

  5. De nuevo “me topo con tu blog” me puse a recorrer otros blogs fuera de los primeros lugares que unos ni comentar sobre su contenido.

    Ahora ya te puse en mis marcadores.

    Y te pongo en mi lista negra.

  6. Es casi obligado leer a Conrad en su idioma original para poder ver mejor cómo usa la técnica impresionista en la narración, y eso sin ser en realidad un gran escritor.

  7. Comparto su opinión de que es la mejor obra de Conrad, impresionante, oscura, inabarcable. Una novela que ha influido en y ha sido homenajeada por muchos novelistas (y cineastas) posteriores. Y un lugar común para muchos críticos. A veces equivocado. Curiosamente, acabo de leer «Parientes pobres del diablo» y me ha chocado mucho la opinión de un crítico que compara la escritura de Cubas con la de Conrad, precisamente porque uno de los cuentos transcurre en Africa. Yo no veo puntos en común ni estilísticos ni geográficos, pero en fin, como decía, muchos críticos lo usan como auxilio.
    En cuanto al cambio de título, me parece incomprensible e inapropiado. Me recuerda, sin fundamento alguno, al Almas muertas de Gogol.

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